La esquina
José Aguilar
Yolanda no se va, se queda
REPASANDO una de mis columnas periodísticas ya atrasadas, de Huelva Información, hacía alusión, sobre nuestro insigne médico-poeta onubense, Rogelio Buendía Manzano, que en uno de sus poemarios resaltaba la revista Papel de Aleluya, confeccionada en Huelva, colaborando con él, en la misma, los poetas sevillanos Fernando Villalón y Adriano del Valle.
Respecto a Fernando Villalón, Conde de Miraflores de los Ángeles, ya le hice una semblanza, en otro de mis artículos, y en mi deseo de completar este triunvirato, de estos insignes abates, me quedaba por discernir, sobre la trayectoria poética de Adriano del Valle, que corno sevillano de nacimiento, pero vinculado por lazos maritales a esta ciudad, en donde vivió, no puede quedar de ser historiado por mi pluma, aunque bien que lo han descrito otros escritores, adueñándome de algunos apuntes de algunos de ellos en el AMH
Adriano del Valle y Rossi, tuvo lugar su natalicio en Sevilla, el día 18 de enero de 1895, siendo sus progenitores, el padre de ascendencia asturiana y su madre, andaluza, pero de genealogía italiana.
Fue Adriano, en sus años jóvenes, viajante de comercio, llevando en su maletín de viaje, catálogos de máquinas de tracción agrícolas, de una empresa propiedad de su padre, viajando por toda la sierra onubense y otras provincias.
Pero despertándosele su vocación a la poesía, influenciada por Rubén Darío, entró en ella con fuerte decisión, iniciándose en el Ultraísmo, fundando en Sevilla, en colaboración con Isaac del Vando- Villar, en el año 1918, la revista Grecia.
En el 1927-28, fundó la revista Papel de Aleluya, en colaboración con nuestro paisano Rogelio Buendía Manzano y Fernando Villalón, cuya revista con todos sus ejemplares, cosechó mucho éxito de venta, editándose en Huelva. Le siguió Santo y Seña, editada en Madrid.
Siguió con su trayectoria poética y aficionado al séptimo arte y al dibujo, pero continuó dando flujo de su fuente inspiradora, deslumbrante y llena de inquietudes literarias, creando varias obras del mayor lirismo, como Primavera portátil, Los gozos del río, Lyra sacra, Arpa fiel, Misa de alba en Fátima y otras églogas.
Entre los años 1934-37, obtuvo el premio Sánchez Bedoya y anteriormente en 1933, recibió el Premio Nacional de Literatura, por su libro Mundo sin tranvías. Fundó la revista cinematográfica Primer Plano y en 1943, recibió el Premio Mariano de Cava.
De su estancia en Huelva capital, corno ya he reseñado, por su boda nupcial con Pepita Hernández, nieta que fue, del renombrado empresario fundidor don Matías López, tuvo su residencia en la calle Vázquez López de nuestra ciudad.
Cantó a la umbrosa serranía onubense, en un poemario, un largo romance a El Andévalo y al pintor nervense Daniel V ázquez Díaz, le dedicó por sus pinturas murales, el poema Monasterio de La Rábida.
En Huelva, creó buena amistad con el pintor onubense de reconocida fama, Pepe Caballero y con el también afamado periodista choquero, del que me honré de su amistad, Rafael Manzano, que en la Gloria tienen ahora su residencia y de éste último relata en su libro, que... recuerda él que, con Adriano del Valle, asistieron a un concierto de guitarra de Andrés Segovia, que al finalizar el mismo, el poeta esperó al guitarrista en las puertas del Gran Teatro, en donde se había celebrado dicha ejecución y cuando salió al maestro granadino, le gritó: "Si el violín de Sarasate era demoníaco, la guitarra de Andrés Segovia sabe a cielo".
En 1947, denegó ser candidato al sillón académico, que dejara vacante Manuel Machado, por instancia de don José María Pemán.
De su matrimonio tuvo siete hijos, seis hembras y un varón, llamado éste, Adriano del Valle Hernández. Falleció nuestro poeta en Madrid el día 1 de octubre de 1957.
Hay una cita de Cicerón que dice: 'La vida de los muertos está en la memoria de los vivos'.
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