Ahora sí

No votaré a los que quieren subvertir el orden constitucional vigente y llevarnos a donde nadie sabe

En más de veinte años encaramado en el capitel de esta columna he asistido a mucho procesos electorales. En algunos, era tal mi grado de desesperación que insinué mi voto abstencionista, o sea mi no voto. Siempre nos vendían la burra ciega de que eran unas elecciones decisivas y la mayoría de las veces lo único decisivo era que unos y otros seguirían abrevando en el mismo río. Tanto fue así que el electorado español cambió lentamente el escenario hasta llegar a donde hoy estamos. El bipartidismo saltó por los aires; bueno, ellos lo hicieron saltar por su desidia y mal hacer. Hoy salgo de mi abstencionismo. Ahora sí, las elecciones del próximo domingo son decisivas. No diré lo que voy a votar, naturalmente, pero sí diré lo que no voy a votar porque la nación y mis hijos me lo demandarían algún día. Y es que con más claridad que nunca los enemigos de la nación española está posicionados. Se encuentran alineados en formación de combate y dispuestos a derribar el orden constitucional a las primeras de cambio. No se ocultan, lo que es de agradecer. Creo que pocos columnistas han escrito durante años, cada 6 de diciembre, un artículo de loa y defensa de la Constitución de 1978 como yo lo he hecho. La he defendido apasionadamente porque cuarenta años de paz, prosperidad y convivencia en España son muchos años. Y la he alabado a pesar de que una parte sustancial de la misma no me gusta. Lo he dicho aquí decenas de veces: el Título VIII, de las Autonomías, es una herida por la que la nación se desangra lenta pero inexorablemente. Pero yo la voté tal cual y hoy volvería a votarla. Y por tanto la defiendo.

Ya está dicho todo con meridiana claridad: no votaré a los que quieren subvertir el orden constitucional vigente y llevarnos a donde nadie sabe. Saltos en el vacío, doble pirueta mortal sin red, no. Los experimentos con gaseosa. El nacionalismo, como recordaba en un artículo hace unas semanas, en palabras del presidente Mitterrand, es la guerra. Y con este tema, bromas las precisas. Pero hoy los nacionalistas xenófobos, racistas, antiespañoles y supremacistas no están solos. Los que quieren mandar tres mil años de historia al cubo de la basura y descuartizar la nación no están solos, tienen su cohorte de mariachis y palmeros. Todos apuntando al entrecejo de la Constitución, al corazón de la nación. Sea cual sea el resultado de la próxima cita electoral, la nación no va a doblar la rodilla. Siempre existió y existirá un buen puñado de sus hijos que la defendieron y la seguirán defendiendo de follones y malandrines tal como si regresara mi señor don Quijote.

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