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DETRÁS de la figura del aforado se esconde una profunda desconfianza hacia el sistema judicial. ¿Por qué el Supremo da mayor garantía que un juzgado de una Audiencia Provincial si, al final, también se puede recurrir en casación? La respuesta es sencilla: o porque los partidos utilizan la Justicia como un instrumento político o porque hay jueces que participan en ello desde detrás de sus togas. O ambas cosas a la vez. Como la figura del imputado es una condena virtual que ni siquiera resolverá una absolución de un tribunal, todos temen caer en manos de un juez o una juez de instrucción. Alguna vez, he oído lamentarse a un cargo del PSOE de que en su partido "no hay nadie que levante el teléfono para hablar con el Supremo". Es de suponer, entonces, que el PP sí gozaba de esas líneas de comunicación. ¿Es esto, entonces? ¿Que en el Supremo se está bajo cobijo? Al viejo Rey lo van a aforar mediante una ley que pasaba por el Congreso, es del poder judicial, pero también valdría la de especies amenazadas. Sólo deberían aforarse aquellas personas que, digamos, por logística, no pueden ir a un instructor local. El viejo Rey, por ejemplo. Cinco o seis personas, no más, y son 10.000 en España. Ni el PSOE ni el PP pueden votar en contra: ambos tienen diputados y senadores que ya habrían sido procesados en Andalucía de no estar aforados.
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