El parqué
Índices limitados
El fútbol español disfrutaba en verano en el tramo de las décadas de 1960 y 1980 de tres emblemáticos trofeos prestigiosos y atractivos: Teresa Herrera en la Coruña, el Ramón de Carranza en Cádiz y el Colombino que se asentaron como símbolos históricos pugnando por contratar con varios meses de antelación a la élite nacional y extranjera. Sin duda eran los reyes de la esencia del romance futbolístico.
El polémico presidente José Luis Martín Berrocal afrontó el reto de competir con los dos poderos más antiguos y el arranque coincidió como un acto más de las fiestas colombinas con los tres equipos más antiguos de España, Italia (Génova) y Francia (Racing de París). Y era tal la seducción del Colombino que atrajo por primera vez la visita de un equipo soviético a España, el Spartak de Moscú en la VI edición.
Pero la saturación de torneos en pretemporada y la llegada de la globalización del fútbol llevaron a los clubes poderosos la búsqueda de mercados más lucrativos con las pachangas estivales con declive progresivo a partir de 2010, además influyó la falta de capacidad para convocar a los “grandes” que despreciaron estas citas antes imprescindibles. Aquí se frenó durante un lustro (2018 y cuatro seguidos en el ciclo 2020-2023) y tras la nostalgia de los años de gloria aparece un proceso de que aparezca más vivo en el desafío de la supervivencia. A ningún recreativista hay que explicarle el caché desde sus raíces, sus avatares y ahora lo que cuesta volver a ilusionar. La carabela de plata se resiste a desaparecer.
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