Sanción ejemplar en tiempos convulsos
Cómo no
De diez partidos en la cuarta categoría, la antigua Tercera División de toda la vida, el Decano, el de los más de 13.000 abonados, el que tiene que mirar al primer puesto con colmillos afilados y semblante de obsesión, ha ganado sólo la mitad y, de la otra mitad, ha perdido más de los que ha empatado. Si alguien ve eso aceptable y/o normal, maravilloso. A mí me parece, cuanto menos, preocupante. Y hasta irritante, no nos vamos a autoengañar.
Los pitos del día del Malagueño que tanto ofendieron a algunos y tanto soliviantaron a otros tenían un mensaje cristalino: si se sigue así no se asciende. El partido de Yecla lo refrenda: o esto cambia diametralmente o nos quedamos otro año en este infierno. Me da que muchos de los que miraron con desprecio a los que estallaron hace dos domingos son los mismos que se rieron el pasado curso cuando, ya en la jornada tres -sí, en la tres, con el circo recién comenzado-, gran parte de los albiazules que estuvieron en la Ciudad Deportiva Luis del Sol gritó eso de “Óscar, vete ya” entre, por cierto, alguna mueca displicente. Miren dónde nos llevaron, dónde estamos hoy. ¿Fue para reírse la cosa? Hoy comprobamos que no tenía tanta gracia el asunto, ¿verdad?
Cuidado con los discursos de calma exacerbados porque las degradaciones deportivas suelen nacer justamente de ahí. Ya pasó cuando se tiró el playoff de ascenso a Segunda hace dos temporadas, cuando nos alejamos pronto de la cabeza el curso pasado o cuando del descenso a 2ª RFEF no nos libraba ni Goku en su tercera fase pero había que “tratarlo con normalidad”. Ya. Eso de asumir fracasos porque sí con el respaldo social que hay en esta época, el mayor de siempre pese a la peor situación deportiva de nunca, me es irremediablemente incomprensible. Creí que tras el doble descenso, en ciertas categorías, jamás íbamos a tropezar con la misma piedra. Sé que todo es nuevo desde entonces pero lo que no han cambiado son las decepciones y las malas pulgas casi domingo tras domingo, que es tan importante como el resto. Todo está en construcción, de acuerdo, pero o los pilares se asientan o el puente nace torcido como torcido está nuestro gesto desde la pifia del estreno casero. Fue un claro aviso, pero también se justificó; por supuesto, cómo no.
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