Todo se frena menos la guerra y los insultos

Musk se despide de la Casa Blanca, declarando decepción máxima porque aspiraba a que la motosierra de empleos públicos no se le atascara; mientras sigue la guerra arancelaria de Trump. Cierto que el Tribunal de Comercio le desbarató su estrategia al declarar ilegales la mayoría de las tasas, pero el presidente consiguió una suspensión cautelar de la sentencia. Veremos el siguiente capítulo del desatino.

Entretanto, el mundo parece ir frenando su actividad afectado por la incertidumbre. Hay destinos turísticos que se cambian, porque existe un cierto temor a volar a EEUU y a otros países; matrículas universitarias aplazadas porque no se sabe que sucederá, ya que Trump pide revisar las redes sociales de los extranjeros que aspiran a cursar estudios en instituciones educativas norteamericanas; inversiones internacionales que se repiensan porque es imposible predecir el final de los aranceles; la propia economía de EEUU va frenando…

Sólo hay dos cosas que no se detienen, por desgracia: el genocidio de Gaza, que horroriza al mundo civilizado, y la guerra en Ucrania donde Putin ha sacado de quicio al propio Trump al intensificar sus ataques en vez de dar pasos hacia la paz. La emoción descontrolada del embajador palestino ante el pleno de Naciones Unidas al narrar el asesinato de menores en la Franja de Gaza y Cisjordania, impactó a una opinión pública cada vez más narcotizada ante las agresiones diarias a civiles indefensos y moribundos.

Y algo más, lamentablemente imparable: el nivel de insultos en la política española, que crece sin que se adivine su techo. Avances tapados, cero propuestas y mayor voltaje de palabras denigratorias. Impresión de mayores apuros del Gobierno en las últimas semanas y concreción de retrocesos en Valencia y Baleares, al cerrarse pactos sobre los Presupuestos entre el PP y Vox. Valga como antesala de lo que, según las encuestas, puede suceder en cuanto se convoquen elecciones en España. Será en 2027, según Pedro Sánchez; sería la semana que viene, si fuera posible, como exige Alberto Núñez Feijóo, que trata de reforzarse en su propio partido por si el camino se le hace demasiado largo y se imponen otros liderazgos.

Hace pocos días, en el VIII Encuentro de Economía Senior, la audiencia quedó gratamente sorprendida al escuchar a dos jóvenes diputados, Miguel Ángel Sastre (PP) y Víctor Camino (PSOE). Expresaban puntos de vista coincidentes sobre el futuro de las pensiones; además de confesar que trabajan juntos en buena parte de las propuestas que formulan en las comisiones parlamentarias en las que coinciden. Incluso Sastre, discretamente, expresó su satisfacción por esa coincidencia sobre asuntos de importancia para la vida de los ciudadanos alejándose de las broncas políticas, que son las que los medios recogen. Y el Diario de Sesiones. Hay diputados a los que, releyendo esas actas, no es posible encontrarles una sola propuesta constructiva porque todas sus palabras se inspiran en la demolición. Reconforta que las nuevas generaciones, al menos una parte, no participen de las cacerías denigratorias. Esa música de colaboración en el estudio y solución de los problemas del país es la que desean escuchar los ciudadanos. Pero el ruido ambiental la tapa y los avances evidentes se oculta.

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