La corrupción trae más que costes políticos
Y ahora, Lamine contra Cristiano
Desde mi córner
Llega la oportunidad de revalidar título, pero rara vez se ve cómo tras marcar cinco goles se acabe pidiendo agónicamente la hora. Es lo que ocurrió anoche en el Mercedes Benz de Stuttgart a través de un partido presidido por la tremenda eficacia del equipo español, una máquina perfectamente sincronizada que sacaba petróleo de cada intentona en ataque. Formidable sensación de equipo grande la de nuestra selección durante más de una hora, aunque reconociendo que mucha cimentación del edificio la ponía un acertadísimo Unai Simón.
Se mesaba los cabellos Didier Deschamps viendo cómo a los suyos le quitaban la cartera con facilidad hasta reflejar el marcador un 4-0 cuando iba a cumplirse la hora de juego. Cuatro goles con exhibición de ese diablo llamado Lamine Yamal mientras pasaba desapercibido Mbappé y no digamos Dembélé. Desde aquella tarde en que a Basora lo calificaron como el Monstruo de Colombes no se daba un chorreo así con nuestros vecinos, pero, sorprendentemente, faltaba mucha tela por cortar.
Mbappé acorta desde los once metros, Lamine devuelve la jugada y a partir de aquí, un tobogán de despropósitos, autogol incluido, para que surjan los nervios y todos nos toquemos la ropa cuando a balón parado todos los protagonistas en el pleito pueblan el área española en busca del empate a cinco goles. No hubo drama y España estará el domingo en Munich para un Lamine-Cristiano; veinte años los separa.
También te puede interesar
Lo último