Perspectivas estables en las divisas
Requiem por la chicotá
No soy persona que me niegue a aceptar los cambios que nos proponen los tiempos que nos tocan vivir, pero hay cambios que, me cuesta la vida digerirlos. Desde que dejé de ser costalero, contadas con una mano han sido las veces, que he ido a ver un ensayo de una cuadrilla. Soy de aquella generación de costaleros que a finales de los setenta y principio de los ochenta comenzamos con esta bendita forma de rezar en Semana Santa.
De un tiempo a esta parte observo que, un nuevo lenguaje surge en el argot del costalero. Una de las palabras con más sabor dentro del lenguaje de la costalería (como dice me admirado Afi) es sin duda, chicotá. Esta palabra que, ya en sí, encierra un mundo único y repleto de emociones, las nuevas generaciones de costaleros, con la complacencia de viejos costaleros y capataces, está a punto de ser jubilada, ya que ahora, se ha puesto de moda el denominar lo que siempre ha sido una chicotá con el neologismo de mano. Se oye entre los más sesudos de esto del costal, expresiones como todas las manos, o decirles a los pateros eso de trabajamos todas las manos. Sé perfectamente, de donde viene ese nuevo vocablo en estas lides, al igual que sé que a la pata del paso, se le llama shanco, con ese sonido de sh inglesa que, siendo una mala imitación, puede creer el susodicho, que está en lo más top de esto de la costalería. Eso si, el patero sigue siendo patero y no shanquero. Aprendamos bien e importemos también de Sevilla, que los costaleros son gente comprometidas con los cultos de sus hermandades. Se me viene a la cabeza a ese grupo de costaleros de Sevilla y a su capataz, que se pegan una kilometrada para asistir a un culto o a una exaltación en honor de la Titular que sacan en Huelva.
No olvidemos la verdadera idiosincrasia del costalero. Nuestras expresiones deben seguir siendo las de siempre y no jubilemos del argot costalero palabras con una carga semántica y emocional maravillosa.
Me resulta chocante contemplar cómo el hacerse la ropa, que era el rito inicial e indeleble del costalero, con el que se hacía y ajustaba el costal y la faja, en nuestros días, dicho rito comienza con remangarse los pantalones para que se vean los calcetines, lucir gemelos de gimnasio o qué sé yo. Vuelvo a decir, no estoy en contra de los cambios, pero si de muchas tonterías que desvirtúan el maravilloso y honroso mundo del costal. Es lo que tiene el haber sido costalero por devoción y cortito de afición.
Como en todo, existe una nomenclatura y unas formas que hay que respetar y, con los cambios de generaciones se pueden ir aportando expresiones y estilos nuevos, pero certificar la muerte de hermosas palabras con tanto calado cofrade, por modas, eso más que evolución es dar un paso atrás.
A pesar de que hace mucho que dejé de ser costalero e incluso estoy ajeno al ambiente del costal, soy cofrade y me gustan las cosas con sentido, con fundamento y con una tradición.
Quiero hacer un homenaje a la palabra chicotá, la cual, ha formado parte y sigue formando, de tantos versos en pregones, que ha sido parte del título de muchos libros cofrades, que ha servido y sirve para describir un itinerario de vida. Los cofrades llamamos al peregrinaje por la vida, la chicotá de la vida.
Vamos a dejarnos de manos y sigamos llamando a las cosas por su nombre… ea, acabo mi chicotá y bajo el paso de esta colaboración. Por cierto; amo, respeto y quiero a la Semana Santa y a la ciudad de Sevilla, por si acaso…
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