Análisis

Santiago Padilla

Secretario de la Hdad. Matriz

Muñoz y Pabón, 150 aniversario de su nacimiento

La coronación canónica de la Virgen del Rocío vino a refrendar la devoción

P style="text-transform:uppercase">or estas horas frías del primer invierno, en que se empina la última quincena de diciembre y la noche sigue secuestrando media tarde, se apagó tu luz y tu inteligencia, un 30 de diciembre del año 1920. Apenas había transcurrido un año y medio de uno de tus méritos más celebrados, la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío, el 8 de junio de 1919, en la que te manifestaste, de principio a fin; desde mayo de 1918 hasta julio de 1919, en pleno apogeo de tus apabullantes condiciones físicas e intelectuales, que te hicieron asumir en primera persona la mayor parte de los detalles y obligaciones, las pequeñas y las grandes, propias de una coronación avalada por la curia romana de San Pedro, que vino a cambiar el sino histórico de esta devoción. Sí, que hizo posible aquel paso tan decisivo hacia su universalización y hacia su homologación como una realidad de fe en comunión eclesial, que es en verdad la que tiene ese don y ese carácter universal. Y apenas unos meses después del entierro de tu amigo del alma, el jovencísimo diestro de Gelves, en la flor de su toreo, Joselito El Gallo, que te devolvió la faena, ya marchito en el camposanto de San Fernando, con una pluma inmortal, obsequio del pueblo de Sevilla, que tu prendiste, en otra faena prodigiosa, del talle de La Macarena.

Dice el testimonio de tu sobrino sacerdote, Antonio Ruiz de Vargas Muñoz, que te asistió en este postrero momento de tu vida, que la enfermedad te llevó al punto que "…tu poderosa inteligencia no pudiera formular una frase que expresara algo concreto, y a que tu imaginación vehemente, y que a tan altas regiones se remontó, estuviese aletargada, o a que tus sentimientos, que eran purísimos, no pudieran exteriorizarse con las cariñosísimas manifestaciones de afecto, que te definieron siempre...". Pero no es tu muerte el motivo de este aniversario que la Hermandad Matriz de Almonte, en colaboración con el Consejo General de Hermandades y Cofradías de Sevilla y otras instituciones, hemos puesto en marcha a comienzos de este mes de diciembre, en el ecuador de la efeméride. Lo que estamos celebrando es tu vida, el día que entraste a formar parte de nuestro género, un 24 de junio de 1866, en el pequeño municipio de Hinojos, de cerca de 1.300 habitantes, que había sido incorporado más tardíamente a la nueva demarcación territorial de la provincia de Huelva por un canje político y administrativo con Carrión de los Céspedes, que se incorporaba a la de Sevilla. Se cumplen, por tanto, 150 años de tu venida al mundo, de uno de los hinojeros, onubenses, andaluces y españoles, más relevantes del tiempo, breve, pero intenso, que le tocó vivir.

Es esa vida, inyectada con tanta determinación en tu carrera eclesiástica, que te permitió desarrollarla con brillantez, e incorporarte muy pronto al cuadro de profesores del sevillano seminario Conciliar, y que te hizo canónigo Lectoral de su potente cabildo metropolitano en 1903. O esa fuerza que demostraste junto con otras habilidades homiléticas que te convirtieron en un predicador de campanillas, que se disputaban y codiciaban las cofradías de Sevilla, de Andalucía y de España para dar relieve a los cultos de sus titulares, bien fueren de penitencia, de gloria o hermandades sacramentales.

Pocos como tú, militante muy activo en varias cofradías sevillanas y de Hinojos, ayudaron a universalizar la Semana Santa y las Fiestas de Primavera, o El Rocío, que celebran estos pueblos y ciudades de la baja Andalucía, cuando se publicaron algunos de los primeros textos que intentaron dar una visión torcida, parcial, crítica, e incluso caricaturizadora, de esta fiestas tan arraigadas del pueblo andaluz, de la mano de Eugenio Noël o de Vicente Blasco Ibáñez, entre otros, como consecuencia de un anticlericalismo social extendido y creciente. Esa labor, desarrollada en la prensa de Madrid o de Sevilla y de otros lugares (Salamanca, Córdoba, Huelva...), como periodista que escribía columnas con mucha regularidad, lo que nos subraya tu reconocimiento profesional, sirvió para difundir el buen nombre de las fiestas de primavera y crear algunos de los estereotipos y de los términos cofrades y festivos que han pervivido en sus argots respectivos hasta nuestros días.

Y es ocasión de celebrar tu importante producción literaria, pues pocos como tú nos describieron, con tanta gracia y chispa la cultura popular de los pueblos del Condado de Niebla, del Aljarafe sevillano, o de la propia Sevilla, de donde están rescatados e inmortalizados los personajes de tus novelas y de tus artículos de costumbres. Cerca de quince novelas y otras quince publicaciones de otros géneros literarios nos dan cuenta de tus afanes y propósitos. En ellas duermen para la eternidad la vida cotidiana de estos pueblos, sus paisajes, sus sueños individuales y colectivos; convertido en un reportero con los pies en la tierra de primer nivel. Y entre ellas, tu obra cumbre rociera, La Blanca Paloma (1919), que reeditamos en fechas muy próximas con la inestimable ayuda de la Fundación Caja Rural del Sur.

Es el momento, en fin, de subrayar todo lo que hiciste por la cultura de los pueblos del Condado, por la piedad popular del sur, siendo un adelantado de tu tiempo en tu compromiso, en tu militancia y en tus convicciones; de conocer más y mejor los perfiles de tu poliédrica biografía, de pasar de puntillas por el vasto anecdotario que ahoga la profundidad de tus acciones y realizaciones; de no esconder tu nombre, por el hecho de pertenecer al sagrado ministerio del sacerdocio; de celebrar, en definitiva, tu venida al mundo, tu valía, tu generosidad... hace ahora 150 años, Juan Francisco Muñoz y Pabón.

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