Días de comics

La única victoria sobre el amor es volar

  • Josefina, la emperatriz de las rosas (2011), de Kaoru Ochiai y Yumiko Igarashi, narra la vida de Josefina de Beauharnais, primera esposa de Napoleón y Emperatriz de los franceses

Portada del segundo número de la edición española.

Portada del segundo número de la edición española.

Se atribuye a Napoleón Bonaparte la frase que afirma que “La única victoria sobre el amor es volar”. Sin embargo, la leyenda de que el de Napoleón y Josefina fue un amor apasionado no es cierta, es simplemente eso, una leyenda que ha llegado hasta nuestros días adaptada en diversos formatos.

Una versión de las más exitosas es Bara no Josephine, cómic japonés cuyo título se tradujo al español como Josefina, la emperatriz de las rosas. Se trata de la historia biográfica de Josefina de Beauharnais, la primera esposa de Napoleón Bonaparte, Emperatriz consorte de los franceses, Reina consorte de Italia, y Duquesa de Navarra. La obra se publicó por entregas en la revista Princess Gold entre 2011 y 2014, recopilándose en cuatro volúmenes en formato tankōbon en el mercado japonés, con guion de Kaoru Ochiai y dibujo de Yumiko Igarashi, mangaka japonesa recordada por ser la ilustradora de la serie Candy Candy, que se popularizó en España en su versión anime, emitida por TVE con una década de retraso.

Josefina, llamada Rosa hasta conocer a Napoleón, nació y vivió en la colonia insular francesa de Martinica (perteneciente al archipiélago de las Antillas Menores) hasta que en 1780 contrajo matrimonio en París con Alexandre de Beauharnais. A fines de 1783 se separa de su esposo y poco después regresa al Caribe. Más tarde vuelve a la capital francesa, justo para la caída del Antiguo Régimen y la instauración de la Primera República Francesa. Durante la Revolución Francesa, el vizconde de Beauharnais fue guillotinado (1794), y la propia Josefina permaneció confinada.

Josefina se convirtió en una de las figuras más populares de la sociedad parisina, y tenía 32 años de edad cuando conoció a Bonaparte, siendo él seis años más joven. Josefina provenía de una familia acomodada que, no obstante, también pasó dificultades, especialmente cuando un huracán destrozó la plantación de la que su familia vivía. Cuando conoció a Bonaparte, este era un militar; de hecho, cuando se casó con él no había ni siquiera comenzado a comandar las tropas que lo llevarían a la victoria y a convertirlo en Emperador.

Portada del tercer número de la edición española Portada del tercer número de la edición española

Portada del tercer número de la edición española

Ambos encontraron que tenían vidas similares. Los dos eran isleños, ella de Martinica y él de Córcega, ambos habían tenido la experiencia de una madre presente, dulce y disciplinada y todo lo contrario (también ambos) con respecto al padre alcohólico e irresponsable. A finales de octubre de 1795, Bonaparte fue nombrado General en Jefe del Ejército del Interior y, tras haber sido rechazado por dos mujeres, le pidió a Josefina que se casara con él, petición que ella aceptó. El matrimonio le aportó a él una sólida conexión francesa.

En marzo de 1796 contrajeron matrimonio por lo civil. Ella vio partir dos días después de la boda a su esposo a Italia, liderando el Ejército francés. Mientras, Josefina disfrutaba siendo infiel a su marido. Infidelidades que llegaron a los oídos de su esposo quien decidió no transigir y, regresando de una expedición de Egipto y enfurecido por los celos, expulsó a Josefina del hogar, aunque enseguida la perdonó. Lo que sí logró es que nunca más le fuera infiel, probablemente por temor a un divorcio. Ahí las tornas empezaron a cambiar y el que se convirtió en infiel fue él. A todo esto, la relación comenzó a deteriorarse porque Josefina no lograba quedarse embarazada.

Cuando Napoleón fue coronado Emperador, hizo lo propio con su esposa. Él mismo le colocó la corona en la cabeza mientras ella se arrodillaba ante él.

A pesar del amor que le profesó siempre a Josefina, Napoleón terminó cansándose de su disipada vida y del poco afecto que ella le mostraba. Esto, unido a que nunca se quedó embarazada, le sirvió de excusa para solicitar el divorcio, que tuvo lugar el 10 de enero de 1810. Un año más tarde, Bonaparte se casó con la Archiduquesa María Luisa de Austria, que sí le dio el futuro Napoleón II de Francia. La vida de Josefina, a partir de ese momento, fue más plácida, ya que Napoleón le mostró todo su amor en forma de generosidad otorgándole unas rentas vitalicias altas. Napoleón conservó su afecto por ella hasta 1809, año en que la repudió. Josefina Bonaparte se retiró a su residencia de Malmaison y se mantuvo en contacto con el emperador hasta su muerte, el 29 de mayo de 1814.

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