El triángulo escaleno de Cobos Wilkins
El autor traza una biografía sentimental a través de sus poemas en última jornada de 'Poesía en Vandalia', en la que participaron también José Carlos Llop, Vicente Gallego, Nuria Barrios, Ángela Vallvey y Álvaro Salvador


El encuentro Poesía en Vandalia, el encuentro organizado por la Fundación Lara en el Espacio Santa Clara de Sevilla, concluyó ayer con la participación de José Carlos Llop, Vicente Gallego, Nuria Barrios, Ángela Vallvey, Álvaro Salvador y Juan Cobos Wilkins, autores, como señaló este último, "de generaciones distintas y poéticas diferentes", y que se sentaron para hablar de poesía, sobre todo para leerla, en una mesa redonda moderada por el editor y crítico liteario de este periodico Ignacio F. Garmendia. Contactamos con Cobos Wilkins antes de su intervención, un recorrido sentimental por su biografía como escritor.
El onubense, nacido en Minas de Riotinto en 1957, leyó tres poemas que definen no sólo la clase de estética que le hace sentir y pensar, sino también -y en este caso sobre todo- algunas claves importantes sobre sus pasos en la tierra, más allá de su entrega a la escritura. "Son poemas -afirmó sobre la selección de lecturas- que si no forman un triángulo equilátero, al menos componen un triángulo hermosamente escaleno, y en el que a mí, a diferencia del otro, el de las Bermudas, no me importa perderme". Se refería a Llama de clausura, Un poeta duerme sobre la colcha de bodas de sus padres y Mater.
El primero de ellos da título a un poema y al libro que lo contenía junto a otros muchos, un volumen publicado en 1997 y que recibió el Premio Gil de Biedma, con un jurado presidido por Rafael Alberti, "y eso", recuerda Cobos Wilkins, "me emociona todavía". Este poema, que ayer leyó, comienza con este verso: "Jamas imaginé que en mitad del camino de la vida estaría tan solo y con tantos fantasmas". El autor escribió aquella obra que tantas alegrías le daría luego casi como un exorcismo personal: "Fue un libro de tránsito, de metamorfosis". En aquella época el autor se marchó de Huelva en busca de una nueva vida en Madrid. "Iba a buscarme la vida. No tenía trabajo ni casa, nada. Sólo una maleta con la ropa en una mano y en la otra, la máquina de escribir que me regaló mi padre, una Olivetti de letra 32. Yo no tenía ya precisamente 17 años, pero me fui con rebeldía romántica, dejando algo atrás y comenzando algo que entonces no sabía aún qué iba a ser".
Si ese poema en concreto sigue para él una especie de caja de resonancia de ese momento vital, tan frágil como vibrante, Un poeta duerme sobre la colcha de bodas de sus padres, el que cierra su Biografía impura, que vio la luz en la colección Vandalia, también le suscita, según reconoció, una "gran emotividad". Fue su reencuentro con la poesía tras más de una década, al menos públicamente, porque en ningún momento dejó de escribirla para sí mismo. Ocurrió que de repente el escritor se vio envuelto en el fenómeno que generó su primera novela El corazón de la tierra, publicada en 2001 y a la que siguieron otras, como Mientras tuvimos alas, que le pusieron en el extraño podio de los autores de best-sellers. "Y yo no quería que el lector tuviera que elegir entre un libro de poemas y uno de prosa, porque la poesía es la cenicienta y yo sabía que si iba a cualquier feria de libro con una novela y un poemario, éste se me quedaba relegado. No quise de ninguna manera someter a esa pugna a un libro de poemas, que para mí es algo sagrado", explicó. "A mí no me interesa ni la poesía ni la vida conservadas en formol, intactas, impolutas... La vida mancha y salpica", añadió el escritor onubense, a propósito del título de esa obra que fue premiada por la crítica andaluza y que supuso el restablecimiento de la comunicación con sus lectores a través de estos versos que no componen una biografia "estrictamente rigurosa", ni quieren, porque la poesía, lo sabe cualquiera, ofrece una exactitud que no tiene que ver con las fechas, sino con cosas mucho más importantes.
Mater, el poema que completa ese triángulo escaleno del que habla el onubense, pertenece a su último libro de poesía hasta la fecha, Para qué la poesía, y nace a raíz, explicó, de "ciertas relaciones con enfermos de alzheimer, esa enfermedad terrible que actúa "como una escoba que lo barre todo". "Pero descubrí -cuenta- que lo último que se olvida, que lo que queda todavía en la memoria mientras desaparecen los recuerdos más cotidianos, como lo que se hizo ayer o el nombre de las personas, es la poesía. Algunos poemas permanecían y eso me resultó extremadamente conmovedor. Bueno, siempre está esa pregunta: para qué sirve la poesía, ¿no? Pues para que una persona siga teniendo conciencia de su lugar en el mundo, de su verticalidad sobre la tierra. Es un puente tendido en el vacío. Por eso, en este poema, quise contruir el poema no desde la memoria, sino desde el olvido".
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