Cultura

El tren

Hace días veía en una de esas cadenas que emiten cine sin más interrupción que la publicidad, una película que me interesó, en primer lugar porque no la conocía y después por la entidad del tema y su tratamiento cinematográfico. Se trata de Berlin Express, dirigida en 1948 por Jacques Tourner con un importante reparto, sobre un caso de espionaje que ocurre en Frankfurt en los años inmediatamente posteriores a la II Guerra Mundial. Sobre la anécdota estaba el tren como escenario protagonista de las secuencias más decisivas del film. Una vez más pensé este ingenio mecánico, que no hace mucho cobraba los más impresionantes planos de una película de nuestro tiempo, "Imparable" (2010), de Tony Scott con Denzel Washington al frente del reparto, se erigía en la estrella fulgurante de un emocionante relato en la pantalla.

Hace ya varios años, en los albores de 1999, publicaba en mi espacio cinematográfico de este mismo periódico una serie de artículos sobre ese protagonismo del tren, ese monstruo mecánico extraordinariamente fascinante y a veces terrible en la pantalla. Recordemos la anécdota de aquel documental que, proyectado en una barraca de feria en las primeras exhibiciones públicas del cine, levantaba de los asientos y ponía en estampida a los espectadores que veían que se les echaba encima una locomotora a toda velocidad. Y evoquemos también la primera película en que aparecía el tren. Fue Ferrocarril tracción caballar, que exhibía en Moscú el actor Sashin el 4 de mayo de 1896, si bien donde realmente el tren era verdadero protagonista fue en el primer western, película del Oeste como aquí decimos, que llevaba por título Asalto y robo de un tren, dirigida por Edward Stratton Porter en 1903.

Desde entonces hasta nuestros días el tren ha sido utilizado en infinidad de ocasiones en el cine, como yo trataba de antologizar en aquellos artículos. Y digo trataba porque resulta verdaderamente difícil establecer la presencia del tren, a veces ocasional y anecdótica, en muchas películas. Pero hay otras que lo han elevado a la categoría primordial y que, por diversas circunstancias se han hecho inolvidables. Es el caso de El maquinista de la General (1926), del irrepetible y genial Buster Keaton; Shanghai Express (1932), de Josef Von Stenberg; Los hermanos Marx en el Oeste (1940), de Edward Buzzell con el impagable incendio del tren y la frase inefable ¡Más madera, es la guerra!; Extraños en un tren (1951), de Alfred Hitchcock, que ya había lo había utilizado en otras películas de su primera época y aparecería de nuevo en Con la muerte en los talones (1959) o la emotiva por tantos motivos Stazzione Termini (1953), de Vittorio de Sica con diálogos de Truman Capote.

Es ingente la cantidad de títulos en los que el tren aparece de una forma más o menos esencial. Podría llenar páginas y páginas con su referencia y su incidencia en las películas. Permitirán que destaque entre tantas Con faldas y a lo loco (1959), de Billy Wilder; Rocco y sus hermanos (1960), de Luchino Visconti; El tren (1964), de John Frankenheimer con Burt Lancaster frustrando el robo de cuadros del Louvre perpetrado por los nazis; Trenes rigurosamente vigilados (1966), de Jiri Menzel o El Mesías salvaje (1976), de Ken Russell, posiblemente una de las películas más extrañas y desconocidas del cine europeo de los años 70, con el tren como provocativa metáfora.

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