Algunas tragedias íntimas

Crítica

Tránsito publica ‘Si no fuera por las sílabas del sábado’, la premiada novela de la escritora brasileña Mariana Salomão Carrara, con la que obtuvo el Premio São Paulo de Literatura en 2023

Baroja en el Malecón

Mariana Salomão Carrara (São Paulo, 1986).
Mariana Salomão Carrara (São Paulo, 1986). / Renato Parrada

La Ficha

Si no fuera por las sílabas del sábado. Mariana Salomão Carrara. Traducción de Regina López Muñoz. Tránsito. Madrid, 2025. 208 páginas. 19,95 euros.

El debate respecto a la posible actualidad de la tragedia como estética significativa en el siglo XXI resulta interesante, más que por las conclusiones, por las preguntas que es capaz de suscitar. Si la tragedia entraña una experiencia vinculada al destino, la postmodernidad ya se encargó, en teoría, de desacreditar cualquier apreciación al respecto, pero tampoco estaban todas las cartas sobre la mesa. En las dos últimas décadas, autores como Wajdi Mouawad han devuelto la tragedia al ecosistema en que nació, la escena, con resultados incontestables y con una amplia aceptación del público. En la narrativa, no pocas autoras han cultivado en el mismo plazo una literatura que podemos asociar a lo trágico, resuelta, eso sí, en espacios mucho más íntimos, en una observación casi entomológica de los comportamientos más discretos y sutiles, así como de las emociones que los encienden, susceptibles de ser interpretados como elementos propios de la tragedia. Resulta estimulante, de hecho, el modo en que aquellos postulados que la misma postmodernidad descartó por autoritarios o absolutos han quedado reformulados en una narrativa mucho más enfocada a lo imperceptible, al gesto, a la domesticidad cotidiana, ahí precisamente donde el feminismo ha puesto gran parte de su atención, para hacerlos significativos en nuestro tiempo. A partir de esta premisa, la lectura de una novela como Si no fuera por las sílabas del sábado, de la escritora brasileña Mariana Salomão Carrara (São Paulo, 1986), entraña una ocasión ilustrativa respecto a las vías que la tragedia ofrece para la expresión contemporánea de emociones universales. Por ello, la editorial Tránsito acaba de ponerla en circulación con la preciosa traducción de Regina López Muñoz, fiel precisamente al estadio mínimo en que se resuelven aquí los acontecimientos.

Si alguien echaba de menos una novela en la que las palabras no dichas cuenten tanto o más que las pronunciadas, aquí podrá resarcirse

“No habría cambiado nada. Pero es importante que las tragedias se descubran inmediatamente”. Así empieza la novela de Salomão Carrara, con la que la escritora (autora de un buen puñado de novelas, incluida la posterior A árvore mais sozinha do mundo, publicada en Brasil el año pasado) obtuvo en 2023 el Premio São Paulo de Literatura. Para empezar, la muerte que sostiene la tragedia se manifiesta a priori: Ana, la protagonista, acaba de perder a André, el padre de su hija, Catarina, un bebé al que ahora debe criar sola. André perdió la vida en un accidente absurdo en el que también falleció el marido de Madalena, una vecina, a la que Ana se ve ahora unida de manera irremediable y a la vez perturbadora. Pero Si no fuera por las sílabas del sábado adquiere forma de triángulo con la presencia de Francisca, una niñera con una habilidad especial a la hora de escarbar en el mundo de Ana y su conciencia hasta, quizá, sustituirla. Con estos mimbres, Salomão Carrara ha escrito una novela sobre el destino y sobre el absurdo, quién lo diría a estas alturas; pero lo ha hecho desde sus afueras, desde las sombras, desde los detalles inadvertidos, el pálpito que antecede a la siguiente crisis, los silencios y las miradas cruzadas. Si alguien echaba de menos una novela en la que las palabras no dichas cuenten tanto o más que las pronunciadas, aquí podrá resarcirse a gusto.

Sin alardes vanos ni tramas hinchadas, la prosa respira la expresividad precisa

La tragedia se manifiesta para Ana en los objetos más rutinarios, en las orquídeas que André no prefería, en la crema recetada por la pediatra cuya aplicación encierra el encuentro perfecto con Catarina, en el timbre que toca Madalena cada vez que hace acto de presencia, en el paraguas que chorrea en el recibidor, en los cojines amontonados en el sofá, piezas de un mundo que fue pleno mutadas ahora en invasores extraños, restos de una Troya en la que no se puede vivir. De manera audaz, bella y a la vez escalofriante, Salomão Carrara escribe sobre cómo la perdida cambia las reglas del juego en la relación con el mundo, en el aprendizaje de que ni la realidad ni el tiempo van a representar el papel de sanadores: “Ahora él solo está realmente en mí, y cada vez menos, hago un esfuerzo para recordar su voz que no llega, olvidado en la memoria de su madre y poco claro en la mía, embotamiento implacable”. Con una prosa a la altura, sin alardes vanos ni tramas hinchadas, pero con la expresividad precisa que requiere una historia como esta, tan arrimada al silencio, Si no fuera por las sílabas del sábado relata el descubrimiento de la tragedia que Ana anhela, pero también el terrible hallazgo de que únicamente podemos llegar tarde.

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