Los tarantulados
Historias del Fandango
Que los efectos de la picadura de la tarántula se curaban con el toque de la guitarra es una creencia popular muy vieja y practicada.

Se creía que la persona mordida por semejante insecto iba expulsando el veneno con el sudor que le producía bailar sin descanso durante horas al compás de un toque musical enérgico y vertiginoso. De tal modo que en el sur español, donde ese bicho era abundante, había tocaores que se dedicaban a tal menester.
En realidad, parece ser que la turbación emocional producida por el veneno de la tarántula lo que provocaba era una especie de episodio psicosomático o crisis histérica, que se curaría practicando una danza a ritmo frenético. Este ritual se mantiene todavía en varias regiones de Italia. En España también se tocaba para tal fin la tarantela, pero -contribución patria-, sobre todo se tocaban fandangos y jotas como bailes de ritmos más vivos.
Tarantela, tarántula, taranta
La palabra parece provenir de un baile popular italiano conocido como "tarantela", que es una sonata de origen napolitano 'con cierto aire armónico entre fandango, folía y canario', y estaría gramaticalmente emparentada con el fandango de Almería del que deriva la "taranta", pero nos movemos entre conjeturas por asociaciones fonéticas.
Casos históricos
No es asunto menor este de los tarantulados, al que se han dedicado cientos y cientos de páginas. Buscando casos históricos, encontramos uno en Puertollano, en 1783, cuando un médico indicó a los vecinos de un labrador picado que le tocaran para que bailara y fuera soltando el veneno, y así lo hicieron durante ¡ocho días! Lo cita el médico Arturo Valledor de Lozoya en su libro "Envenenamiento por animales venenosos y urticantes del mundo".
En el blog elflamencoesotracosa.wordpress.com encontramos una reseña documental de la Diputación de Almería, de 1815, en la que se pide el pago de unos gastos: "En este año se presentó a la Junta Miguel Ortega, ciego, vihuelista, vecino de esta ciudad, solicitando se le satisfaga su penoso trabajo de dos noches y dos días y medio que ha estado tocando la Tarantela a un enfermo a quien le picó este animal (...) y que por disposición de los facultativos se cree ya fuera de peligro. Se acordó que el Administrador le satisfaga sesenta reales por consideración a la falta de sueño y a su trabajo".
Desde la ciencia se negaba que los agitados bailes de las personas picadas fueran un remedio eficaz para aliviarles, aunque estas prácticas, basadas en creencias populares, se siguieron aplicando todavía hasta bien entrado el siglo XX. La picadura producía dolor, sí, pero las reacciones de la persona afectada eran más una cuestión psicológica que fisiológica, decían los médicos. En 1902 se registró en Osuna una verdadera plaga de tarántulas y un grupo de tocaores se dedicó a acompañar a los muchos pacientes que los reclamaban. Experimentos iniciales de la músicoterapia.

Sobre mediados del siglo XIX, se publicó un artículo en el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia en el que un médico narraba su visita a un afectado. Tenía dudas, no se creía que la música de la tarantela fuera el remedio apropiado para aliviar sus dolores y se puso de acuerdo con el guitarrista para que tocara otra música diferente de la que él le pidiera, por ver la reacción del tarantulado.

Lo firmaba el doctor Juan Lozano Granados, en Campanario, que hizo un prolijo informe para conocimiento de sus compañeros de la profesión, después de ver bailando al afectado durante seis horas. "¿No hay una música sui géneris que pueda servirles de lenitivo -a estos enfermos-? Yo creo que sí, al menos la hay para la tarántula", reflexionaba el galeno dejándonos desorientados al asegurar que la tarantela es un "baile medicinal" para los afectados.
En el barrio de La Viña, de Cádiz
Este otro episodio lo publicó El Noticiero Sevillano en julio de 1894. En la calle San Rafael, en una casa pobre, una mujer sufrió la picadura de una tarántula y, siguiendo la creencia popular, se puso a bailar a las diez de la mañana con acompañamiento de una guitarra. Conocida la noticia, un redactor del periódico La Dinastía se dirigió a la casa de la afectada y la encontró "tirada en el suelo, medio desnuda y dando continuos saltos mientras en un rincón de la habitación un anciano rasgueaba una guitarra. De hora en hora se iban turnando varios guitarristas, dándole unos minutos para que la paciente descansara de tanto ejercicio y para que tomara tazas de caldo que le acercaban sus hijas; entretanto, las vecinas allí reunidas pedían, bandeja en mano, una limosna a los que se acercaban. La casa se fue llenando de curiosos durante toda la noche. Y tanta era la concurrencia que los serenos tuvieron que intervenir ordenando que salieran a los que no tenían allí domicilio". ¡Cádiz!
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En la próxima entrega: Por tierras argentinas
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