Música

El sonido más preciado de la corte en el ciclo de música antigua de la UHU

  • El Trío Ruibérriz-Turina-Del Campo aborda el universo camerístico de Bach en la Catedral de Huelva

El Trío Ruibérriz-Turina y Del Campo durante el concierto en la Catedral de Huelva.

El Trío Ruibérriz-Turina y Del Campo durante el concierto en la Catedral de Huelva. / Josué Correa (Huelva)

A Huelva llegaban el jueves unos músicos formados en la rica vertiente del Historicismo: el Trío Ruibérriz-Turina-Del Campo para clausurar el XIII Ciclo Arquitectura y Música de la Universidad de Huelva. Instrumentistas perpetuadores de un criterio que han adquirido con los maestros Wilbert Hazelzet, Anner Bylsma y Ottavio Dantone. Estos nombres de sus respectivos currículos ya nos anticipaban un rigor y un estilo que cada vez llegan a más público. De hecho, el concierto de clausura de la Universidad de Huelva abordó el universo camerístico de Bach con la flauta travesera como protagonista. Escuchamos una interpretación pulcra, elaborada con fundamento y rebosante de ideas. Aplaudió con entrega un público que no perdía detalle en el transcurso de estas partituras.

Las tres primeras obras se vinculaban mágicamente gracias a la misma tonalidad: Guillermo Turina y Eva del Campo nos adentraron con respectivas aportaciones en el lenguaje del compositor; él con una lectura tan reflexiva como indagadora y ella sirviéndose de una articulación dulce y natural. Resaltamos de la sonata BWV 1033 el Minueto, contrastado en una primera sección parsimoniosa y una segunda ágil; aquí disfrutamos del equilibrio camerístico de la flauta, el chelo y el clave.

Otro logro del Trío, el Adagio ma non tanto de la sonata BWV 1034, movimiento desgranado con mimo en acentuaciones expresivas, dinámica por terrazas y realces sonoros de un instrumento en particular. El Siciliano de la 1035 incorporaba el timbre de laúd en el clave, que propició texturas maravillosas en una interpretación donde se jugaba sutilmente con el tempo. Ganaba el bajo continuo con detalles oportunos en algunos pasajes, como hiciera el chelo con arcadas jugosas o un pizzicato con arpegios al final del Andante de la 1034.

Rafael Ruibérriz frenó el tempo en algunos tiempos rápidos, algo notorio en el primer Allegro de la 1034, cuando comenzaban las secuencias sinuosas de semicorcheas; se apreciaba también que el pulso perdía vigor en Finali de otras sonatas debido a un fraseo fatigoso. Turina no debió mantener su línea todo el tiempo en el Presto de la 1033 para que se escuchase la flauta y Del Campo ornamentó en demasía opacando a los primeros compases del solista en el Andante de la 1034.

Tres piezas fueron arreglos de partituras del compositor alemán. El Coral de la Cantata sonó en un discurso terso donde la parte vocal la tocaba el clave, la Badinerie incluyó añadidos por parte del solista y al Avemaría de Gounod lo enriqueció armónicamente el chelo.

Y terminamos refiriendo un aspecto del Historicismo: el timbre de una flauta travesera barroca. Su tenue dinámica la pone en un segundo plano al conjuntarse con instrumentos de cuerda. Se comprobaba en la velada del jueves, cuando en los trepidantes Allegri de las sonatas de Bach la flauta estaba postergada por los volúmenes del chelo y el clave.

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