Historias del Fandango

Aquella sociedad de finales del XIX

  • La sociedad española de finales del siglo XIX tenía en los toros y el flamenco sus principales motivos para la diversión y el entretenimiento.

Ambiente de un café cantante. Óleo de José Alarcón Suárez, 1850.

Ambiente de un café cantante. Óleo de José Alarcón Suárez, 1850.

Como descripción del ambiente y los gustos de la sociedad sevillana, daba cuenta El Español de cómo las casas de préstamos hacían su agosto antes de una corrida con buen cartel, porque la gente empeñaba la chaqueta y el sombrero y se iba a la plaza en mangas de camisa. “Entre tanto, en el despacho de billetes de la calle Génova andaban a puñaladas por cuestión de tomar la localidad más tarde o más temprano, resultando un hombre con una grave herida en el vientre”. (Es una noticia publicada en ese periódico… el 25 de octubre de 1887).  Nada que no se practique también hoy, en versión créditos, aunque en estos tiempos no hay tanta afición como para eso; si acaso, para ir de romería al Rocío u otros acontecimientos festivos.

Los males del país

En nombre de la moralidad, desde la religión o invocando las buenas costumbres del pensamiento imperante, lo cierto es que nunca se dejó de fustigar al flamenco y a los toros, bestias pardas nacionales metidas en el mismo saco como causantes de los males y retrasos del país.

Esto fue así desde  los tiempos de la Restauración y hasta muy avanzado el siglo XX. En la ocasión que ahora comentamos se  criticaba la venta y masivo consumo de libros poco edificantes.

La Vanguardia, 1884.06.22 La Vanguardia, 1884.06.22

La Vanguardia, 1884.06.22

Pero estas críticas ¿solo las argumentaban los intelectuales por la mala imagen social que se daba de España y para combatir el primitivismo en el que consideraban anclados al flamenco y a los toros? Parece que había algo más. (Damos por sentado que, gusten más o menos,  ambos movimientos están sustentados por unas culturas de base y que tienen sus propios avales históricos). Es que en las críticas del siglo XIX subyacían fundamentos ideológicos de confrontación política. Al flamenco, en concreto, la prensa conservadora lo asociaba al republicanismo, a los colectivos obreros, al lumpen social. Sin embargo, la realidad histórica del flamenco demuestra que ha sido y sigue siendo un arte transversal y poco proclive a manifestarse desde ideologías concretas. Si acaso, predomina en él una filosofía existencialista, pero escasamente partidaria.

El escritor y periodista Eugenio Noel fue durante décadas el azote implacable que dio cientos de  conferencias por todo el territorio nacional y países de Sudamérica, criticando de manera furibunda al flamenquismo y la tauromaquia, a los que  hacía culpables  de todos los males del país. En muchas de sus conferencias se colgaba el cartel de ‘aforo lleno’.  Sin embargo, Noel combatía a dos movimientos que  representaban lo genuino español dentro y fuera del país. Sus críticas eran implacables, pero –aclárese- no contra el flamenco, sino contra el flamenquismo. Y chocaban con que al público le gustaban ambos artes. Tantos seguidores tenían que llegaron a marcar moda: en unos años, la gente se peinaba y se maqueaba “a lo flamenco” para ir a los toros.

La Vanguardia, 1885.05.18 La Vanguardia, 1885.05.18

La Vanguardia, 1885.05.18

Noel impartió una conferencia en Huelva, invitado por el Círculo Mercantil, pero para alivio de los aficionados se limitó a disertar sobre el tema previamente acordado, que fue “El arte ha creado el progreso humano”, y se guardó sus dardos para otra ocasión.

En aquella incesante y combativa campaña, El Liberal, que era un diario republicano moderado de los más leídos entre las clases obreras, se hacía eco en ocasiones de lo que decían otros medios  difundiendo ataques como este, en el que el autor imputaba parte importante de la criminalidad al flamenco.   

El Liberal, 1883.08.02 El Liberal, 1883.08.02

El Liberal, 1883.08.02

La transigencia de Azorín

Azorín,  cronista muy destacado e influyente de los comienzos del siglo XX,  propuso en sus textos una transigencia. Para él, la fiesta taurina era sin discusión “un poderoso factor de embrutecimiento”. Pero, admitiendo que era un espectáculo bello, pedía que se transformaran las corridas en ejercicios en los que no peligrara la vida de sus actores y que se ahorrara el matiz cruento y sanguinario. Lo propuso en 1914 y  es evidente que no prosperó.  La fiesta de los toros continúa inmersa en ese debate, más polarizado quizás ahora que entonces,  entre los que claman por su supresión y quienes defienden su permanencia. ¿Sin acometer reformas en la lidia?

Los ambientes taurinos y los flamencos se han encontrado siempre. Durante más de un siglo fue costumbre que determinados establecimientos (círculos, tertulias, tabernas, cafés cantantes) fueran sus lugares de encuentro, en los que ‘paraban’ unos y otros, en los que podían encontrarse tales o cuales personajes que los visitaban habitualmente. Los más veteranos de nuestras ciudades recordarán los nombres donde los ambientes del toro y del flamenco se juntaban para tomar un café, unas copas o hablar de sus cosas, de la faena que hizo tal matador o de la seguiriya de tal cantaor. Lugares, en suma, donde seguir manteniendo el ambiente y cultivando la  cultura popular del flamenco y los toros. Hablando... “Donde paran Curro Cúchares, El Tato y Juan León”, que dice la letra de los caracoles.

Retrato de Eugenio Noel. Dibujo de Alejandro Pacheco. Retrato de Eugenio Noel. Dibujo de Alejandro Pacheco.

Retrato de Eugenio Noel. Dibujo de Alejandro Pacheco.

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