Un símbolo de la revolución
Fila siete
Fue sin duda el actor Benicio del Toro quien propició la realización de la película Che: El argentino, biografía de Ernesto 'Che' Guevara, en la época en que representó el icono universal de la revolución cubana liderada por Fidel Castro. "Seamos realistas y hagamos lo imposible", dijo una vez el Che y al menos sus palabras han sido premonitorias en la materialización de este proyecto cinematográfico que ha sido posible gracias al empeño de Benicio del Toro que movió cielo y tierra hasta conseguir que se realizara este film, que puede parecer desmesurado por su duración -consta de dos partes de la que hasta el momento sólo se ha estrenado la primera- pero cuyo interés justifica tan larga proyección.
La película nos relata el origen, el desarrollo y las consecuencias de la revolución cubana centrándose en la personalidad del revolucionario argentino y su compromiso político. La segunda parte, aún sin fecha de estreno, y rodada en algunos de sus pasajes en Huelva, como recordaba en mi crítica, publicada aquí el pasado, día 13, completa su acción guerrillera hasta su misteriosa y polémica muerte en la selva boliviana.
En este análisis ya exponía que abordar una figura como la del Che, es difícil y complejo para cualquier biógrafo si, como es el caso, esa azarosa vida ha de expresarse en imágenes. Sobre todo si la figura es tan controvertida como la suya y aún quedan signos evidentes de una relación tan directa con la insurrección cubana y un régimen, como el de Fidel Castro, que a estas alturas, cuestiona la exhibición de la película en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, si, como ha dicho su director, Alfredo Guevara, la obra "deforma" la relación del Che con el padre de la Revolución.
Pero el producto cinematográfico que podemos ver en las pantallas, al margen de posiciones políticas, es interesante y rehuye, como debe ser, el tono hagiográfico, lo que yo destacaba en mi crítica, ya que el discurso fílmico de Steven Soderbegh, va desde la conquista del poder por la insurgencia castrista, de la cual pronto se cumplirá el medio siglo, en un largo "flash back", para configurar el personaje a través de los pasajes extraídos de las memorias de la guerra escritas por el propio Ernesto Guevara, lo que he podido constatar siguiendo los textos que, por cierto, pude conseguir en aquellos años en que leer ciertas publicaciones resultaba peligroso.
No creo que muchos pudieran esperar de esta visión del "Che" un talante panfletario o de arenga. Si es así saldrán bastantes decepcionados, igualmente se sentirán defraudados quienes esperen una crítica. El realizador norteamericano a quien debemos títulos tan notables como Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989) y Traffic (2000), entre otras, se limita a relatar los hechos, tanto por la credibilidad que ofrecen sus personajes como por la fuerza expresiva al narrar la historia. Sobre la realidad objetiva y opción política del gran idealista que fue Guevara el director no expone ninguna postura.
Labor meritoria que responde a su noble y gran esfuerzo personal para que se llevara a cabo la película, la de Benicio del Toro, cuyo talento interpretativo hemos comprobado en otras películas. Se aprecia fielmente que ha estudiado el personaje, que lo ha asimilado con profesionalidad, con sensibilidad y tino y lo ha representado con contención, con aplomo, retratando perfectamente su expresión, sus gestos sin el menor atisbo de exageración, con la medida exacta de la sobriedad con la que siempre se manifestó el que fuera un auténtico símbolo de la revolución de aquellos tiempos.
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