"La riqueza natural de este certamen, lo que lo destaca de otros, es impagable"
Carmen Frías. Montadora y jurado del certamen
A lo largo de medio siglo de carrera ha estado a las órdenes de los realizadores más prestigiosos: ha sido imprescindible para Fernando Trueba, atesora dos Goyas e, incluso, trabajó en la 'Viridiana' de Buñuel.
-Bienvenida a Huelva.
-Gracias, estoy encantada. Es la primera vez que visito esta ciudad.
-¿Qué es lo que más valora usted de una película a la hora de examinarla?
-Son once cintas a concurso y hemos visto cinco. Ya hay alguna cosa destacable, aunque todavía no hemos visto ni la mitad. Creo que una película es para el espectador. Y yo, en la medida en que soy montadora, tengo una visión más desde fuera. Lo primero que destaca es la historia y cómo la cuentan los actores. Bien es verdad que para que los actores estén bien deben estar bien dirigidos, para que sean creíbles tienen que tener la luz, el vestuario y el maquillaje adecuados, etcétera.
-¿Qué opina de un certamen tan específico como el Iberoamericano, en un escenario de crisis y de competencia feroz entre festivales?
-Aquí se compite menos, precisamente por eso de que se centra en el cine iberoamericano. Yo ya lo conocía por varios amigos que han estado aquí. Me parece muy interesante que sea tan específico, eso enriquece mucho el panorama. La riqueza natural de este festival, lo que lo destaca de los demás por ser diferente, es impagable.
-Usted es una de las montadoras más prestigiosas del panorama nacional. ¿Cuál es su secreto?
-Vocación y paciencia. Ésta es una carrera de fondo y, por tanto, te puedes agotar. Si se quiere, se llega, pero hace falta querer y no pretender hacerlo todo en dos días.
-¿Qué peso tiene el montaje en una película?
-La gente dice que una mala película la salva el montaje. Yo creo que sólo la arregla un poco. Ahora, un mal montaje puede cargarse una buena película. Considero que el montaje, junto con la escritura del guión, son los dos procesos más solitarios del cine y que están más en relación: a la postre es partir de nada y construir una historia (guión); y contar una historia a partir de los planos rodados, siguiendo ese guión e incorporando los planos que no estaban previstos pero que sí merece la pena incluir. Es un proceso muy desconocido. Cuando me canso, le digo a la gente que me pregunta que qué es eso de montar que es pegar cachitos: es decir, contar la historia que está en el guión a través de los planos.
-¿Y qué es necesario para ello?
-Las indicaciones del director, un ayudante de montaje y la moviola, o el ordenador ahora. Y muchas horas de trabajo, estudiar mucho. En un rodaje puede haber 70 o cien personas, pero en el montaje sólo están el montador y su ayudante. Punto y final. Es un trabajo muy solitario.
-Es usted una nominada asidua en los Premios Goya (y otros tantos). Ha conseguido la estatuílla en dos ocasiones, por El sueño del mono loco (1989) y la oscarizada Belle Époque (1992), ambas de Trueba.
-La primera es una película muy complicada, por la relación guión-montaje. Cuando te dan luego un premio por una película que te ha dado tanto trabajo porque queda como debe quedar, pues da mucha alegría, porque es un reconocimiento del que tú también estás muy satisfecha. Con respecto a Belle Époque, fue algo más predecible porque la cinta gustó mucho a todo el que la veía.
-Ha trabajado a las órdenes de los mejores directores del cine español y del latino: Trueba, Bigas Luna, José Luis Cuerda... ¿Con cuál de los realizadores ha conectado mejor?
-Influye la mirada sobre la vida, que luego es también la mirada sobre el cine. Con Trueba he trabajado siempre muy a gusto. Luego he conocido a Juan Carlos Tabío (Guantanamera, Lista de espera...) con el que conecto desde el punto de vista profesional pero también personal, tenemos la misma mirada sobre las cosas. Él es un tipo muy irónico, divertido... Y otro es un director menos conocido que se llama Salvador García Ruiz (Mensaka, El otro barrio, Las voces de la noche) con el que, pese a que no tiene sentido del humor, tiene sensibilidad en los dedos, es especial.
-¿Algún realizador con el que le gustaría trabajar pero con el que todavía, después de medio siglo de carrera, no lo ha hecho?
-Nunca me lo he planteado. Yo espero a que me llamen y, si me interesan la persona y el proyecto, digo que sí. He hecho la carrera de Montaje desde abajo. Empecé de auxiliar, luego de ayudante y finalmente de montadora. Y siendo ayudante de montaje ya trabajé en Viridiana, con Luis Buñuel. Estamos hablando de los grandísimos. Recuerdo que me cogía del hombro y me decía: "Capitana, vamos".
-De todos los títulos en los que ha trabajado, con cuál se queda.
-No puedo decirlo. Es muy difícil. Hay muchos... Una película que es puro montaje, puro corte, puro ritmo es Calle 54 (Fernando Trueba). Pero luego hay otras cintas que me conmueven mucho, como El sueño del mono loco, Guantanamera, Lista de espera, Mensaka, La niña de tus ojos (Trueba), Huevos de oro (Bigas Luna)...
-Impulsó el sindicato de Técnicos Audiovisuales y Cinematográficos del Estado Español (Tace).
-Ayudé a que echara a andar, pero luego me retiré. Era un trabajo muy pesado, cansado, difícil. Trabajas como un tonto e intentas hacer las cosas bien pero nunca la gente está contenta.
-¿Cómo se presenta el panorama laboral para el sector técnico?
-Con la crisis, mal. Hay pocas películas, la gente está pasando a hacer más series, se trabaja mucho y se cobra cada vez menos. Pero demasiado que no muere el cine... crucemos los dedos.
-¿Algún proyecto en ciernes?
-No estoy trabajando en nada. Además, estoy empezando a pensar en comenzar a dedicarme a cosas que tienen que ver con el cine, pero desde la retirada. Trueba me ofreció trabajar con él en su nueva película, pero ahora prefiero estar más tranquila.
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