Cultura

Mi reino por un museo

Hace unos ocho años, aproximadamente, tuve el honor de cubrir la visita del Príncipe Felipe a una institución privada onubense. Allí se congregaron periodistas de todas partes. Desde El País hasta Marca, desde Abc hasta ¡Hola! Por supuesto, Huelva Información.

Todo transcurría a la perfección. La organización privada nos invitaba a montar en un autobús. El cortejo protocolario de la Casa Real sonreía y con su silencio medido dirigía los pasos. Ejemplo y profesionalidad. La otra casa real, y tan real, la de la Junta de Andalucía, en un alarde de voracidad y ferocidad verbal, no paraba de arengar a los venidos allende de Despeñaperros (o del Conquero) las bondades del Gobierno. Autónomo, claro. Los de Hola y Semana, boquiabiertos por el entusiasmo, ayudaron al éxtasis y le preguntaron: "¿Para cuándo?". "¿¡Para cuándo¡?", se preguntó exclamando la jefa del subjefe de protocolo del coordinador general del subsecretario de Estado del presidente de la Junta mientras hacía tiempo para salir del paso y contestar, "P'allá mismo".

Un avispado, nombre muy taurino, sentenció hace unos años que Huelva iba a tener en la Punta del Sebo un Guggenheim. Maná para la tierra prometida. No aclaró si sería como el de NY, Venecia o Bilbao. O si su autor iba ser Wright, Boschetti o Gehry. Qué más da. Lo único cierto es que Huelva, como por arte de magia, la prestidigitación de la palabra mentira, iba a tener un Guggenheim. No un Prado, Louvre, Gulbenkiam, MET o Pompidou (por aquello de las fábricas del entorno). No, ni mucho menos, un Guggenheim.

Desde la fiebre del 92 del siglo pasado, erigir museos se ha convertido en obsesión. Como la del Barça, según el Dr. Mourinho. Quien no construya un museo no es dirigente de pro ni, por supuesto, hace ciudad y ciudadanos. Ah, mucho más substancial, el que no haga el museo más raro y con la fachada más desconcertante… que se olvide de salir en la prensa, no tiene futuro. Lo de dentro, el contenido, es lo de menos, lo importante es un buen traje, con perdón, una buena fachada, con talante si es posible, con perdón también, para revelar al mundo, como decía Boadella, "ya semos europeos".

Además del advenimiento abortado del Guggenheim, los políticos, da igual el signo, no paran en popularizar el entusiasmo museístico para Huelva. Entre unos y otros, la capital se ha convertido en una virtual milla de oro cultural para orgullo de sus habitantes (incrédulos). Y foráneos (perplejos). Anoten: Banco de España, Cuartel de Santa Fe, Cárcel de Isla Chica, Mercado de La Merced, Universidad… Menos mal que no hay más edificios abandonados. De lo contrario, Huelva entera sería un Museo.

Ahora le toca el turno a la casa del historiador Diego Díaz Hierro (Huelva, 1914-1979). Todo el archivo de este incansable investigador se encuentra perfectamente resguardado, cuidado y catalogado en la Casa Colón, merced al excelente equipo capitaneado por Lola Lazo. Al leer la noticia en Huelva Información, me alegré de que nuestro Ayuntamiento, a través del Consejo de Gestión de la Gerencia Municipal de Urbanismo, tramite licencia de obras para reformar esta vieja vivienda de la calle Fernando el Católico.

Ahora bien, no entiendo por qué esa petera por un museo. Decir museo es untar la panacea. Con sólo nombrarlo salvamos los muebles de lo que no hacemos por la cultura. A excepción de algunos cuadros, interesantes piezas de Pedro Gómez o Moreno Díaz, el resto del gran tesoro de Díaz Hierro se encierra en su virtud: sus investigaciones, sus ríos de papeles. Más que museo, me pregunto absorta, ¿no sería más consecuente construir un gran centro de investigación de estudios onubenses Díaz Hierro? Para los malintencionados, este centro no lesionaría la labor extraordinaria de la Diputación en tantos años, sino que la refortalecería.

Según el Consejo Internacional de Museos, ICOM, un museo es una institución de carácter permanente y no lucrativo al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público que exhibe, conserva, investiga, comunica y adquiere, con fines de estudio, educación y disfrute, la evidencia material de la gente y su medio ambiente. Visto así, el Ayuntamiento puede formalizar el propio de Díaz Hierro. Pero, si se me permite mi modesta opinión, mucho mejor, insisto, sería un centro de investigación con todas esas funciones. Además, para los esnobs, estos centros están de moda. Y también salen en prensa. Lo malo es que el ciudadano no entra como debiere. Pero eso, ya saben, es lo de menos. Lo importante, bendecirlos, eternizar la construcción e inaugurarlos. Luego, el bosque da para subsistir.

¿Qué le parece a Huelva que la Casa Colón sea un Museo "permanente y no lucrativo" y no una colección de oficinas? En Huelva andamos escasos de edificios de interés. Y de museos (de interés). No olvidemos nuestra Casa Colón (ni la Cárcel, el Cuartel, el Banco de España…) Tampoco el interés por dotar museos (de interés y función pública).

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios