Cultura

Dos registros del trabajo de Picasso

  • Las imágenes de David D. Duncan y la muestra 'Viñetas en el frente' ahondan en el proceso creativo del genio

Un antídoto para evitar palabrerías al hablar de arte es ver cómo un autor elabora su obra. Al conocer los bocetos con que trabaja, las idas y venidas que exige el cuadro, la atención que reclama y las horas de trabajo que pide, se desvanecen palabras como genio o inspiración, y se emplean otras: dedicación, reflexión, amplitud de miras y osadía. El arte exige imaginación más amplia, sensibilidad más aguda e inteligencia mayor que la común, pero sin tesón y atrevimiento, no habría artistas: sólo artesanos y académicos. Algo de esto dicen las dos exposiciones actuales del Museo Picasso de Málaga. La dedicada a David D. Duncan muestra el trabajo de Picasso a través de sugerentes fotografías. La centrada en Sueño y mentira de Franco, obra entre el grabado y la viñeta realizada en apoyo del gobierno legítimo de la II República, señala a qué fuentes iconográficas o a qué mitos de la época recurría Picasso para hacer su trabajo.

En 1956, Duncan, camino de Marruecos, visitó a Picasso en La Californie. Seguía el consejo de un amigo, Robert Capa, fotógrafo especializado, como él, en temas bélicos y también convencido antibelicista. Quizá esto último hizo coincidir a fotógrafo y pintor. Fuera así o no, lo cierto que la visita dio paso a una larga amistad y a reiteradas estancias de Duncan en aquella casa, Mougins y Vauvenargues, que se traducirían en miles de fotos.

Entre las imágenes no faltan las de notables que visitaron a Picasso (Roland Penrose, Gary Cooper, Jean Cocteau o Kahnweiler, el galerista que apostó por él) y son abundantes las cargadas de humor y sentido del juego: Picasso baila, se disfraza (Jacqueline con mantilla blanca, él con sombrero de ala ancha) o posa ante la cámara con una máscara que evoca un antiguo yelmo. A ellas se unen los retratos que recogen la intensa y enigmática mirada del artista: aunque llegué a conocerlo bien, venía a decir Duncan, al mirarlo, nunca logré imaginar en qué pensaba.

Las fotos van más allá: husmean el desordenado orden del estudio de Picasso, registran las piezas que conservaba (cabezas en bronce de María Thérèse Walter y Dora Maar), vigilan los retoques del autor a ciertas obras, recogen las ideas iniciales de algún trabajo y en el cuadro Cabeza de mujer, el fotógrafo sigue paso a paso su elaboración.

La exposición se completa con muchas de las obras que recogen las fotos: potentes esculturas (Cabeza de guerrero o Mujer embarazada), dos retratos de Jacqueline, uno de ellos un hábil collage, el Retrato de Françoise con traje estampado, hecho sobre cerámica, una especie de larga teja, y el llamativo Mujer con llave (Madame), escultura compuesta con elementos metálicos de desecho. Más aún que estas obras brillan las que hizo en láminas de metal recortado y pintado. Vienen de lejos. Hacia 1912, Picasso prolongó su reflexión sobre el collage (inventado por Braque), trabajando con hojalata, cartón y papel recortados. Construía así, con materiales ajenos al arte, obras que oscilaban entre el dibujo y la escultura: del dibujo tomaban el trazo que delimitaba planos, y de la escultura, el volumen que alteraba el espacio. De ahí surgió una obra, Guitarra, que posee el MoMA. Las piezas expuestas en Málaga puede que culminen aquellos primeros ensayos: obras tan sencillas como potentes. La muestra viajará a Roubaix y Münster, al haberla coproducido los tres museos. En Málaga contó con la presencia de Duncan, un nonagenario que no dudó en fotografiar lo expuesto.

Viñetas en el frente, la exposición que motivó las quejas de algunas personas de la familia Picasso y su entorno, es también una coproducción con el Museo de Barcelona donde pudo verse en primavera, en plena campaña electoral, dicho sea de paso, sin que hubiera protesta alguna. No es extraño porque la muestra, en el terreno político, poco añade a otras referidas también a la Guerra Civil. Lo nuevo e interesante en ella es el análisis de las figuras y formas que emplea Picasso: con la monstruosa figura del tirano Ubu Rey (un disparatado personaje ideado por Jarry en el cambio de siglo) se representa a Franco, mientras que otras imágenes se relacionan con la obra de Goya o de Fougeron, los bocetos del Guernica y otros trabajos del propio Picasso, y con grabados, dibujos y carteles de orientación política, tan frecuentes en la gráfica europea desde finales del siglo XVIII y que conocieron particular relieve en los años treinta. La exposición no es dura, duros fueron aquellos años y los que los siguieron. Picasso apostó contra la dictadura, entonces y después, en 1951, cuando boicoteó la I Bienal Iberoamericana promovida por el régimen. Lo hizo con un cartel con Don Quijote y Sancho. Un cartel expuesto después aquí en muchas muestras, sin que nadie protestara. Quizá no conocieran su origen.

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