"La poesía es una religión; hay que creer, pero no sé en qué"
Pocos días después de proclamarse ganador del Premio de Novela Ciudad de Salamanca con Pez Espada, su particular homenaje al estilo del relax, Alfredo Taján (Rosario, Argentina, 1960), director del Instituto Municipal del Libro de Málaga y autor de otras novelas como El pasajero (reconocida con el Premio Café Gijón en 1997), Continental & Cía y La sociedad transatlántica (2005), presenta su antología poética Naumaquia (Alfama), un paseo por el lado menos complaciente del verso con prólogo y edición de Luis Alberto de Cuenca.
-Pero, ¿vuelve usted a la poesía, o en realidad no se ha ido nunca?
-Me fui, me fui después de Noche dálmata (1997). A partir de entonces me enfrasqué en diversos proyectos literarios, porque en eso consisten básicamente las novelas. Lo que ocurre es que ninguno de esos proyectos me ha durado menos de tres años. Terminar Pez Espada me costó cuatro años y medio. Así que he dejado poco espacio a la poesía. Eso sí, continuamente hay préstamos, de la narración al verso, y viceversa. Siempre es la misma persona la que escribe.
-Naumaquia recoge poemas escritos desde 1986 y en ellos pueden encontrarse desde formas libres a metros clásicos como el soneto y la décima. ¿Qué le predispone a optar por un modelo u otro?
-Cada poema es autónomo. Y la forma la elige el poema. No soy yo el dueño. Lo es el tema, no en el sentido de contenido. Hay una forma previa que conduce a la forma total. Pero yo destacaría como elemento clave en toda mi poesía la música, a la que estoy ligado por razones biográficas y artísticas. La música es ritmo y estructura, y yo alivio la estructura de mi poesía mediante el ritmo.
-¿Reivindica también la música desde el imaginario pop que contagia a buena parte de los poemas?
-Es cierto que hay un imaginario pop, como dices, pero no está en todos los poemas. O lo está en unos de una manera más explícita y en otros de una manera más velada. Lo que sí existe es la intención de trasladar una determinada cultura pop, entendida como el uso de las imágenes repetitivas de los mass media, a los márgenes de la alta cultura; y al contrario, también me gusta reinterpretar los elementos de la alta cultura en un tamiz pop.
-¿Se acerca hoy usted a la poesía igual que cuando escribía sus primeros versos?
-La poesía es una religión en la que, quienes la profesamos, cambiamos de dioses, pero no de altares. Hay que creer en algo, por supuesto; pero no sé en qué.
-¿Y lee hoy a los mismos poetas que leía en el 86?
-En el 86 yo me encontraba en un periodo de de-formación. Pero sí es cierto que quienes más me han animado a profundizar en una determinada obra han sido, generalmente, los mismos autores. Mis poetas han sido grandes estilistas, como Mallarmé y Ezra Pound, de quien aprendí todo lo que sé sobre economía lingüística, sobre el respeto a la página en blanco. Hoy sé que el manierismo es una cosa, y el barroco otra. En la floritura puede haber, sin duda, un concepto.
-Entonces, en el duelo entre conceptistas y culteranistas ¿se sitúa usted en el centro?
-Sí. Aunque me confieso más conceptista que culteranista.
-¿Y Severo Sarduy? Le cita usted con frecuencia.
-Sarduy es otro maestro de la economía del lenguaje. En España tuvo una buena acogida como narrador, pero como poeta muy pocos le apreciaron, sólo Ullán y alguno más. Yo creo que se trata del gran escritor cubano después de Lezama Lima, al que también admiro profundamente. Me trastorna la imposibilidad de acceder a su metaliteratura.
-Hábleme de Pez Espada.
-Se publicará en abril o en mayo, en Ediciones del Viento. Luis Alberto de Cuenca afirma que el protagonista es el Hotel Pez Espada de Torremolinos, pero yo comparto esta afirmación sólo al 50%. Sí es cierto que pertenece a una determinada estirpe de novelas, las de hotel, las del estilo del relax, como puede ser Torremolinos Gran Hotel de Ángel Palomino, que se vendió mucho en los 70 y que aprovecho para reivindicar. En mi hotel desfila la España de entre el 59 y el 62, la del contubernio de Munich, la del comienzo del fin de la autarquía. Por ahí se lucen los duques de Windsor, Perón, Brigitte Bardot, Frank Sinatra, Ava Gardner...
-¿Qué hay en su obra de nostalgia?
-¿Me preguntas eso porque crees que mi obra es nostálgica?
-Se lo pregunto por si se considera un autor fuera de su tiempo. Un poco como los románticos.
-Confieso que sí me siento un poco fuera de lugar. Pero hago lo posible por aggiornarme. Por más que en el fondo piense que el mundo de la literatura murió con Truman Capote, también leo a Modiano.
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