Una mirada a los orígenes

El cómic vive ahora un gran momento en España. Sus ilustradores gozan de reconocimiento, ganan premios nacionales como en otras disciplinas artísticas, y también tienen prestigio internacional, con muchos cotizando como los mejores, en las mecas de la industria. Hasta ha trascendido del tradicional formato de venta en quioscos y han llegado a las librerías como novelas gráficas. Están en un nuevo momento que ha cambiado hasta su nomenclatura. Porque hasta que todo ese aluvión de referencias externas llegó al país no había cómics, había tebeos. La Real Academia aceptó relativamente pronto este nuevo término para referirse a las viñetas historiadas, generalmente de humor, que aparecían en publicaciones periódicas en los quioscos, como TBO, que aportó mucho más que el nombre a este, ya reconocido, arte. Es tanta la presencia histórica y su influencia constante en la ilustración española que el 11° Salón Internacional del Cómic de Huelva no podía pasar por alto la celebración este año del primer centenario de la publicación.

El jueves comienza y el domingo acaba este Salón onubense que está evolucionando de la manera adecuada, proponiendo contenidos variados cada año, muy interesantes, que deben alcanzar, por su propia entidad, a ese público generalista que hay más allá de los lectores de historietas gráficas y de las legiones (sí, en este caso, en sentido literal, incluso) de seguidores de algunas de las series de más éxito de todo el mundo, entre personajes de superhéroes, videojuegos y del manga japonés.

El Salón onubense echa esta vez la vista atrás con mucho sentido en sus homenajes traídos al programa de este año. Como que si en 1917 salió a la calle, por apenas unas perras, el primer número de TBO, ahora, con la revista ya desaparecida, es bueno mostrarle al público más joven la génesis del trabajo actual en España, y recuperar en una exposición retrospectiva, de la mano del coleccionista Rafa Amat, algunos de los ejemplares más llamativos y significativos a lo largo de su historia hasta los años 90, cuando desapareció ya como un producto residual.

De los inventos del profesor Franz de Copenhague, un clásico en la cultura pop de mediados del XX, seguramente bebió Miguel Ángel Martín, leonés de nacimiento (1960), en la creación de algunos de sus personajes, como Brian the Brain, el niño telépata que ilustra el cartel del salón en esta undécima edición acompañado de sus insectos mecánicos.

Martín, Mrt como seudónimo en la firma de sus trabajos, es uno de los grandes ilustradores de los últimos treinta años, referente como creador de particulares universos en sus historias. Participó en otra revista indiscutible en la historia del cómic español, El Víbora, punta de lanza de las llamadas historias de adultos, en la estela de la contracultura del Madrid ochentero, y en la actualidad está vinculado a la música como creador del arte de las portadas de recopilatorios de la reputada discográfica independiente Subterfuge Records. Una muestra de sus trabajos para los conocidos Stereo Party del sello y una selección de dibujos realizados sobre El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha se verán en la Sala de los Brazos de la Casa Colón, que compartirá con láminas de las viñetas creadas por Marco Macías para su edición póstuma de Cosas y casos colombinos.

Ésta será concesión del Salón a la celebración del 525 Aniversario del Encuentro entre Dos Mundos, a la que unirá la referencia a la Capital Española de la Gastronomía, con otra muestra retrospectiva de personajes de historietas nacionales vinculados a la comida y la cocina, con la colección de Fernando Rodil, Gastronomía y cómics, que se verá en el Salón Iberoamericano junto a Cien años de TBO. Y hasta la sala Siglo XXI, del Museo se irá otra exposición, Conflicto, una colectiva sobre grafistas onubenses que se prolongará hasta final de mes.

Junto a las exposiciones y homenajes, el reclamo de famosos dobladores de personas y muchas actividades para no dejar libre ni un solo momento al público.