La mirada oblicua
Mujeres. Papel principal. La igualdad a través del sacrificio. El peso del dolor de la vida. Vivir. En la batalla. La que libramos en todo lugar. La que facturamos sin recibo por arrebatar la irracionalidad al humano. Difícil. El humano no es el hombre. El humano somos todos. Todos. Los que inscribimos innecesariamente el tatuaje del recuerdo genético y genital que somos lo que somos: animales. Salvajes. Queda liberarnos. Hasta de nosotras mismas.
Madre. Vida. Naturaleza. Virtud. Mujer. Probablemente, sin ella… nada. Ni vida. Ni naturaleza. Ni virtud. Y sin respuestas.
En su magnífica exposición del Museo de Huelva, Cristina García Rodero (Puertollano, Ciudad Real, 1949) narra el crucial papel de la mujer por dar calidad y cordura a la vida. Para ello, retiene la mirada "combatiendo la nada", o desde lo que para otros es la nada, de otro captador de imágenes, Julio Cortázar. Imagen y palabra. Y detiene la mirada. Detiene el tiempo. Se detiene ella ante el objeto, la escena. Espera. Sopesa paciente. Dispara. Descerraja el cuerpo. Al cuerpo aparente y tangible. Obtiene lo que no vemos. Nos saca el alma. Alma humana. Alma de paisaje. De ancestros. Nos libera. Nada se esconde. Pero, curiosamente, pese al guiño al autor de Rayuela, García Rodero no registra desde la distancia un hecho banal, un suceso intrascendente, para en su ampliación cobrar, como dice Sougez, "medidas descomunales". La inmensidad de la artista manchega se entrega en el primer plano, su grandeza se denota en la imagen captada que, en su posterioridad, en su reflejo sobre la materia, no se hace descomunal, sino plenamente infinita. Banal o intrascendente es lo que cualquiera puede ver. En ella, lo aparentemente trivial es vergüenza, decencia, mesura, compromiso. Derecho. Vida. Mujer. Mujer en la lucha. En silencio. Con respuestas. Respuestas que hasta los necios entienden.
Los rostros de sus mujeres huyen del objetivo para magnificar su papel principal. Basta su dignidad para enamorar al objetivo, que es quien busca. Y halla. Planos de silencio donde la mirada escudriña un punto de fuga lateral. Huidizo. La mirada oblicua. El ibérico José Saramago decía que "la mirada oblicua es la que está atravesada por el error, la duda y la sospecha, es la que pone en cuestión lo que se mira o la que hace pensar en la posibilidad de otra respuesta a lo establecido, pensar que no hay verdades definitiva". La mirada oblicua es la respuesta al dolor. Al miedo. A la soledad. A otro mundo. A otra respuesta.
Toda mujer es una respuesta a la vida. La verdad de las mujeres de García Rodero reside en su libertad, en la medida, tramos de silencios, que acompasa el devenir del tiempo. Y que ella maneja. La dignidad, decoro, es una virtud, fruto privativo. En una batalla que no está perdida. Combatir la nada es analizar la imagen de una palabra para allanar la mirada. A los ojos. Del hombre. De la naturaleza. De la vida. En igualdad, no hay mirada oblicua. Hay futuro. Su futuro. Su reino. La respuesta.
Si desean sentir lo que son las mujeres que luchan en silencio por la dignidad, la imagen de García Rodero le hará sentir respuestas. Nunca una mirada oblicua fue tan directa. Nunca una mirada oblicua dejó plasmada con tanta sencillez la respuesta a la vida. Al sufrimiento de costumbre. En el Museo de Huelva puede encontrar la respuesta. Frente a frente.
El blanco y negro es luz. Y aquí… da color. Respuestas a la mirada oblicua.
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