Un magnate de película
El gran Gatsby es la romántica historia de un magnate de película. De ahí que un año después de la publicación de la famosa novela de Francis Scott Fitzgerald, uno de los clásicos de la narrativa estadounidense de principios del siglo XX, que en cierto modo fue un guionista de cine frustrado, su texto se llevara al cine. A pesar de su escaso éxito editorial y su baja cifra de ventas, dio lugar a esta película muda que dirigió Herbert Brenon y de la que, desgraciadamente, no se ha conservado ninguna copia completa y sólo se han podido ver algunas escenas sueltas. Fue una época en que el cine constituía una nueva moda, que a su vez era más o menos un fiel retrato, de las conductas, usos, costumbres y tendencias de la época pero también la liberación de la mujer, la flapper de cabello corto y comportamientos rebeldes que representaban actrices como Gloria Swanson, Colleen Moore, Marion Davies y sobre todo Clara Bow, de la que se dijo que tuvo más amantes que películas. Protagonizó cincuenta y seis.
Pasarían 23 años hasta que se hiciera la segunda versión. Fue en 1949 y la dirigió Elliott Nugent. Demostraba que la novela seguía siendo una pieza codiciada por Hollywood por el glamour que podía inspirar su argumento. Esta adaptación tuvo como distintivo más llamativo su protagonista, el entonces en el máximo apogeo de su fama y con un look para algunos con un cierto parecido a Leonardo de Caprio, el protagonista de la última versión. Éste fue Alan Ladd, al frente de un reparto de intérpretes menos conocidos, entre ellos una jovencísima Shelley Winters. La película incidía en lo que ha sido una constante en todas las versiones: la visión de alguna manera del propio drama personal del autor, Francis Scott Fitzgerald, una historia de amor e infidelidad con su esposa Zelda con quien compartía los excesos de su afición al alcohol y a las juergas.
Sin duda la versión estrella de El gran Gatsby, según coinciden muchos críticos, es la que hizo en 1974 Jack Clayton, el director inglés especializado en adaptaciones de obras literarias, digno representante del llamado free cinema británico de larga y brillante trayectoria. Fue Robert Redford su protagonista, a la que, sin embargo, el desaparecido escritor y crítico José Luis Guarner, calificaba de "adaptación infaustamente literal e inútilmente lujosa". Su colega, el también fallecido, Terenci Moix, opinaba que: "Pese a lo que se dijo en su momento, tiene momentos excelentes y ha ganado con los años".
En 2000 Robert Markowitz dirigió una película para televisión protagonizada por Toby Stephens y Mira Sorvino. Recreaba el drama romántico sobre un ámbito aristocrático de potentados, herederos de poderosas fortunas, lujos y amores imposibles, con más oficio que brillantez y sobre todo con una gran fidelidad al texto de Scott Fitzgerald.
Recuperar en estos días la figura literaria de Jay Gatsby y el Long Island neoyorkino de los años 20 ha sido todo un reto para Baz Luhrmann, del que todos recuerdan su Moulin Rouge (2001), con sus tendencias kistch y sus profusiones románticas. Es el regreso a un cine de recuperación del pasado, a lo que tan acostumbrado es este realizador, que tiene asegurados sus reclamos populares. Por otra parte es un reencuentro del director australiano con Leonardo Di Caprio, el protagonista de su versión actualizada del drama de William Shakespeare, el autor más adaptado al cine, en lo que se llamaría Romeo + Julieta (1996).
QUIROGA
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