Elena medel

"El libro es la búsqueda de un lugar, tanto físico como emocional"

  • La cordobesa explica las claves de 'Chatterton', el libro con el que ha conseguido el Loewe Joven y que aparecerá en marzo publicado por Visor

La obtención del Premio Loewe a la Creación Joven por Chatterton, un libro que verá la luz en la editorial Visor en marzo, ha confirmado a Elena Medel (Córdoba, 1985) en esa trayectoria firme y pausada (hace ya siete años de la publicación de Tara, su anterior poemario) en la que ha sabido combinar la intensidad del sentimiento con la valentía de una voz propia que sigue buscando y se niega a acomodarse. Un jurado presidido por Víctor García de la Concha y del que formaban parte Francisco Brines, José Manuel Caballero Bonald, Antonio Colinas, Pablo García Baena, Luis Antonio de Villena, Jaime Siles, Soledad Puértolas y Clara Janés respaldó la honestidad y hondura de una propuesta que plasma la frustración de las expectativas no cumplidas y relata el tránsito de una mujer en busca de un lugar lejos de lo precario. Un viaje por los estados carenciales, las renuncias y el fracaso en el que Medel celebra aún la luz de la palabra, la redención de la poesía.

-Su autoestima habrá subido unos puntos después de comprobar la composición de ese jurado que ha premiado su libro.

-En Madrid, en la rueda de prensa, me di cuenta de quién había leído el libro, de que estaban en ese jurado Caballero Bonald, Francisco Brines, Pablo García Baena, Jaime Siles... Entonces fui consciente de quién me había dado el premio. Todos son maestros, y que valoren el libro es un premio casi al mismo nivel que el propio premio. Y también está ahí Pablo García Baena, que es algo que me emociona porque es un poeta en el que yo me miro, tanto por su obra como por su actitud ante la creación. Tarda mucho en sacar un libro, piensa cada poema, cada palabra...

-El día que anunciaron el premio, hablaron de Chatterton como un libro generacional. ¿No teme que esa etiqueta perjudique a la percepción de la obra?

-Es un libro escrito en primera persona del singular, muy en la línea de Tara. Es como un testimonio de lo que he ido viviendo, aunque también puedo haber recogido lo que he escuchado a amigos que tengo muy cerca. Cuando escribimos, esperamos que lo que hacemos implique a otros, que la gente se sienta reconocida en lo que contamos. Pero no tengo muy claro que sea un libro generacional, yo no lo escribí con esa intención.

-En el poema que da título al libro, Chatterton, escribe: "Acércate, Thomas: / Soy como tú".

-Chatterton era una muleta que me ayudaba a construir el libro por muchas razones: porque habla de la creencia de que la poesía nos puede salvar, por esa construcción que se hizo de vidas de mentira, por lo que tiene de simbólica su carrera literaria, que acabó a los 17 años, o por ese punto romántico que tenía y que alimentó a tantos poetas. Y me gustaba utilizar su figura para dar nombre al libro, porque paradójicamente, en apariencia, ése es el poema de menor peso: el más breve, con menos potencia con respecto a otros. Me atraía que en una obra sobre el fracaso y el desencanto el poema que da título al libro fuera el más insignificante.

-Recorre el libro una sensación de constante mudanza: la protagonista habita diferentes pisos, se desplaza de un lado para otro, como si buscara echar raíces en algún sitio. Pero el encuentro con una antigua amiga de la infancia le hará ver que ese hogar convencional con una familia tampoco parece un destino feliz.

-Durante muchos años el libro se tituló Un día negro en una casa de mentira, que es un verso de Habitaciones, de Louis Aragon, uno de mis libros favoritos. Al final el título se cayó, pero yo creo que esa casa de mentira sigue siendo algo muy simbólico. El libro, al final, es la búsqueda de un lugar propio, no sólo físico, también emocional. Está la búsqueda dentro de los amigos, de la familia, de la pareja... No había pensado en el tema de las mudanzas, no había reparado, pero es verdad que la protagonista nunca está en un sitio, siempre está moviéndose, o en estaciones, o en el metro. No tiene un hogar que sea suyo.

-En un poema, muy emocionante, que dedica a su hermana, nombra a Wislawa Szymborska, Paul Celan o Yeats. ¿Qué otros autores formarían parte de su santuario particular?

-En este caso pensé en poetas que habían escrito sobre su familia. Pensaba en la hermana de Celan, en Szymborska, que tiene ese poema maravilloso que empieza con "Mi hermana no escribe poemas...". Para el libro, yo siempre recurro a Lorca, siempre tengo cerca Poeta en Nueva York cuando estoy escribiendo. Y esta vez he recurrido a mujeres: Anne Sexton, Sylvia Plath, Marianne Moore, Elizabeth Bishop, y a Ángela Figuera.

-Figuera no ha tenido el reconocimiento que merecería.

-Jaime Siles habló de cierta poesía social que puede latir en el libro, y mencionó a ciertos poetas alemanes. Pero la figura fundamental en este sentido ha sido Ángela Figuera. El libro Belleza cruel me parece fundamental. En él es capaz de hacer crítica, pero al mismo tiempo de construir un discurso lleno de imágenes, muy distinto a lo que se estaba haciendo entonces en España. Es una poeta a la que vuelvo muy a menudo. Su poesía completa se editó en los 80 en Hiperión, y creo que está inencontrable. Para mí, es la gran poeta social de España, diría que el gran poeta social, sin distinción de géneros. Y hay algo muy significativo: su vida literaria se reduce a cuando no tiene que cuidar a nadie. Publica el primer libro cuando su hijo ya es adolescente, y su último poemario para adultos cuando su nieto nace, que es cuando empieza con la poesía infantil.

-A Figuera le habrían encantado algunas imágenes del libro, como esa comida recalentada en el microondas, esos detalles del universo laboral que usted describe.

-Yo no había escrito antes sobre eso. Hablo del trabajo precario, de las horas en la oficina, de alguien que recurre a la comida rápida porque no se puede pagar otra cosa. Son los últimos poemas que hice estando en Madrid. Me gustaba incluir esos poemas, y contar la historia de las mujeres que trabajan. Hay una imagen que abre uno de los textos que es real: la de varias mujeres tomando café en el McDonald's de la glorieta de Atocha. Yo estaba esperando la hora de un tren y me sorprendió vernos a todas atareadas con nuestros ordenadores, sin tiempo para leer un libro.

-La suya no es, desde luego, una poesía de espaldas a la vida.

-A García Baena le preguntaron hace años en una entrevista que le hicieron en la revista Nadadora que dónde se clasificaba él, en qué estética se sentía cómodo. Él dijo que era un poeta realista, que escribía sobre la realidad, pero lo hacía del modo en que la veía. Me gustaría pensar que soy una poeta realista, pero que ve la realidad de una manera peculiar. Todos los poemas han surgido de una imagen concreta, hay algo que prende la chispa.

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