Una lección moral

Ignacio F. Garmendia

24 de octubre 2010 - 05:00

No es un taurino ortodoxo, porque nada en Savater lo es, pero ha visto el número suficiente de corridas para formarse una opinión ponderada al respecto. De la mano de un grupo de viejos amigos, el lúcido pensador donostiarra siguió por los cosos a Ordóñez y ha vivido algunos momentos de gloria. La alegre cuadrilla de Savater está formada por nuestro Alberto González Troyano, gran aficionado y estudioso de las buenas tradiciones de Andalucía la Baja, los ensayistas Víctor Gómez Pin y Pedro Romero de Solís y el cineasta e hijo de diestro Agustín Díaz Llanes. A todos ellos, en recuerdo de las tardes compartidas, les ha dedicado este opúsculo, una breve colección de artículos que reúne textos ya publicados pero de oportuna relectura, incluido aquel singular pregón de la Feria de Abril de Sevilla.

La eficacia del discurso de Savater tiene que ver con el hecho de que apela al ejercicio de la libertad en lugar de al cultivo de las esencias. Si a usted no le gustan los toros o considera -lo que no puede extrañar a nadie- que se trata de un espectáculo cruel, puede abstenerse de ir a verlo, pero no debería tratar de imponer a los demás sus opiniones acerca de cuestión tan controvertida. Es una visión razonable y respetuosa que puede aplicarse a otros asuntos polémicos entre los enconados habitantes de la piel de toro. En materia de tauromaquia ocurre como con las Humanidades, que los argumentos de sus defensores, por arrogantes, consabidos o demasiado entusiastas, tienen a veces un efecto contraproducente. Pero a Savater, como sabemos desde antiguo sus lectores, no le interesa indagar en temas tan vagarosos -por usar del adjetivo orteguiano- como el ser ancestral de España.

Desde el punto de vista de la ética, como queda claro desde el título, el autor se aplica a impugnar las razones del profesor Mosterín, tal vez el más serio defensor de los derechos de los animales, poniendo de relieve algo tan evidente como que no puede ser sujeto de derechos un ser vivo que carece de conciencia para ejercerlos. Ahora bien, como sostienen todos los aficionados cabales, el verdadero enemigo de la Fiesta está dentro, casi ha logrado desnaturalizar el noble sentido del duelo y se beneficia de la connivencia o complicidad de los toreros señoritos, que no están para miuras. Dejando claro que no es un entendido -terrible especie-, Savater encadena los argumentos y las objeciones en una prosa, como suya, estimulante y bienhumorada, sin dejar de relatar alguna anécdota impagable como la protagonizada en Las Ventas por el simpar Ferlosio.

Al margen de la hipocresía y de la contaminación política del reciente debate en Cataluña, es obligado reconocer que la retórica de los movimientos animalistas y sus aledaños se asemeja peligrosamente al discurso moralista de las señoras del Ejército de Salvación, siempre escandalizadas y un punto amenazantes, obsesionadas por redimir a los pecadores aun contra su voluntad y sin descartar, llegado el caso, el uso de la fuerza. Poco queda en ellos, en estos grupúsculos no siempre pacíficos que actúan coordinados como multinacionales, del entrañable hippie libertario.

Fernando Savater. Turpial. Madrid, 2010. 96 páginas. 12 euros.

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