Leyendas de Armenia
Mapa de Músicas | Laura Farré Rozada. Pianista
En Araspel, su tercer disco, la pianista Laura Farré Rozada recorre la música armenia y su diáspora, un legado de memoria, resistencia y belleza sonora
Cuando hace diez años la pianista y doctora en matemáticas Laura Farré Rozada (Villanueva y Geltrú, 1990) tropezó por casualidad con la figura de Komitas, no imaginó que aquel hallazgo acabaría convirtiéndose en un proyecto de una década. Araspel –“leyenda” en armenio– es el fruto de ese tiempo de investigación, viajes, arqueología de bibliotecas y conversaciones con intérpretes y musicólogos. Es también, según su autora, “un homenaje personal a Armenia y su legado musical”, una tentativa por recuperar repertorios olvidados y explicar con música una historia marcada por la belleza y la tragedia.
El disco arranca –no por azar– con Komitas, y traza desde ahí un itinerario que mezcla piezas folclóricas transcritas por él con composiciones de otros autores armenios y de la diáspora, junto a obras de pianistas virtuosos de Europa del Este que la intérprete ha ido reencuadrando en el relato. El programa, de veinte piezas y algo más de una hora de duración, incluye desde la vertiginosa Toccata de Dimitar Nenov hasta la monumental Sonata en mi bemol menor de Alexei Stanchinsky, “un compositor casi olvidado, rechazado en Rusia por su modernismo, que murió muy joven en misteriosas circunstancias; era esquizofrénico”; desde los preludios de Gayane Chebotarian hasta la Chanson élégiaque del ucraniano Alexander Spendiaryan, pasando por un encargo contemporáneo que articula el presente con la memoria: The Butterfly Effect del israelí Ofer Ben-Amots.
Farré Rozada explica el origen del disco con la precisión de quien ha trabajado con datos y números y con la emoción de quien se ha dejado atravesar por una cultura. “Komitas fue el primer músico que unió la liturgia y la música popular armenia”, recuerda. “Él recogió y transcribió miles de piezas; su trabajo construyó una identidad musical y, tras el genocidio de 1915, muchas de esas raíces quedaron dispersas por la diáspora. Araspel quiere contar esa historia: la supervivencia, la resiliencia y las leyendas que conforman la cultura armenia”.
El relato del álbum no rehúye el contexto histórico. Las notas del propio disco se abren con la memoria del genocidio: la detención de intelectuales, la deportación sistemática y la dispersión que hizo que parte del patrimonio musical armenio quedara fuera del circuito europeo. La consecuencia artística de ese trauma, sostiene la pianista, es doble: “Por un lado, una riqueza folclórica recuperada y transmitida por Komitas; por otro, una diáspora creativa que amplía el mapa musical hacia Rusia, Francia y Estados Unidos”. Esa trama se escucha en el conjunto: en la sensibilidad oriental de Spendiaryan, muy influido por el grupo de los Cinco, en la influencia también rusa que atraviesa a Babadjanian o en la amplitud sonora de Hovhaness, que se movió ya dentro de la tradición norteamericana.
La grabación ha tenido también un alto componente de exploración. “Muchas partituras estaban descatalogadas”, confiesa. “Fui a Armenia, escuché, documenté, y poco a poco fui encontrando conexiones entre los autores. Empecé con dos horas y media de repertorio y lo fui esculpiendo hasta lograr una arquitectura coherente”. La idea del disco como escultura reaparece a lo largo de la conversación que mantuvimos vía telefónica la semana pasada: no se trataba solo de sumar piezas, sino de un montaje hecho con precisión en el intento de recrear el paso de la tradición oral a la escritura, de la liturgia al salón de concierto, del recuerdo al presente. Y ahí cabe hasta Debussy, quien, impactado por la figura de Komitas, llegó a afirmar de él que era “el fundador de una música que habla al corazón, no a la razón”.
Esa voluntad de recuperar voces se acompaña de una intención artística concreta: incluir música de mujeres y encargar obra nueva. En Araspel aparecen cuatro preludios de Gayane Chebotarian, pianista, compositora y musicóloga que fue colaboradora de Aram Jachaturián y una figura clave en la internacionalización de la música armenia; la presencia de Tatév Amiryan, compositora establecida en California, y de Ofer Ben-Amots sitúa el disco como puente hacia la creación contemporánea. Sobre el encargo de Ben-Amots, Farré Rozada cuenta la génesis: “Él relacionó la secuencia de Fibonacci con la teoría del caos para componer una pieza que es, a la vez, un clímax narrativo y una reflexión sobre las pequeñas causas que provocan grandes efectos: una metáfora adecuada para la diáspora”.
La pianista ha pensado el uso del repertorio en formatos distintos. “No habrá un único programa rígido –afirma–; la grabación contiene demasiado material para tocarlo entero en un recital estándar”; por eso “Araspel –continúa– vivirá como un repertorio flexible, que irá mutando según el espacio y el encargo, recreando, en cierto modo, la transmisión oral que la inspiración armenia reclama”.
Araspel no pretende agotar un patrimonio inmenso; lo que propone es una puerta de entrada, un mapa parcial que invita a seguir explorando. “Este disco es la punta del iceberg”, advierte la pianista. “Hay muchísimos compositores armenios contemporáneos que quiero descubrir. Mi objetivo es que el proyecto despierte la curiosidad del público y de los programadores: que estas obras salgan del cajón y lleguen a salas y auditorios”.
El pasado 2 de octubre tuvo lugar una primera presentación, aunque el CD no saldrá a la venta ni llegará a plataformas hasta el próximo viernes 10; al día siguiente, Laura hará una segunda presentación en el Palau de la Música Catalana; hay ya fechas previstas en Eslovenia, Estados Unidos y otras ciudades españolas. Farré me habla con honestidad de las decisiones editoriales. Tras experiencias previas con sellos que limitaron su libertad creativa, esta vez optó por trabajar con Albert Moraleda para asegurar control sobre cada detalle de un proyecto que considera propio. Su defensa del disco físico es firme: “El formato físico es un ritual, ofrece las notas del programa y permite una escucha más profunda. Las plataformas son útiles, pero el objeto queda como testimonio y recuerdo”.
Cuando al final le pregunto qué espera del viaje que ahora comienza, responde con la misma mezcla de humildad y ambición que ha guiado todo el proceso: “Que la música encuentre oídos dispuestos a escuchar, que despierte preguntas, que empiece a abrir nuevas puertas”. Si Araspel es, como dice su título, una leyenda, su apuesta es que esa leyenda sea compartida y siga creciendo.
La ficha
ARASPEL
Komitas (1869‐1935): I am a Girl [Seven Songs for Piano, 1911]
Dimitar Nenov (1901‐1953): Toccata [1939]
Komitas: Shushiki / Yet‐araj [Dances, 1906]
Alexander Spendiaryan (1871‐1928): Chanson élégiaque [Crimean Sketches Op.9, 1903]
Sergei Bortkiewicz (1877‐1952): Étude nº3 en do sostenido menor [12 Études nouvelles Op.29, 1924]
Eduard Abramian (1923‐1986): Prélude nº3 en mi menor [24 Préludes, Book 1, 1952]
Gayane Chebotarian (1918‐1998): Prélude nº6 [6 Préludes, 1948]
Claude Debussy (1862‐1918): Pour le piano [1894‐1901]
Gayane Chebotarian: Prélude nº4 [6 Préludes, 1948]
Ofer Ben‐Amots (1955): The Butterfly Effect “To Laura Farré Rozada” [2021]
Tatev Amiryan (1983): Wingless [Six Pictures for Piano, 2015‐2016]
Alan Hovhaness (1911‐2000) : Armenian Folk Song Op.43 nº12 [1943] / Mystic Flute Op.22 [1941, rev. c.1962]
Arno Babadjanian (1921‐1983): Impromptu, “Exprompt” [4 Pieces Op.1, 1936]
Gayane Chebotarian: Prélude nº5 / Prélude nº1 [6 Préludes, 1948]
Alexei Stanchinsky (1888‐1914): Sonata en mi bemol menor [1906]
Laura Farré Rozada, piano
Albert Moraleda
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