El hombre del piano

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Julián Maeso, tras el teclado de su hammond, en el concierto del miércoles. / Josué Correa
Enrique Muñoz García

01 de abril 2017 - 02:13

La ficha

'Julián maeso' Teclados, guitarra y voz: Julián Maeso. Guitarra: Paco Rivas. Bajo: Paco Bastante. Batería: Mario Carrión. Ciclo: Cantero Rock, Universidad de Huelva. Lugar: Las cocheras del Puerto. Fecha: Miércoles 29 de marzo. Aforo: Lleno.

La música del teclista Julián Maeso es una y muchas a la vez. Pero es cierto que tiene como amparo a los 70, y su repertorio a lo largo de los últimos años suena como si esas viejas glorias que pasaron su adolescencia en la América de los 50 y los 60, y se hicieron hombres en la década de marras, hubieran seguido vivos, coleando, en activo a diario, escuchando música pero desarrollándose ajenos al negocio musical. El toledano parece vivir en un groove permanente, entre su órgano Farfisa y su piano, acunado por los Traffic de Steve Winwood, y esas grandes voces de blancos con alma negra que parecen estar siempre de su lado.

Pongamos una canción como referencia: We can't keep on waiting for goods times to come comienza como un amago de blues de Bo Diddley que nunca culmina, alterna con el honky tonk, y confluye al fin en The Band. Porque, sí, es The Band el eje sobre el que parece gravitar todo.

Era, si mal no recuerdo, la tercera vez que visitaba el ciclo Cantero Rock (la primera fue con The Sunday Drivers), con las Cocheras del Puerto abarrotadas para cerrar esta temporada. Para la próxima se anuncia nuevo escenario: el del Auditorio de la Universidad.

El intérprete abre los conciertos de su gira con A song for you, a modo de recuerdo a Leon Russell, recientemente fallecido, y tras un inicio soul-jazz, se cuelga la acústica para esbozar una breve jam country-rock con evidente guiño vocal a Dylan (por ese acercamiento a los sonidos fronterizos, prefiero su disco Dreams are gone).

Estamos ante el tipo de espectáculo casi de obligado cumplimiento para la contemplación (y, ¿por qué no decirlo?, el babeo) de músicos profesionales, tanto autodidactas como de conservatorio, y de esa clase de público que valora, a la vez, tanto la magia de la improvisación como la técnica de la precisión. Llegados a este punto, mención muy especial para la figura del batería Mario Carrión.

No falta la preciosa It's been a hard day, apegada a los más firmes cánones de la música vaquera contemporánea, beneficiada en este caso por un interminable y satisfactorio final.

Para entonces la máquina ya anda suficientemente engrasada, y afronta un corpus eléctrico consistente, formado por The road less travelled (donde canta aquello de "solo el amor puede salvarnos de este infierno") y una maciza You gotta muy diferente del tibio y breve esbozo del álbum de estudio, y a la altura de las mejores bandas de blues rock, para, en medio de tal cocktail post-Woodstok, atreverse con una ejecución totalmente libre de una casi desconocida What a wonderful world.

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