Los habitantes de la calle
Producción: Colombia, España, Alemania y Francia, 2010.- Duración: 100 minutos.- Dirección y guión: Rubén Mendoza.- Fotografía: Juan Carlos Gil.- Música: Edson Velandia.- Montaje: Luis Ospina, Jonathan Palomar y Rubén Mendoza.- Intérpretes: Alexis Zúñiga, Abelardo Jaímes, Amparo Atchartúa, Héctor Ramírez, Romelia Cajiao, Víctor 'Rosario' Castro, Gala Bernal
Esta es la película de los ñeros, los habitantes de la calle que pululan por los barrios periféricos de Bogotá. Si un día, ya lejano, fueron los gamines, los niños de las calles colombianas, inmortalizados en el cine por Ciro Durán en la película Gamin (1978), documental de gran fuerza testimonial sobre la realidad urbana -cuya calidad cinematográfica fue reconocida en este Festival de Huelva-, lo que llegó a llamarse la pornomiseria, de los años 70, la evidencia de unas metrópolis que muestran sus vergüenzas más extremas, vuelven a revelarse amarga y desesperadamente degradantes cuarenta años después.
Si entonces se acusó a algunos cineastas de tratar de vender su cine y hacer dinero valiéndose de la denuncia de estas desventuras humanas, lo que no negaba la certidumbre auténtica de una situación denigrante, la actualidad nos presenta otra perspectiva igualmente indigna: la de estos habitantes de la calle que instrumenta esta denuncia de Rubén Mendoza, que como otros cineastas colombianos, Carlos Mayolo y Luis Ospina entre otros, por ejemplo, incide con realismo y no pocas connotaciones surrealistas en cuanto hoy acontece en muchas calles, avenidas y plazas de la capital.
Raúl Tréllez es un desplazado chocoano que, experto en ingeniería eléctrica, se dedica a la recogida y almacenaje de desperdicios que luego vende, mientras trata de activar un mecanismo para que los semáforos se mantengan en rojo el tiempo suficiente para que vendedores, malabaristas, lisiados, vagabundos y otros artistas de la calle puedan ejercer sus habilidades y recabar limosnas, ayudas y otras atenciones de los automovilistas que circulan por la zona.
Toda esta luenga corte de los milagros y miseria social forman la troupe que Rubén Mendoza, en su opera prima, mueve en esta historia entre dramática y grotesca, integrada por muchos actores no profesionales. Un fiel reflejo, crudo, despiadado, realmente penoso en su real expresión donde no se eluden los aspectos más dolorosos de una realidad urbana que puede comprobar cualquier peatón de la calle, algunos de los cuales no nos son tan ajenos a nosotros mismos. El relato propende en muchas ocasiones al más crudo retrato de lo que puede ser una amenaza de anarquía destructiva, como ocurre en uno de los pasajes más violentos del film. Con fluctuaciones evidentes en el ritmo narrativo y su tono algunas veces melodramático, la película acierta en su factura y en su intención de descubrirnos los territorios más lacerantes de la gran metrópoli.
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