Gritar sin alzar la voz
Crítica de libros
Delibes de Castro, tras una vida dedicada a Doñana, escribe sobre milenios de biodiversidad, con mesura, sin radicalismos, en una lectura obligada para todos
Gracias a la vida. La naturaleza indispensable.
Miguel Delibes de Castro.
Ediciones Destino. Colección Imago Mundi. Barcelona, 2024.
248 páginas. 20,90 euros.
Cuando hace años leí El Gran Mar, el maravilloso libro de David Abulafia sobre la historia del Mediterráneo, la historia que nos engendró a los occidentales con todos nuestro logros y fracasos, comprendí qué era eso a lo que se llama sabiduría. Abulafia, desde su madurez intelectual y casi a mano alzada, tomando de aquí y de allá lo que en cada momento le convino, sin fatigosas citas o notas a pie de página que con tanta grasa terminan en muchos casos por empachar al lector corriente, nos guía en un delicioso tour por el Gran Mar –como los judíos dieron en llamar al Mare Nostrum romano– arrancando en el 2200aC, cuando los hombres y mujeres que habitaban sus costas empezaron a enterrar a sus muertos y a decorar las paredes de las cavernas que habitaban con monigotes a lo Giacometti, hasta atracar finalmente en nuestro siglo XXI con sus aguas recalentadas y su fauna en huida.
He recordado el libro de Abulafia al leer Gracias a la vida. La naturaleza indispensable, de Miguel Delibes de Castro, que, aunque traten materias tan distintas y distantes, comparten el mismo enfoque, la misma lucidez: una especie de mirada que bien podríamos llamar cenital, abarcadora de milenios de historia de los humanos en un caso y de milenios de historia de la biodiversidad en el otro.
Igual que por las páginas de uno se pasean comerciantes, guerreros, piratas, misioneros…y hasta turistas, por las del otro lo hacen malas hierbas, lombrices, hongos, buitres, microbios, escarabajos, fitoplancton, murciélagos, ostiones y ostras, zorros y los mil protagonistas más que cultivan y hacen posible la vida en nuestro frágil planeta.
La intención primera del libro es mostrar que aquí no sobra nadie, que los que andamos circulando por este como decía frágil planeta nos necesitamos los unos a los otros por mucho que a veces nos pueda pesar, que el desagradable murciélago nos libra de los mosquitos o los temibles microbios y las malas hierbas son la base de la medicina hoy y lo será más mañana.
Y todo eso y más nos lo trasmite sin alzar la voz, incluso con humor en más de un caso, sin los radicalismos catastrofistas y apocalípticos con los que tantas veces se nos presentan los males de la ecología y que tan poco favor le hacen ya que es de natural humano, por su propio equilibrio, rechazar al agorero.
Y a pesar de tanta mesura, Gracias a la vida es un grito y uno de esos libros de los que se dice debían leerse en las escuelas. Escribe en el epílogo: “La vida de la que formamos parte no se puede parcelar, ya que en esencia es un enorme conjunto de pesos y contrapesos entretejidos, que como resultado mantienen la biosfera en un equilibrio dinámico idóneo para nuestra especie (y las otras).”
No podemos cambiar el pasado pero sí el futuro, nos viene a decir Delibes de Castro, y quizás sea esa serena mesura con la que nos lo transmite la forma idónea de disipar esa nube negra a la que si no podemos poner freno terminará por enfangar a nuestra especie (y las otras).
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