El fotógrafo y la modelo

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El fotógrafo y la modelo
El fotógrafo y la modelo
Vicente Quiroga

22 de noviembre 2011 - 05:00

Producción: Brasil, 2011.- Duración: 107 minutos.- Dirección: Beto Brant y Renato Ciasca .- Guión: Marçal Aquino, Beto Brant y Renato Ciasca basado en el libro de Marçal Aquino.- Fotografía: Lula Araujo.- Música: Simone Sou y Alfredo Bello.- Montaje: Willem Dies.- Dirección artística: Akira Goto.- Intérpretes: Gustavo Machado, Camila Pitanga, Zecarlos Machado, Gero Camilo, Adriano Barroso, Antonio Pitanga, Livea Amazonas, Mágnolio de Oliveira, Simone Sou.

Este es el drama del fotógrafo, Cauby, y su modelo, la bella Lavinia. Una adaptación de la novela de Marçal Aquino que en su versión cinematográfica tiene mayor atractivo estético que el logrado en su puesta en escena, llena a lo largo de su, para mí, demasiado dilatada duración, de continuas fluctuaciones de ritmo y lagunas de guión. Y todo ello a pesar de que en su ejecución tienen tanto que ver el propio autor de la historia original como los dos realizadores Beto Brant y Renato Ciasca. Nunca me gustaron las direcciones cinematográficas a dúo, que, sólo en contadas ocasiones, han tenido éxito en el cine. De la misma forma que una obra de arte, grande o pequeña, es siempre cosa de una sola persona.

En la realización se nota que hay dos mentalidades que provocan, de vez en cuando, esas vacilaciones o depresiones en el curso de la narración, de forma que lo que pudo haber sido una bella historia de amor, se malogra en buena parte. Es mucho por ello lo que ambos realizadores han querido introducir en su película, aunque fundamentalmente se trate de esa compleja relación entre Cauby y Lavinia, sus complicaciones y sus amoríos frustrantes con el pastor y sus idas y venidas con el fotógrafo para el que en principio posaba con apacible encanto sensual.

Junto a la frecuencia de secuencias tórridas de intenso contenido sexual y sexo, en muchas ocasiones, bastante explícito, hay reivindicaciones políticas de rasgos ecológicos por la defensa de los territorios amazónicos siempre tan castigados y amenazados, ritos y sortilegios de orígenes ancestrales… En suma ese conocido, reiterado e intenso color local propio del cine brasilero donde no faltan cantos y danzas, incluida aquí la colorista fiesta del "carambé" y la siempre grata visión de los bellos parajes, Santarém en el estado de Pará, Itaituba y el río Arapiuns, - además de la atractiva anatomía de la protagonista - que, bien fotografiados, embellecen la película aunque muchas veces rompan el sentido narrativo del relato.

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