Cultura

La fórmula del éxito

Te puede gustar o no, como cualquier otro artista, pero es indudable que en la cara oculta, o visible, de este pintor con medida y gusto, elegante en la composición, dominador del color, intuitivo con la luz y portador de un habilidoso trato del pincel, se encuentra un negociador y un comunicador envidiables. De su gestión. Y de su imagen. Nada es casual, nada. Nada… salvo que esta articulista deje ser María Pérez merced a una Primitiva que le haga felizmente ociosa. Irreconocible. Pública.

Con un poco de causalidad y otro tanto de casualidad, ¡eureka!, hallamos la fórmula. Hallarla no significa desarrollarla y potenciarla. Hay que saber. Y nuestro pintor sabe, y mucho. Picasso, Dios entre los dioses y entre los diablos el mismo Diablo, decía que él no buscaba, hallaba. Dos conceptos bien distintos: buscar (hacer algo para conseguir) y hallar (dar con algo sin buscarlo). Y tras hallarla exprimía el concepto hasta el agotamiento para seguir acertando en nuevas y mejores emociones. Florencio Aguilera, el destinatario trino de este artículo, es un buscador de fórmulas gratificantes y rentables, una especie de Gran Hermano (o Diablo Cojuelo) que en su lucha sagaz, sutil y persuasiva busca, no halla. No halla pues su búsqueda tiene nombre y muchos apellidos hallados. Tantos que en su temeridad, descaro y valentía turbia la imagen hasta la digitalización, y la firma con solvencia, particularidad y exclusividad. He aquí la gran fórmula maestra: sin ser, siempre es Florencio Aguilera.

Tres x uno = tres, que es uno. Esta fórmula no resulta solo por combinar con excelencia la pasión artística con la pasión mercantilista y comunicativa, absolutamente necesaria, sino por como en su vida no ha querido dejar en el olvido la memoria de un padre, tallador de bellísimos recuerdos a través del pincel, y el futuro de un hijo, aún en el umbral de lo que pictóricamente quiere ser y puede hacer. El uno más el otro y más el otro forman y conforman uno por tres y tres en uno. El trino Aguilera es el canto de lo que Florencio, ni Rafael ni Chencho, ha querido componer, agigantar y… si me aprietan hasta fabular. El patriarca no le fijó la mirada, ni su lenguaje adiestró las directrices del hijo. Ambos crecieron y amaron en la profundidad armoniosa de Joaquín Sorolla, que anduvo por Ayamonte en los primeros años del XX. Sin embargo, sólo Florencio lo buscó y lo asió en pasión para hacer de lo lumínico y colorista del falso impresionismo del valenciano una sinfonía de tantos y tantos que de tanto pintar y pintar es ya, y desde muchos años, un florencismo. Y las marcas solo las sellan los elegidos. O los que se eligen.

En esa guía sin descanso, catapultar quiere al hijo, al que mucho le queda para apresar la ingenuidad del abuelo y la soberbia dominadora del espacio del padre. Pero, no le preocupa. Florencio lo guiará por el mejor de los caminos, aquél que no sea muy diferente al trazado por él. Será distinto, sí, en el estilo y en la técnica, sí, pero el tiempo, que pasa inmisericorde, pondrá las herencias en su sitio e intentará apabullar por ser a la vez pintor y comunicador. O viceversa. Como su padre, aunque es bien complicado.

En Ayamonte, como mañana en Sevilla, Madrid, Nueva York o donde proceda, analizamos la mágica fórmula tres x uno = tres que es uno. Del padre, todo visto; del hijo un tanto de lo mismo o, lo que es lo mismo, tanto gusta aún siendo lo mismo que no es lo mismo. Por eso gusta y se reconoce. Y del nieto, aguardamos noticias. Ahora mismo es tanto de lo mismo de tantos con lo mismo. Lenguajes y excites nuevos, obligación. Pese a lo mismo, Rafael enternece, Florencio enamora y Chencho, aún, se le espera.

Florencio Aguilera tiene una flor, y es trina, como los tréboles (en este caso de cuatro hojas aunque crean que son tres) Cincuenta años pintando lo mismo, pero nunca jamás una cosa tan igual resultó ser tan distinta para el que no sabe ni siente la luz y el color y para el que sabe de emociones, misterios y… paisajes. Sigue inquietando, sigue creciendo… sigue siendo Florencio más que nunca. Lo mismo, sí; lo mismo, mejor. Aunque tres x uno = tres, que es uno. Fórmula positiva. Fórmula ganadora. Fórmula del éxito.

Por muchos años, pintor, negociador, agente y comunicador. Artista de su tiempo. Florencio que es tres en uno y uno por tres.

Con perdón… y siempre, Florencio (uno y tres), ¡Presente!

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