El fin corona la obra

Crítica

La bailaora Manuela Carrasco se mueve por el escenario de la Casa Colón al cante de Pepe de Pura.
La bailaora Manuela Carrasco se mueve por el escenario de la Casa Colón al cante de Pepe de Pura. / Ayto. Huelva
Manuel Batista

10 de octubre 2017 - 02:06

La ficha

'Argentina / manuela carrasco' Cante: Argentina. Guitarras: José Quevedo Bolita y Jesús Guerrero. Coros y palmas: Los Mellis y Torombo. Percusión: Javier Teruel. Violín: Alan Andrews. Chelo: José Carlos Roca. Baile: Manuela Carrasco. Cante: Pepe de Pura. Guitarras: Joaquín y Ramón Amador. Lugar: Auditorio de la Casa Colón. Fecha: Domingo 8 de octubre. Entrada: Tres cuartos.

Al filo de la actuación de la bailaora trianera Manuela Carrasco, cuando nos encontrábamos en los últimos compases de lo que ha acontecido en el II Festival Flamenco Ciudad de Huelva, nuestro querido Ramón Llanes, a la sazón presentador de esta última gala en el vanguardista auditorio de la Casa Colón, expuso con total sinceridad el agradecimiento suyo, en particular, y de la afición de Huelva y público en general, a la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento onubense, personificado en su titular, Elena Tobar, del equipo de gobierno y, al frente de él, su presidente, el alcalde socialista Gabriel Cruz, por haber propiciado este evento cultural flamenco que, de forma brillante y más que satisfactoria, ha ocupado las cinco jornadas que van del miércoles 4 al domingo 8 de los corrientes.

Detrás queda una legión de funcionarios, trabajadores de servicios y por último, aunque al margen del organigrama municipal, el infatigable hacedor Eduardo Fernández Jurado, que entre bambalinas estuvo fajándose y supervisando de forma minuciosa, como incorregible perfeccionista que es, cada uno de los hilvanes que conformaban el ajuar ofrecido, presentado y pasado por los escenarios que tan acertadamente se eligieron, a saber: Gran Teatro, Patio central del Barrio Obrero y este auditorio en el que nos encontrábamos. Sopesamos cada una de las aportaciones artísticas que tuvieron lugar en estos cinco eventos y sin riego de equivocación, pensamos, nos salen unas evaluaciones dignas de las mejores notas calificadoras.

Había terminado entre el delirio del público asistente la actuación de la cantaora Argentina que estuvo radiante, o, como diría un castizo "parecía que cantaba en el patio de su casa". Se vio arropada en todo instante del calor de su gente y, como es lógico, se creció como la espuma. Puesta en escena impecable, completísimo elenco artístico de acompañamiento, acertadísimo repertorio el que desgranó sobre las tablas del escenario. Seguramente alguna culpa de todo esto la tiene su representante Luismi, que es como el rey Midas de la mitología helénica porque todo lo que toca lo convierte en insuperable, como el oro del mito griego.

Se presentó Argentina con las guitarras de José Quevedo Bolita y Jesús Guerrero; el coro de palmas con Los Mellis y Torombo; la percusión de Javier Teruel; el violín de Alan Andrews y el chelo de José Carlos Roca. Todo este conjunto instrumental estuvo proporcionando a la artista una base musical en la que se movió como pez en el agua durante los casi noventa minutos que su pundonor le hizo estar bajo los focos.

Y a los compases de los antes mencionados fue desgranando su repertorio de forma magistral. De su garganta salía una voz insuperablemente flamenca que ocupaba todos los registros que el cante demandaba. Así se expresaba en el martinete y el romance con la soledad del primero y el acompasamiento final del romancero. En la mariana se gustó y en los tantos se prodigó en variedad de procedencias: gustaron mucho los de Málaga. En el cante por serrana, al igual que por siguiriya se rebuscó en sus interiores sacando el cante desde sus entrañas. La milonga y la granaína y media ocuparon también sitio en su expresión de arte. Guardó para el final los cantes de caracoles y la bulería por solea con remate por fiesta. De su cantar por Huelva, para qué hablar, sobre todo cuando supo llegar al corazón de todos los presentes con el tema Huelva suena diferente, dejando a todos con un nudo en la garganta.

Manuela Carrasco fue llamada por el presentador Llanes "la diosa del baile". Ni un ápice exageró. Qué belleza en su forma de expresión corporal a los compases del cante por tarantos y soleá de Pepe de Pura y de las guitarras de Joaquín y Ramón Amador. Si belleza delataban sus movimientos, ¿dónde se queda el atuendo, el ropaje que sacó en los dos bailes que hizo?

La danza que vimos la noche del domingo fue de muchos quilates. Además que va inherente al personaje que la manifiesta. Es única en su género. Veteranía forjada por una sensibilidad excepcional para manifestarse a través de sus contorsiones, taconeos, combinación de brazos y manos y desplantes finales. Último bastión actual de aquellas danzas primigenias que describiera Estébanez Calderón allá por la primera mitad del siglo XIX en el arrabal sevillano de Triana.

Y como epílogo de todo esto, nota máxima al meritorio final de lo acontecido en la velada con Argentina y Manuela Carrasco. Con alabanza, con elogio y con su sinónimo latino Cum laude. De ahí el título con el que hemos principiado esta crónica postrera: El fin corona la obra: "Finis coronat opus". Y ustedes perdonen tantos latines.

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