Cuando falta el pan, buenas son tortas

feria taurina de Valverde | corrida concurso

Miura, el menos malo de una tarde valverdeña sin demasiado brillo Joselillo le cortó la unica oreja del festejo a un Buendía fuera de concurso

"¡Buena suerte tenga usted!", "¡y usted que la vea!", parece deducirse de ese cruce de miradas entre los matadores.
"¡Buena suerte tenga usted!", "¡y usted que la vea!", parece deducirse de ese cruce de miradas entre los matadores.
P. Guerrero

18 de agosto 2013 - 05:00

Lástima de trabajo para que una tarde se venga abajo tan temerariamente. El trabajo empresarial estaba hecho, los toreros, dispuestos en el paseíllo, pero ¡ay! qué verdad es que el toro lo descompuso y a la contra sólo pudo esperarse cosas del primero de la tarde. El menos malo, uno de Miura que se vino en la última vara desde la puerta de chiqueros con alegría y buen tranco. Sin llegar a empujar con la fijeza deseada, al menos el miureño le puso belleza en esa compostura de bravura que lució en las cuatro varas que tomó. No fue toro completo y tampoco dejó ese poso miureño de andar enterado frente a la muleta de Rafaelillo, en la que no humilló un ápice. Cambiante el toro, que sin embargo había colocado con más clase la cara en el saludo capotero del torero murciano.

Después, todo fue una falta de fijeza total. El toro iba y venía como la faena subía y bajaba por el tobogán de la desilusión en la que se sumió el tendido. Toda la faena por arriba. Así se la tragó el miura, como a quien le dan aceite de ricino.

Se aplaudió la voluntad del torero por estar en el intento que echó pie adelante para conseguir una vuelta al ruedo tras la petición del tendido al palco presidencial.

En la otra parte brillante del festejo está la de haber visto a un buen varilarguero torear a caballo para conseguir hacerse con la arrancada del Guardiola que saltó haciendo quinto en el festejo.

Movió con presteza el caballo Agustín Collado, a la postre, mejor varilarguero del festejo, para hacer que el hermano de Arito, aquel buen toro de Guardiola del año pasado, cumplimentara méritos. Mas no había fondo ni raza porque todo ese Guardiola fue fachada reservona sin gracia ni compás y soltando la cara con mal estilo a la hora en que Rafaelillo intentó la suerte suprema.

La faena que tanto persiguió el murciano la consiguió sin embargo Joselillo frente al cuarto de la tarde. Lesionado en una pata el imponente ejemplar del Conde de La Corte, salió a escena el sobrero de Joaquín Buendía y el de Valladolid olió posibilidades y le largó un brindis largo y parlamentario a Antonio Expósito El Bomba, torilero jefe de la plaza de toros valverdeña durante cincuenta años.

Joselillo estuvo muy centrado con este toro y con mucho mimo y suavidad le enseñó el camino en esos muletazos por bajo de inicio de faena y templando después mucho y bien. Sosito el animal en el empuje, estuvo, sin embargo, el torero poniendo la sal y la pimienta que faltó sobre el albero. Muy torero, inventando prácticamente una faena donde costaba emocionar. Estocada a ley y sin remedio para que el toro rodara boca arriba y una legítima oreja sirviera para que en el balance de la corrida, la faena de Joselillo suene como lo mejor de la tarde.

El resto del festejo cabe prácticamente en otra dimensión distinta. La dimensión que seis fachas de toros ofrecieron como estampa de toros, pero sin posibilidades de triunfo.

Se desfondó la corrida por culpa de unos toros que no dieron la media de compostura para un festejo del que se esperaba mucho, recordando lo que se vivió el año pasado sobre ese mismo ruedo, y aunque Joselillo consiguió a a base de oficio y tesón componer el tipo frente a un Guardiola, el titular en la competición, que saltó en segundo lugar, estaba claro que la opinión de un toro indolente con todo lo que pasaba a su alrededor y acabado a partir de la tercera serie, no iba a ser el argumento que necesitaba un torero que corrió la mano con cierto gusto aunque no hubiera emoción en el envite. Media estocada de antología cerró un capítulo al que desde luego no dieron continuidad el resto de los ejemplares que saltaron al albero.

Ni la tuvo dentro las preciosas hechuras de un Veragua, fuerte de músculo, que hizo tercero, que se dejó pegar en el caballo pero sin romper a más en la muleta, aunque sin molestar al torero.

Tampoco fue pasaje deseable el juego que ofreció ese ya reseñado ejemplar de Guardiola, áspero y bruto, con el que Rafaelillo tampoco encontró la llave de una lidia propicia.

Una tarde en la que tampoco la imponente fachada del condeso ejemplar de La Maza dejó después ventanas abiertas a una lidia con la que enjugar una faena en la que Joselillo bregó frente un toro que se mostró muy tardo para acudir al caballo aunque ciertamente lo hizo con pujanza y empujó con mejor clase que ninguno, pero que acabó parado cual toro de Guisando.

En resumen, fachada imponente y fondo escaso. Poco balance cuando me consta que se ha buscado con mimo por parte de todos lo que se intuía bueno en cada una de las libretas de mayorales y ganaderos. Ya lo saben, cuando el toro lo descompone, ni el hombre ni Dios es capaz de enderezarlo. Mas esto es la Fiesta. De decepción nada, porque si la incertidumbre no existiera en esto del toro, a buenas horas iba usted a volver a comprar una entrada para irse a ver toros.

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