Cultura

"La existencia del talento nunca puede justificar una política de disparates"

  • La artista protagoniza con Ana Wagener 'La anarquista', la última obra de David Mamet, en un montaje dirigido por José Pascual que llegará a los escenarios andaluces a finales de marzo

Pocas actrices reúnen el instinto y la sabiduría teatral de Magüi Mira (Valencia, 1945). A lo largo de más de tres décadas ha sido la musa idónea de Shakespeare, Valle-Inclán, Mihura, Strindberg, Albee y Sanchis Sinisterra. Como directora, ha mantenido en cartel dos obras en las últimas semanas: Kathie y el hipopótamo, de Mario Vargas Llosa, protagonizada por Ana Belén y Ginés García Millán y que, tras su temporada en El Matadero de Madrid, saldrá de gira este mes, y En el estanque dorado, protagonizada por Héctor Alterio y Lola Herrera, que se mantenido en los escenarios hasta el pasado domingo en el teatro Lope de Vega de Sevilla. El mismo teatro al que Mira llegará a finales de marzo con la última obra de David Mamet, La anarquista, que dirige José Pascual y en cuyo reparto figura junto a Ana Wagener. La obra aborda un asunto de espeluznante actualidad y presenta a una terrorista que, tras 35 años de prisión, se juega la libertad condicional en una entrevista con su carcelera.

-La producción del Teatro Español de La anarquista se estrenó en 2012, de manera simultánea a la que dirigió el propio David Mamet en Broadway. ¿Intervino el autor en el montaje realizado aquí, hizo alguna sugerencia?

-No. Nos permitió por contrato estrenar nuestro montaje el mismo día que él estrenaba el suyo y ya está. Pero sí fui a ver su propuesta a Nueva York, aprovechando que allí se hacen funciones previas para un público cómplice durante al menos dos semanas. Hice un viaje relámpago y me planté allí.

-¿Y cuál fue su impresión?

-Decepcionante.

-No me diga.

-Sí. Mamet se mantiene fiel a sí mismo en lo que escribe. Se trata de un texto muy inteligente, con un compromiso político tremendo. Pero no vi nada de eso en su montaje. Creo que, a la hora de dirigirlo, se acobardó.

-¿Por qué?

-La sociedad estadounidense es muy polite. Allí pesa mucho lo políticamente correcto, y se procura evitar cualquier contenido que pueda entrar en conflicto con los bienpensantes. Esto era justamente lo que había escrito Mamet, pero no se atrevió a llevarlo al escenario. Su producción era enorme, con mucho dinero detrás, y se representaba en un teatro con 8.000 butacas. Y la opinión de los productores es determinante a la hora de evitarse problemas. Entiendo que esto es en parte un asunto de negocios, pero ni siquiera esto salió bien. Su montaje estuvo sólo 17 días en cartel. El nuestro estuvo varios meses en el Español, con llenos cada día, y sigue de gira.

-Es curioso, pero recuerdo una situación parecida respecto a otra obra de Mamet que se produjo hace poco en España, Noviembre. Y con otros autores norteamericanos de gran influencia como Edward Albee parece que sucede lo mismo. ¿Al final hay que venir aquí a ver los mejores montajes de los grandes dramaturgos estadounidenses?

-Es posible. El filtro de los productores es allí mucho más engorroso y exigente. Y eso que el talento de sus artistas es incuestionable. Imagínate, el montaje de Mamet de La anarquista lo protagonizaron Patti LuPone y Debra Winger.

-La derogación de la doctrina Parot coincidió con la gira de La anarquista en España. ¿Han percibido a partir de entonces una respuesta distinta del público?

-Digamos que la obra nos permite mover el alma del espectador, y lo cierto es que las circunstancias han contribuido a ello. Mamet no dicta sentencia en su obra, pero sí destripa las emociones y obliga al público a hacerse preguntas: ¿Es posible pedir perdón? ¿Puede perdonar una sociedad? ¿Hasta qué punto se puede evaluar con garantías el arrepentimiento de un terrorista? ¿Por qué un preso con ideas políticas parece tener un plus? Mi personaje, el de la terrorista que lleva 35 años en prisión, le dice a su carcelera que un preso vulgar que hubiera cometido el mismo crimen que ella ya llevaría en libertad mucho tiempo. Y también considera que los que ejercen la violencia más cruel están en la calle, e incluso gozan de posiciones influyentes.

-¿Ha llegado usted a perdonar a su personaje?

-En su juventud, ella mató a dos personas. Y es algo de lo que se arrepiente profundamente. Pero no está dispuesta a renunciar a sus ideas. Y precisamente por eso, y porque su estancia en prisión se debe a que se negó a delatar a una compañera, mi personaje demuestra a la carcelera que es más libre que ella, aunque lleve 35 años entre rejas. Mamet plantea todo esto y después deja al espectador que decida. Lo que sí he aprendido con ella es que las arrugas del rostro no tienen por qué trasladarse al cerebro.

-La escenografía se presenta desnuda, con una mesa y dos sillas. ¿Sobran demasiados artificios en el teatro actual?

-Éste es un tipo de teatro que se basa en el texto y en la relación de los personajes. Y sí, creo que es necesario reivindicarlo. Yo procuro hacerlo, como actriz y directora.

-Precisamente, ¿cómo ha resultado la experiencia de llevar a escena Kathie y el hipopótamo de Mario Vargas Llosa?

-Muy enriquecedora. Me ha inyectado sangre roja en las venas. En esto del teatro hay autores vivos-vivos, vivos que están muertos y muertos que están vivos. Vargas Llosa pertenece a los primeros. La complicidad que alcancé tanto con él como con el reparto obedece a la mejor naturaleza del teatro.

-¿Y cómo ve el teatro español?

-Sumido en una tragedia innecesaria. Somos el único país de Europa que soporta un IVA del 21%, y eso es profundamente injusto. Ahora bien, a menudo se habla del talento del teatro español que ha aflorado con la crisis, como si esta tragedia hubiera sido su inspiración. Y me parece un discurso peligroso. El talento existe siempre, sencillamente porque somos humanos. Pero que exista nunca puede justificar una política de disparates, por más que necesitemos la cercanía del público. Si se va la luz y tengo que cocinar, tal vez me salga muy rico un guiso frío. Pero eso no hace bueno el corte de luz.

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