El espectáculo en la calle

Divucsa publica un ramillete del estilo propio de estas fechas. Las saetas de Pepe Pinto, Valderrama, Marchena o Antoñita Moreno regresan en grabaciones de los años 60 y 70

Todos los años por estas fechas asistimos a una nueva hornada de ediciones discográficas por el género flamenco más popular de esta semana, la saeta. Esta temporada, sin embargo, es la excepción, pues sólo hemos registrado esta novedad. Una novedad más que relativa, ya que recopila viejos registros de los años 60 y 70 del siglo pasado. Lo más interesante de su contenido son las grabaciones incluidas en los dos discos antológicos que Marchena y Juan Valderrama grabaron a finales de los 60.

En las voces, además de los mencionados, de Antoñita Moreno, Pepe Pinto, Canalejas de Puerto Real y Antonio de Canillas, entre otros, con acompañamiento de banda o de banda de cornetas y tambores, este disco es un buen muestrario de estilos saeteros, la mayoría por seguiriyas, algunos por tonás. Porque la saeta consiste en eso, en cantar coplas alusivas a la pasión y muerte de Cristo con las melodías y los ritmos de la seguiriya y la toná. No se trata por tanto de un cante muy antiguo, aunque enlaza con una tradición de cantos religiosos, en su forma musical completamente ajenos al flamenco, que se remonta al menos al siglo XVII.

La saeta es por tanto un género preflamenco y también es uno de los últimos en sumarse al corpus estilístico de este arte. La primera referencia escrita a la saeta es de Fray Antonio de Ezcaray (Voces del dolor, 1691), que afirma que las cantaban en vía crucis "los reverendos Padres del Convento de Nuestro padre San Francisco, de Sevilla". Ésta y otras noticias posteriores se refieren a cantos didácticos y narrativos de religiosos y misioneros que se interpretaban en vía crucis y pregones litúrgicos. Muchas de estas saetas primitivas son al parecer fragmentos de series narrativas mayores, incluso de los evangelios. Primero las cantaban religiosos y luego las cantó el pueblo. El Diccionario de Autoridades las define en 1803 como "coplillas sentenciosas y morales". Sin embargo, desde sus mismos orígenes se da en la saeta una tensión entre lo litúrgico y lo dramático, lo didáctico y lo cívico, tensión que todavía hoy manifiestan las celebraciones religiosas populares. Cuando el pueblo se adueña definitivamente de la saeta, a mitad del siglo XIX según los expertos, es cuando triunfa lo afectivo. Las letras se dramatizan y las autoridades eclesiásticas lanzan invectivas. En la actualidad subsisten algunas de estas saetas populares preflamencas: en Alhaurín, en Puente Genil, Marchena, Castro del Río y Arcos de la Frontera. Son los restos de un fenómeno, la saeta popular preflamenca, que no se limitaba a Andalucía sino que se extendía por toda España.

La saeta se hace flamenca, sin dejar de ser popular, a principios del siglo XX. Cádiz, Jerez y Sevilla se disputan aún hoy su paternidad, para la que se citan los nombres de Enrique el Mellizo, La Serrana, Antonio Chacón, Medina el Viejo, Manuel Torre o Manuel Centeno. Más allá de polémicas localistas de lo que no cabe duda es de que la saeta flamenca es hoy lo que es por su vinculación a la fiesta mayor sevillana. Todos sus grandes intérpretes históricos, incluidos los seleccionados para esta nueva recopilación, cantaron desde los balcones de Sevilla.

No obstante, hoy el espectáculo está en la calle. Saetas nos puede servir como ejemplo de cómo decían este cante los maestros. Y de nostálgica evocación dentro de unos días. Pero hoy el espectáculo está en la calle.

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