carlos sisí. escritor

"Cuando escribes pones mucho de ti, y yo soy un tipo bastante costumbrista"

  • El autor de la saga 'Los caminantes' acaba de publicar 'Alma' (Minotauro), una novela en la que brinda un giro notable a su trayectoria con una historia de fantasmas de ambición espiritual

Con la aparición en 2009 de la primera entrega de Los caminantes, terrorífico relato de un apocalipsis zombi ambientado en Málaga, Carlos Sisí (Madrid, 1971), residente en Calahonda, se anticipó de manera notable al estallido del género y abrió las puertas al mismo. Con Panteón ganó en 2013 el Premio Minotauro, y ahora acaba de publicar en el mismo sello Alma, una historia bien distinta en torno a una médium con fantasmas y una búsqueda espiritual más allá del dictamen de lo real.

-Más allá de la novedad que supone un título como Alma en su trayectoria, ¿se siente un escritor distinto tras haberla escrito?

-Sí, sin duda. Bucear por esa otra realidad de las cosas, tal y como algunos la sienten y perciben, ha sido un ejercicio de introspección enorme del que no se sale como se entró. Es como iniciar un viaje. Aceptar que hay un mundo espiritual a nuestro alrededor, que no hay un Más Allá, sino que está todo aquí y que formamos parte de él, es una suerte de Año Cero, sí.

-La protagonista, Alma Chambers, presenta también una construcción más compleja y profunda que la mayoría de los personajes. ¿Ha querido tal vez subsanar una cuenta pendiente?

-Alma Chambers crecía con mi aprendizaje. Puse especial cuidado en sus diálogos y expresiones corporales; se las entregaba a mis fuentes, gente sensitiva que ve, escucha, siente y sabe cosas, y me aconsejaban o regañaban directamente: "¡Una persona conectada nunca diría eso!, ¿no ves que todo lo que dice es Ego?. ¡Ego, ego!". Fue una experiencia curiosa. Alma Chambers llegó a tener una capacidad de maniobra que en ocasiones me sorprendía o superaba. Para construir la novela quería volcar en ella toda la parte real de ese mundo desconocido, ligado a supersticiones y supercherías, que la gente desdeña como tonterías. Hay muchísimo trabajo detrás de esa obra envestida de ficción, pero tiene más de documentación que de elucubraciones mentales.

-La novela critica el concepto extendido de realidad. ¿Es la escritura de una novela el modo más directo de enfrentarse a este concepto? ¿O, más aún, ser una novela, como Don Quijote?

-Alma no niega la realidad, es que su realidad contiene una serie de información que nos está vetada o a la que no tenemos acceso. De eso trata todo el libro. Sería quizá bonito que los lectores terminen aceptando la posibilidad de que la ciencia que manejamos en este siglo XXI todavía no puede medir o captar ciertas cosas. ¡Al menos, la posibilidad! Digo que sería bonito porque he comprendido que no puedes convencer a nadie de nada. Cada uno tiene su momento, y hay gente que no necesita asomarse a estas ventanas. Las novelas son vehículos para muchas cosas, pero imagino que es inevitable dejar entrelazados pequeños mensajes, a veces incluso inconscientes, porque cuando escribes pones mucho de ti mismo. ¡Yo soy un tipo bastante costumbrista!

-En cuanto al tono espiritual de la novela, ¿considera que se ha producido una dejación de funciones por parte las instituciones tradicionalmente responsables de estos asuntos? ¿Tal vez queda un vacío que la literatura puede ocupar?

-Creo que estos temas deben abordarse desde una necesidad personal. Es una búsqueda, que llega en un momento de tu vida, y debe afrontarse desde la curiosidad personal. A esto lo llaman despertar. Si hablas de estos temas a alguien que tiene su mente, su yo interior y su corazón ocupados en otras cosas, no le calará nada. Pero a veces te despiertas un día y lees o escuchas algo, o alguien te cuenta algo que instaura una semilla, y buscas, lees. Dicen que la información llega cuando tiene que llegar. A veces, desde la ficción, podemos emplazar pequeñas semillas que pueden llegar, o no, a alguna parte. Muchos leerán Alma como la novela de ficción que es; otros encontrarán en ella quizá una manera diferente de considerar las cosas.

-Más allá de Alma, ¿qué opina de la literatura fantástica que se escribe y publica en un país de una tradición tan a priori realista como España?

-Nuestra tradición será realista, pero las nuevas generaciones, desde hace tiempo, están adiestradas para bucear en todo tipo de terrenos de ficción: libros, películas, series, videojuegos... Estamos más que acostumbrados a soñar con mundos imaginarios y disfrutar de ellos. En España se hace mucha literatura fantástica y de calidad; despuntan muchos nombres que, en un terreno tan difícil como es el mundo editorial en esta etapa de recesión económica, están consiguiendo buenos resultados de ventas. Hay una demanda, y también hay una oferta de calidad.

-¿Considera factible el reconocimiento de un escritor de ciencia-ficción al mismo nivel que un escritor cualquiera a la hora de recibir premios institucionales, recabar la atención de los medios, ingresar en academias o formar parte del canon? ¿Cómo valora que las primeras editoriales españolas ni siquiera acepten manuscritos de literatura fantástica, o lo hagan a través de subsellos especializados?

-Supongo que las editoriales se mueven en base a un esquema de beneficios, como es natural, y cada editorial tiene un encuadre lógico en el que enmarcar las obras que acepta. Tiene sus canales de publicidad, distribución, acuerdos con librerías, y algunas están acostumbradas y saben cómo encontrar a los lectores de romántica o histórica, por ejemplo. Algunas editoriales se especializan en novela de género, y otras prefieren no tocar ese palo. La novela de género no vende tanto como la histórica, la novela tradicional o la romántica. Imagino que a medida que los autores vayamos proporcionando novelas de calidad y los reseñadores y críticos literarios se hagan eco de esas obras, la gente irá animándose a probar estas propuestas. Es cierto, no obstante, que la ciencia ficción en particular tiene muy difícil salida. Yo tuve que optar a un premio para ver Panteón publicada, y fue una gran suerte conseguir ser ganador.

-De haber sabido la que se iba a armar a cuenta de los zombis, ¿habría escrito Los caminantes tal y como lo hizo?

-Los caminantes lo escribí para mí. Fue la familia quien me animó a mandarla a una editorial. Por aquel entonces (hablamos de 2008) los zombis no estaban de moda y yo evitaba usar la palabra zombie porque tenía mala prensa. Resultó que había un nicho que proporcionó varias decenas de miles de ejemplares vendidos y de nuevo fue una circunstancia afortunada que yo tuviera una obra lista para ser publicada en esos albores.

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