José Luis Gómez | Actor y director teatral

“Hay un acto de expiación en el discurso de Unamuno en el paraninfo”

  • El onubense regresa a Huelva con dos funciones, jueves y viernes, de su celebrada obra ‘Unamuno: venceréis pero no convenceréis’

  • El intérprete invita a redescubrir al gran pensador bilbaíno a través de los textos de su monólogo

José Luis Gómez (Huelva, 1940) vuelve esta semana a su tierra, al Gran Teatro, donde representará dos días, jueves y viernes, su celebrada obra Unamuno: venceréis pero no convenceréis, con la que viene de llenar teatros en París y en todos los escenarios por los que ha pasado.

Poemas, reflexiones y esas palabras en el paraninfo de la Universidad de Salamanca ahora se rescatan para entender al gran intelectual de la Generación del 98.

–Esta obra recupera escritos de Miguel de Unamuno y, sobre todo, un discurso mítico, del que ha dicho que es “uno de los hechos de mayor valentía intelectual de la Historia de España”.

"En este trabajo de teatro intento, más que dar yo las respuestas, que el espectador las encuentre"

–Creo que sí. Es un acto muy complejo, dada la calidad y las características de la persona de don Miguel de Unamuno. Muy complejo por cuanto pienso que, más allá del hecho del coraje civil que evidencia, hay un acto de expiación porque él es muy consciente de que ha apoyado un golpe que está asesinando a mansalvas a su alrededor. Lo dice clarísimamente. Y nunca se ha abordado este tema, en ningún ámbito. ¿Por qué Unamuno apoya el golpe del general Franco? ¿Por qué escribe en sus cartas que el general Franco es un pobre hombre, cuando sabía perfectamente que era todo lo contrario? En este trabajo de teatro intento, más que dar yo las respuestas, que el espectador las encuentre, aportándole muchos datos con cartas y escritos.

–Está marcado por sus contradicciones, por esos vaivenes de apoyar la República, luego el golpe y condenarlo después.

José Luis Gómez, como Unamuno, en un momento de la obra José Luis Gómez, como Unamuno, en un momento de la obra

José Luis Gómez, como Unamuno, en un momento de la obra / ©Sergio Parra

–Pero eso no creo que sean vaivenes. Él apoya la República porque es republicano y, además, socialista. Y apoya el golpe de Franco porque no puede tolerar ese desorden que surge con el Gobierno del Frente Popular, que no es capaz de cortar de raíz asaltos a conventos, incendios de iglesias, profanaciones de tumbas, etc. Escribe que hay que salvar la civilización occidental porque cree que la amenazan, sin darse cuenta de que había otra amenaza aún peor, detrás, en latencia: la del fascismo. Pero de esa no se dio cuenta y sí de que hay ahí un desorden espantoso. El texto del espectáculo abunda en montones de datos. Dice: “Yo no me convertí ni en bolchevique ni en fascista, yo estaba solo”. Es muy complejo; no son solamente contradicciones. Yo rescato un texto de él que dice: “Se me acusa de ser un hombre de contradicciones”; y añade inmediatamente: “Quien no se contradice es quien nada dice”. Es importante tenerlo en cuenta. Hay que hacer una inmersión grande en Unamuno, sobre todo en esos días que mediaron entre el 18 de julio y su muerte, que son muy poco conocidos. Por ejemplo, un texto desgarrador, que escribe con la pretensión de hacer un ensayo pero que son notas sueltas de diario, en el que que se ve el resentimiento trágico de la vida: “Se ha hablado aquí de guerra en defensa de la civilización occidental cristiana. Ya hablé yo hace meses de la necesidad de salvar la civilización occidental cristiana, pero la nuestra es solo una guerra incivil; no son unos españoles contra otros sino toda España contra sí misma, un suicidio colectivo”.

–¿Cómo fue la experiencia el 12 de octubre de 2016 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, por el 80 aniversario del discurso?

–Cuando uno hace eso en la Universidad de Salamanca, que realmente impone y conmueve por esa razón y por muchísimas otras, como fray Luis de León, es muy emocionante. El ámbito del paraninfo, además, está cargado de presencias, y a poco que uno sea sensible a esas presencias, se siente movido y cogido por ellas. Es emocionante y un honor poder hacerlo allí.

Un tema de memoria histórica

–¿Vio claro que había que llevar aquello al teatro?

–El tema es la memoria histórica: qué ha ocurrido en nuestro pasado más reciente. Vengo de hacer Unamuno en París... ¿Se ha visto en Francia que se puedan hacer homenajes al mariscal Pétain? No, está penado con cárcel. Y en Alemania está prohibido lo propio. Y en países escandinavos y aquellos que invadió Alemania. ¿Pero esto qué es, si el general Franco impulsa una represión, creo, sin parangón en nuestra historia? Éste es un tema urgente. Y todavía hay gente que dice que a los españoles no les importa, o les da igual, que salgan o no los restos del general Franco del Valle de los Caídos. Creo que estamos muy mal: queremos ser europeos pero de boquilla sólo, me da la impresión. Y estos espectáculos tienen que ver con eso, un proyecto del Teatro de La Abadía para la memoria histórica. Y desde el primer día hasta el último ha estado el teatro absolutamente abarrotado, sin entradas, porque sí hay personas a las que les interesa el tema.

–¿Qué cree que se lleva el público cuando ve la obra?

–El mensaje que se tiene que llevar y, de hecho, es el que se lleva, es que nunca más. Que esto nunca más se vuelva a repetir. Hay un momento en que Unamuno es convocado en el espectáculo por el actor que le va a interpretar, al que pregunta hasta dónde quiere llegar, y el actor le dice que hasta 1936. Y Unamuno le responde que no: “Eso no, volver a atravesar aquel mar de dolor y de vergüenza, de ningún modo. Dio entonces asco ser hombre”. Eso viene del resentimiento trágico de la vida de sus escritos y es bien potente y conmovedor. Es que no puede repetirse así. Hay cosas que, por ejemplo, rescato de Azaña: “Cuando se tiene el dolor de español que yo tengo, en el alma no se triunfa personalmente sobre compatriotas”. ¡Vaya frase! Son lecciones de fidelidad y de verdadero patriotismo lo que aquí se dispensa.

Azaña y Unamuno

–Ofrece ahora en teatros un díptico muy completo con sus monólogos de Azaña y Unamuno, que tuvieron sus diferencias.

–Muchas diferencias, muy grandes, enormes. Incluso sentimientos de oposición y una enemistad personal. En el momento en el que Unamuno apoya el golpe del general Franco nadie lo entiende. Por supuesto, Machado, que era amigo suyo, tampoco lo entiende. Azaña le destituye automáticamente como rector de la Universidad de Salamanca, cosa que le correspondía, aunque ya no tenía jurisdicción de facto sobre ello porque Salamanca era una ciudad ocupada por los rebeldes, y Franco le restituye automáticamente. Lógicamente había una oposición entre ambos. No podía entender nadie que Unamuno apoyara el golpe de Franco. Y sólo se podía entender con lo que te estoy diciendo: “Hay que salvar la civilización occidental cristiana”.

–Y él lo sintió después por engañar o defraudar a los demás.

"Él está absolutamente destrozado, muere con el corazón destrozado"

–Evidentemente, también, pero creo que son muchas cosas. Hay un poema que dice: “¡Ay, triste España de Caín, la roja/ de sangre hermana y por la bilis gualda/ muerdes porque no comes, y en la espalda/ llevas carga de siglos de congoja!/ El Cid, Loyola, Pizarro/ Santa Teresa, la Armada/ oro, sudor, sangre, barro/ cielo, sueño, polvo... nada”. Son poemas estremecedores. “Ebro, Miño, Duero, Tajo/ Guadiana y Guadalquivir/ ríos de España ¡qué trabajo/ irse a la mar a morir!”. Él está absolutamente destrozado, muere con el corazón destrozado.

–Y muere en soledad, parece que expiando sus culpas.

–Lo que pasa es que la expiación en este modo conlleva una especie de castigo asumido. Y de algún modo hay eso, pero él es muy consciente y asume las consecuencias de sus actos.

–Dentro de poco se cumplen los 25 años de La Abadía. Se ha demostrado este tiempo que sigue siendo un modelo válido.

–La verdad es que sí, sobre todo si uno reflexiona que en el resto de España han ido desapareciendo estos años desde el CAT de Sevilla, prácticamente, además del Centro Dramático de Aragón, o los teatros de la Generalidad de Valencia... Es un modelo que sigue vivo y boyante porque es un modelo de sentido común y, además, muy económico porque una de las cosas que al principio introducimos fue la racionalidad financiera.

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