Fila siete

El encanto de la aventura

Pocas veces puede darse la coincidencia de que los guionistas de Viaje al centro de la tierra, cuya crítica publicábamos ayer, sean a su vez los directores y coguionistas de la que hoy nos ocupa, La isla de Nim, películas que se estrenaron el mismo día. Ellos son los adaptadores y autores del guión basado en la novela de Wendy Orr, cuya protagonista es una niña que fantasea con un héroe literario para rescatar a su padre. Volvemos así al encanto de la aventura que es uno de los géneros que sin duda ha brindado al cine desde muy antiguo sus más emocionantes y fabulosos relatos. Es, por otra parte, el clásico producto de una programación de verano, ya tocando a su fin y puede aprovechar los últimos días de vacaciones para los niños, que deben ser sus más apropiados espectadores.

La novela de la escritora Wendy Orr, de residencia en Australia, donde se ha rodado la película, nos lleva a una isla volcánica escenario de la fantasía de una niña y lugar propicio para toda suerte de imaginaciones y quimeras. Nim es la protagonista que, rodeada de exóticos animales, de libros, de leyendas, de fábulas inverosímiles, adora a uno de sus grandes ídolos aventureros: Alex Rover, el pionero de toda increíble peripecia. Un peligro inesperado se cierne sobre su padre, un científico, un biólogo marino, y la isla desconocida al sur del Pacífico que habitan. Nim invoca al autor de su idolatrado héroe. Ignora que la autora de esas aventuras es Alexandra Rover, una mujer apocada, una escritora agorafóbica, nada valerosa que vive en un piso de la gran ciudad. Ambas tratarán de imitar al valeroso ser de ficción que es Alex Rover.

Sin necesidad de hechizos, de magos, de brujas, de personajes encantados, de monstruos y fantasmas diversos, como estamos hartos de ver en películas bien cercanas, algunas todavía en cartel, Jennifer Flacket y Mark Levin, matrimonio que ya dirigió Pequeño Manhattan y la serie televisiva Aquellos maravillosos años, han adaptado con sencillez este "best seller" de la literatura infantil y nos trasladan a un mundo de fantasía sin necesidad de grandes aspavientos visuales. Con ello se aproximan justamente a esos parámetros exactos que rigen un cine familiar, que muchos artífices de Hollywood cultivan con éxito entre su público más cercano y el de otros países.

Puede sorprender ver en esta historia como singular protagonista a Jodie Foster, en un cometido interpretativo muy lejos de lo que es habitual en ella, pero cumple su actuación con la dignidad propia de su profesionalidad. A su lado la adolescente Abigail Breslin, a la que recordamos con cuatro años menos en la película Señales (2004) y sobre todo en un reciente éxito Pequeña Miss Sunshine (2006), por la que fue nominada al Oscar.

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