Cultura

Un documental rinde homenaje a la trayectoría artística de Alicia Alonso

  • 'Alicia Alonso. Para que Gisèlle no muriera', producido por RTVE, se estrenará el próximo jueves, en la 2 de TVE · Fue presentado ayer en el Instituto Cervantes

El rostro de Alicia Alonso parecía una máscara esculpida, blanca y envuelta en turbantes de colores, como el verde agua, del color de las aguas de su Cuba natal, que llevaba ayer. El secreto de su energía es amar la vida, hasta el punto de que la repetiría, dice, exactamente igual a como la ha vivido.

El domingo aterrizaba en Madrid la bailarina que llevó el nombre de Cuba por el mundo, para presentar ayer, en el Instituto Cervantes, el documental Alicia Alonso. Para que Gisèlle no muriera, producido por RTVE y que emitirá La 2 de TVE el próximo jueves día 7, a las 22.00.

Con motivo de su 90 cumpleaños, el documental contiene una entrevista exclusiva con la gran dama de la danza, y describe el recorrido vital y artístico de la coreógrafa y artista, creadora de la Escuela de Danza y el Ballet Nacional de Cuba.

Aparte de contar con los testimonios de amigos tan apreciados como Montserrat Caballé, Teresa Berganza -quien quiso estar cerca de la diva y felicitarla cariñosamente-, Víctor Ullate o Pablo Milanés, el documental ofrece también valiosas imágenes de archivos, tanto personales como de RTVE, que recogen desde los inicios de una Alicia infantil que vino a España a curtirse en las danzas españolas, hasta la madurez que la artista vive actualmente.

Por supuesto, sin olvidar sus grandes triunfos con los ballets clásicos de siempre. De hecho, el título del documental hace referencia a la frase que pronunció el gran Maurice Béjart cuando Alicia Markova no pudo representar una función de Gisèlle y esa noche el mundo descubrió a su sustituta, Alicia Alonso.

"Alicia nació para que no muriera Gisèlle", dijo el coreógrafo. Y aunque volvió la Markova a ocupar su puesto, ya nada sería igual para Alicia, quien vio marcada su vida por la danza y tuvo contacto con los grandes ballets rusos mientras hacía doblete en los musicales de Broadway.

Y, ya en pleno estrellato, entre el glamour y la brillantina, Alicia Alonso tomó su primera gran decisión. "En la vida he sido sincera y seré sincera hasta el final", dijo ayer y, cuando se le pregunta si no le pesó dejar toda esa vida de lujo y glamour para quedarse en su isla, bajo el peso de la ley del embargo, responde claramente: "Yo no vivía para tener ese mundo dorado. Yo seguía y sigo porque me gustan el baile y el ballet. Y el comandante Fidel me preguntó: '¿Qué necesitas para tener una buena escuela y un buen ballet?'. Le dije que toda la ayuda. Y él nos la dio y nos la sigue dando", cuenta a Alicia, quien afirma ser "de una isla chiquita, pero que siempre ha salido p'alante".

"Bailar es lo primero, pero enseñar va unido; no existe lo uno sin lo otro", añade la bailarina, quien entiende que la decisión más dura llegó cuando, pasados los veinte años, poco tiempo después de haber empezado a bailar, comenzaron a desprenderse sus retinas. Tenía que descansar con los ojos cerrados, luego volver al baile, y, al no mejorar la situación, tuvo que operarse.

Tras la operación debía ser tratada con cortisona, y ahí llegó el momento crítico: con la cortisona engordaría y no podría bailar; sin ella, se quedaría ciega. "Fue lo más duro, pero elegí el baile y nunca he pensado en cambiar esa decisión. Lo sigo teniendo todo -añade-, veo algunas formas", apunta Alicia Alonso, quien cuenta cómo, durante el tiempo que pasó en la cama descansando, recordaba y repasaba las coreografías de todos los ballets.

Lo hacía desde el punto de vista del público y a eso añadía algunos trucos de luz con los que jugaban los eléctricos, además de contar con una tremenda confianza en su primer bailarín. Todo el equipo estaba atento por si algo salía mal y se caía. Pero nunca se cayó.

Y hoy Alicia se siente feliz al ver a esos discípulos suyos a los que enseñó en su escuela repartidos por el mundo, entre los mejores ballets y enseñando a su vez su legado. Y le gusta venir a España, de donde son sus ancestros y donde confiesa, entre risas, que adora la tortilla de patatas.

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