i festival flamenco ciudad de huelva 3 Segunda jornada Crítica cine

¿Quién dijo que segundas partes no eran buenas?

ANTOLOGÍA DEL CANTE FLAMENCO

Lugar: Escenario Quitasueños. Barrio Obrero. Fecha: Sábado 8 de octubre. Aforo: Libre, en espacio público.

En la tarde ya apuntaba el ocaso. Por la mañana habían actuado las Peñas de Las Colonias y La Orden en el escenario al aire libre de la Casa Colón y en el recinto del Barrio Obrero iban a subir a las tablas del Quitasueños la nómina de artistas convocados con sus respectivos acompañamientos en palmas, percusión y cante, en cante, sí, porque el baile iba a tomar carta de naturaleza por primera vez en la primera edición del Festival Flamenco Ciudad de Huelva.

Con un retraso totalmente asumible y perdonable, Eduardo Fernández Jurado, introductor de los artistas en su presentación ante el público, comienza a desgranar el primer acto de los tres, que como el pasado viernes día 7, van a completar la Gala Flamenca de la noche. Y en este caso lo hace en nombre propio y detrás de dos mujeres cantaoras de Huelva. A saber, Tina Pavón y Regina. Aúnan ambas el alma flamenca de la tierra del Descubrimiento que, sujeta a la declamación de la voz de Eduardo, autor del proyecto, va a desgranar una pléyade de cantes llamados de Ida y Vuelta. No es precisamente novedosa este tipo de obra en el catálogo creativo del autor, ahí está la memorable ópera flamenca Y después América que tanto éxito cosechó en sus inicios, allá en los albores de la década de los noventa de la pasada centuria.

A Tina le acompaña la cálida guitarra de Manolo Herrera con las palmas de Juan Paredes y El Lebri. A Regina, le van a entonar las sabias manos de Joaquín Brito, a la guitarra y también las manos acompasadas en las palmas de Cristina Tovar y Laura Marchena.

Tina Pavón subía al escenario con todo un acervo de experiencia cantaora demostrado en mil y un ambientes de festivales, Peñas y Recitales en los que ha ido dejando patente su sabiduría y buen hacer y siempre brillando por los cantes de Cádiz, tierra que la vio nacer. No tuvo desperdicio su cante anoche; me deleitó su temple en el cante por guajiras y fandangos personales; su dominio de la bulería de Cádiz y me impresionó con su cabal de Silverio.

Al alimón, Regina también destacó con su cante vitalista y expresivo. Esta rocianera va dejando, por cada rincón que pisa, patente de regusto al oírla por su voz siempre instalada en los altos tonos en donde la pelea con el cante tiene el brillo que llega a todos los que la escuchan. Por su afortunada garganta fueron brotando las colombianas, milongas, vidalitas, bulerías, el bello romance y los emotivos fandangos de Huelva.

Pero venía más. ¿Quién dijo que segundas partes no fueron buenas? Sin poder pestañear un momento, subió al tablao el plato fuerte de la noche. Por delante echó a su afortunadísimo elenco de compañía con las guitarras de Juan Campallo y Jesús Gutiérrez, la percusión de Paco Vega y las voces de dos cantaores de lujo, de esos que se llaman de cantar pa atrás, pero que cuando hicieron el cante sonaron atrás, delante, arriba y más arriba: Pepe de Pura y Yoni Reyes. Y la guinda, yo diría superguinda, subió a interpretar con todo su cuerpo y con toda su vitalidad los sonidos que salían de tan certera compañía. Antonio Molina El Choro, orgullo de todos los flamencos de Huelva, levantó una y mil veces al respetable público de sus asientos porque si nos quedábamos sentados nos podía dar algo malo. Qué manera de bailar. Uno no sabe si reír, llorar, gritar o enmudecer con el baile de este flamenco. Qué deleite. Qué sensación de fortuna te llega al alma viéndole moverse por las tablas. Principiaron con unos cantes por cantiñas en los que desgranó sus primeros sones rítmicos en estos suelos sonoros que el baile flamenco emplea. Siguieron los bailes por tangos para concluir por los de soleá por bulería. En los descansos del bailaor nos sedujeron los cantes por malagueña y abandonaos y los solos de guitarra.

Y llegó Manuel Moreno Maya con su bagaje de primerísima figura por mérito propio. Se acompañaba de la guitarra del Niño Seve, la percusión de José Moreno y las palmas de Torombo y José El Compadre. El Pele, como se le conoce artísticamente, puede, con su forma de cantar, trasladarte al Olimpo del Flamenco, hacer que toques el Cielo con la yema de los dedos. Y así se estrenó con la portentosa zambra. Siguió con ese arco tenso cuajado de emociones cuando abordó el cante por soleá. Las alegrías aparecieron de seguido preñadas de colorido y bellas letras cantadas. Los tangos también los anotó en ese tono alto de brillantez con el que había emprendido su recitado. Y ahí acabó la cosa. De manera inexplicable hizo ademán de irse, a lo que el respetable le porfió, consiguiendo con ello que se produjera la paradoja más considerable que este humilde cronista de lo que vio y oyó haya podido vivir en la comparecencia de un artista flamenco de su talla. Nada más y nada menos que comenzó a cantar por sevillanas. Género este que adoro pero que estaba tremendamente desubicado allí aquella noche. A partir de ese momento todo se me vino abajo y dí por finalizada la noche. Una pena…

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios