Cultura

Una cuestión de HONOR

  • La editorial Alianza acaba de publicar diversos títulos del escritor Joseph Conrad: 'La línea de sombra', 'El pirata', así como una hermosísima edición de 'El duelo', ilustrada por Bastian Kupfer

En la introducción a Seis relatos, Joseph Conrad nos revelaba cómo había nacido la idea para El duelo: "Su origen es extremadamente sencillo -escribió-. Se remonta a un párrafo de de diez renglones de un modesto periódico provincial del sur de Francia. Ese párrafo, que tenía como motivo un duelo con final desgraciado entre dos conocidas personalidades parisienses, citaba por una u otra razón la 'célebre historia' de dos oficiales de la Gran Armada napoleónica que se batieron en una serie de duelos entre medias de grandes batallas y con algún pretexto trivial. Nunca se supo tal pretexto". En consecuencia, tuvo que inventárselo él, así como imaginar dos antagonistas capaces de prolongar tamaño despropósito durante tres lustros. Esta historia le permitía asimismo desempolvar un antiguo interés por las campañas militares de Napoleón Bonaparte, cuya sombra se extiende por todo el siglo XIX. Conrad contó asimismo que algunos lectores franceses le habían felicitado por haber sabido atrapar una anguila tan huidiza como la del "espíritu de la época". No hay duda de que exageraban, apostilló el escritor con su habitual elegancia; aun así, se complacía en recordarlos. Escribimos para que nos quieran, ¿no?

Los protagonistas de El duelo son dos oficiales del glorioso ejército napoleónico: Gabriel Florian Feraud, teniente del Séptimo de húsares, y Armand D'Hubert, teniente el Cuarto de húsares. Los retratos se aderezan con un apunte que bastaría para justificar lo injustificable: Feraud es un meridional, en tanto D'Hubert procede de tierras septentrionales. ¿Es necesario añadir más? Durante una breve estancia en Estrasburgo, el primero se bate en duelo con un civil y el segundo recibe de sus superiores el encargo de comunicarle su arresto domiciliario. Tras buscarlo por toda la ciudad, D'Hubert encuentra a Feraud en casa de una dama, Madame de Lionne, y comete la insolencia no sólo de interrumpir la velada, sino incluso de intercambiar unas pocas palabras galantes con esta dama; Feraud le responde con cajas destempladas y D'Hubert no sabe encauzar el enajenamiento del otro, que lo reta a un duelo, que él acepta.

En este primer enfrentamiento, D'Hubert reduce a Feraud sin dificultad pero éste le exige el desquite y él no está dispuesto a que nadie ensucie el pañuelo inmaculado del honor. Los lances se sucederán a lo largo de los años y de la geografía europea, primero, durante las treguas de la larga gesta napoleónica, luego, finalizada ésta.

El duelo se publicó inicialmente en 1908 como The Point of Honour (El sentido del honor) antes de pasar a engrosar con su título definitivo el volumen Seis relatos, aunque en puridad se trate de una novela corta. El lector acepta el absurdo de un enfrentamiento por algo tan peregrino como el honor porque sabemos que nunca faltan razones que a la razón se le escapa. Entre los oficiales de Napoleón hay quien sospecha que la enemistad quizás naciera en una existencia anterior y que la rivalidad entre ambos ha sobrevivido a la transmigración de sus respectivas almas.

Este apunte, que da una nota de color a una breve escena, introduce un soplo atávico en la historia. Hay algo profundamente primitivo en esta sofisticada narración. El ser humano necesita desafíos, necesita un campo de batalla suyo, y no nos sorprende que los protagonistas mantengan el encono a lo largo de dieciséis años, en principio como tenientes, posteriormente como capitanes, coroneles y generales; o bien empuñando lustrosas espadas, o bien amartillando pesados pistolones. En nuestros corazones cabe mucha rabia; esto quizás explique la fascinación no exenta de complacencia con que nos entregamos al espectáculo de dos hombres dispuestos a matarse el uno al otro.

La novela -que inspiró la primera película de Ridley Scott, Los duelistas (1977), interpretada por Keith Carradine y Harvey Keitel-, ha sido reeditada por el sello Alianza con unas magníficas ilustraciones de Bastian Kupfer. Hablamos de una auténtica joya bibliográfica.

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