Una conversación verdadera
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José Carlos Rosales escribe sobre la ‘Poesía reunida’ de Rafael Juárez que publica la Diputación de Granada y que se presenta este lunes en Granada
La despedida de Rafael Juárez

No sé si debo decir que Rafael Juárez era un poeta excelente o, mejor aún, que Rafael Juárez es un poeta excelente. No lo sé ahora y me temo que, tal vez, tampoco lo sabré en el futuro, entre otras razones porque mi cercanía con él –personal y estética– era máxima y no me acostumbro a pensar en Rafa como si ya no estuviera con nosotros caminando, leyéndonos sus poemas, riéndose o hablando. Pero los grandes poetas –y Juárez es uno de ellos– siempre están presentes, siempre son actuales, nos hablan como si siguieran aquí, sabemos que nunca se irán.
De todos modos hay una cosa cierta: los poemas de Rafael Juárez son sin duda excelentes, lo son ahora y lo seguirán siendo durante mucho tiempo, no solo porque están bien construidos para superar la barrera del tiempo, sino también porque nos exhortan a la reflexión constante sobre lo más valioso, lo que nunca se agota; sobre aquello que, pareciendo que se esfuma, vuelve una y otra vez, ese algo que nos interpela sin descanso y que nos impulsa a detenernos y mirar cómo el mundo se mueve, cómo cambia el color de una plaza o de un paisaje, el enigma de que todo aquello que pasa, antes o después regresará para seguir acompañándonos, quizás de otra forma o con otra luz, pero su pálpito nunca cesa: “Me gusta mirar las nubes / pasar bajo las estrellas / hacia el mar que las espera / para fundirse en azules. // […] // Me gusta mirar los ríos / desde los puentes de piedra. / Y no buscar la ribera: / mirar, por mirar, el río”.
Su obra nos exhorta a la reflexión constante sobre lo más valioso, lo que nunca se agota
Pienso en todo ello, y en muchas cosas más, al releer los poemas de Rafael Juárez en la cálida edición que de su Poesía reunida ha editado la Diputación de Granada. Esa relectura está siendo una experiencia inesperada y sorprendente, al menos para mí, y supongo que también para todos aquellos que ya estén familiarizados con esta escritura poética cuyas raíces se hunden en la fértil lentitud de la naturaleza, en la conciencia de un tiempo herido, en la memoria de un lugar o de una casa, en la mirada huérfana que busca sentido y reflexión, conocimiento: “[…] y aunque no duele todo lo que acaba, / todo lo que se va deja una herida”.
Sin embargo, no sé qué efectos podrá provocar la lectura de estas páginas en la conciencia de quienes se acerquen a ellas por primera vez, pero intuyo que, si se dejaran envolver por su música y se concedieran a sí mismos el tiempo suficiente, un tiempo sosegado en una época en la que el sosiego parece haber desaparecido para siempre, encontrarían sobradas ocasiones para percibir y comprender la fugaz permanencia de lo que vale una vida, la suave constancia de las cosas naturales, la quiebra que suponen todas las despedidas, títulos emblemáticos de unos libros que nos abren una sobria sabiduría destilada sin prisas, con calma, con la misma serenidad con la que deberíamos aceptar nuestras ignorancias: “Dichoso tú, que ves una paloma / y ves una paloma / que ha surcado la plaza entre los árboles / callados, porque ignoras / qué significa paz endeble, luz / atroz, misericordia”.
Aunque por otros motivos, para los nuevos lectores de Rafael Juárez, esta experiencia de lectura probablemente también podrá ser inesperada y sorprendente: inesperada, porque encontrarán en estos poemas una coherencia formal y temática muy lograda, coherencia no del todo frecuente en nuestro panorama literario; y sorprendente, porque les abrirá caminos por los que nunca han transitado. Para mí, lo sorprendente ha sido comprobar otra vez –ahora con una nitidez deslumbrante– cómo se ha mantenido a lo largo de más de treinta años el propósito poético esbozado en Las cosas naturales (1990), libro con el que se abre felizmente esta Poesía reunida, dejando para la sección de Otros poemas los escritos en los años 80, respetando así lo que el autor dijo en muchas ocasiones, por ejemplo, en una entrevista en el diario Granada 2000 en noviembre de 1991: “Publiqué en los años 80 […]. De los poemas que escribí entonces no recogería hoy ninguno. Creo que nunca se empieza a escribir suficientemente tarde”. Esta última frase, así como muchos de sus versos y estrofas, adquieren hoy un valor añadido, sobre todo para los que ya los conocemos, esa es la sorpresa, comprobar cómo nos siguen emocionando todavía: “No hay dolor que no acabe y no hay belleza / que dure más de lo que dura un día, / y la memoria cada vez más fría / se apaga apenas la conciencia empieza”.
Para Enrique Nogueras, Juárez “nunca fue de poeta, rechazó el semblante, la pose”
Esta Poesía reunida nos llega acompañada de dos textos introductorios. El de Amalia Bautista es, como ella misma dice, el de una poeta que lee a otro poeta para llamarnos la atención sobre los “hallazgos insólitos” de una obra poética que “no me defrauda en ningún momento y [en la que] cada libro es mejor que el anterior”, la escritura de alguien que “conserva intacta su capacidad de asombro” y, precisamente por eso, es “un gran poeta de las grandes cosas que le parecen cosas pequeñas a quien no entiende nada de las dimensiones que importan”. Y el de Enrique Nogueras es la semblanza biográfica de un amigo que habla de otro amigo contándonos anécdotas, costumbres o aventuras para confiarnos que “la poesía fue la razón última de su existencia, su modo de coexistir o convivir con la herida, su modo de estar ahí, de ser en el mundo”; y añade: “Nunca fue de poeta, rechazó el semblante, la pose, la teatralidad que en mayor o menor medida suelen acompañar al escritor”.
Terminemos señalando que esta Poesía reunida –que se presenta este lunes a las 19:30 en el Palacio de los Condes de Gabia de Granada– no habría sido posible sin el desvelo y los esfuerzos de Manuel Gómez Ros, que ha cuidado la edición con rigor y cariño. Como tampoco habría sido posible este libro tan hermoso –por dentro y por fuera– sin el diseño y la maquetación, tan elegantes como útiles, de Susana Martínez Ballesteros. Diseño y edición que confirman unas palabras de Rafael Juárez: “Me parece que sigue siendo necesario hablar cuando se quiere decir algo de verdad, y el resto del tiempo callar”. Así es esta Poesía reunida: una conversación verdadera.
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