Los confines de Dios

El día dos de julio de 1623, fray Martín Claver, con veinte años, teólogo de segundo año en Salamanca, se embarca en el Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza y, desde el puerto de Cádiz, arriba a Manila en el mes de junio de 1624. Agustino, iba a sumarse a jesuitas y franciscanos en la aventura de evangelizar el Extremo Oriente donde las por entonces doradas Portugal y España cerraban el círculo de la primera globalización. Nada se quería dejar al azar, si los marinos y los soldados buscaban con avaricia el oro de los habitantes de aquellas tierras extremosas, los frailes buscaban sus almas con más avaricia aún.

Es en esta tierra lejana donde el joven maño pasará gran parte de su vida y donde recogerá el material para su relación de religiosos mártires de la Orden de San Agustín, junto con jesuitas y franciscanos, publicada en Manila en 1638, que, con el bello título Los confines de Dios, Manuela Águeda Garrido, con una prosa tan fresca como severo análisis, nos trae hasta este siglo nuestro en el marco de la Biblioteca Biográfica del Renacimiento Español de la Universidad de Huelva.

Un mundo de locos aventureros donde la codicia y la abnegación, la cerrazón y la generosidad, la violencia gratuita… se amalgaman en un sinsentido oscuro difícilmente comprensible desde hoy. 

Es sin duda un valioso documento el texto escrito por fray Martín Claver para conocer el mundo alucinante del Japón y de Las Filipinas en los días de su encuentro con Occidente. Con una prosa opulenta y un pomposo sentimiento militante, el fraile nos describe el martirio de sus hermanos a manos de unos gobernantes locales de una refinada crueldad empeñados en salvar su cultura y sus creencias amenazadas por aquellos advenedizos que llegaban con aviesas intenciones de no se sabía dónde pero sí para qué.

Pero es sin duda más interesante el amplio estudio de Águeda Garrido que precede al documento en el que la perspectiva se abre; de los arrebatados primeros planos de Claver se pasa a la visión panorámica para explicarnos como era España y el resto del orbe en aquellos tiempos nublados; tiempos en los que la grandeza de unos pocos se sostenía en las miserias de muchos: peana de grandezas y vilezas que sostuvo el brillo de nuestro país durante varias centurias.

El amplio estudio de Águeda Garrido se presenta dividido en dos bloques. En el primero, La obra de Martín Claver, se analiza al agustino y su relato; en el segundo, El cristianismo agustiniano en Extremo Oriente, la visión se hace más amplia para analizar el papel del cristianismo en aquellos lares: el choque de religiones, las guerras entre las distintas órdenes religiosas, el martirio como camino de santidad… Quizás sea esta segunda parte la más sustanciosa de este libro, en la que se intenta aclarar las oscuridades de aquellos frailes demediados entre la realidad que los acogía y la fe que los cegaba.

La verdad es que leyendo el libro se penetra en las llagas de aquel momento rumboso que ha pasado a nuestros anales como El Siglo o los Siglos de Oro, del que insistentemente siempre nos llegaron las glorias y muy de vez en cuando se levantó alguna alfombra para mostrarnos al personal de a pie que pagó las cuentas de aquellos lujos y que permitieron a  aquellos reyes, a aquellos nobles y a aquellos bravos capitanes el histrionismo de ocupar plaza en el santoral de la Historia.