El cine y Mark Twain
El jueves pasado en mi columna de opinión Caleidoscopio de este mismo periódico glosaba la figura literaria de uno de los escritores más eminentes de las letras estadounidenses, Mark Twain, de quien este año se cumplen cien años de su muerte. Prometía que lo que entonces no era más que una visión de su personalidad como escritor y su influencia notable en mis lecturas infantiles, sería en esta sección la perspectiva de su obra en el cine. Como escribía no hace muchos días en La Nación Fernando López, en su espacio Noticias de Espectáculos, el vínculo de Mark Twain con el cine es antiguo. Y explica: "Gloria de las letras norteamericanas, héroe público, autor de obras populares y colmadas de humor y creador de personajes cuyas aventuras medio mundo guarda en la memoria, es natural que Mark Twain haya mantenido un prolongado romance con el cine".
El escritor, que describió de una manera fascinante la vida en las riberas del Mississipi en la segunda mitad del siglo XIX, inspirador de muchas películas cuyos escenarios fueron esos mismos que el recreó en sus libros y no sólo el más significativo de todos ellos, Las aventuras de Tom Sawyer (1876), que ha dado lugar a tantas versiones, como luego veremos, y propició su propia presencia -a través de los actores que lo encarnaron- en algunos films, incluso en la famosa serie Bonanza (1959), que lo incluyó en algunos de sus capítulos mezclándolo con sus habituales personajes, en actuaciones de intérpretes como Ken Howard y Howard Duff. Cuando Samuel Langhorme Clemens, su verdadero nombre, murió en 1910, ya se atisbaba que el cine tenía infinitas posibilidades de convertirse en un fenómeno de masas. Las rústicas pantallas de entonces ya habían asombrado a los públicos con Viaje a la luna (1902), de Georges Méliès; las raíces del western establecidas por Edwin S. Porter con El gran asalto al tren (1903) y serán mucho más notables con las más acusadas innovaciones en el arte cinematográfico de David. W. Griffith en Nacimiento de una nación (1915) o Intolerancia (1916).
Precursor de este espectáculo de masas, Mark Twain en 1907 colaboró en la primera adaptación de las andanzas de Tom Sawyer y apareció en la primera versión de su novela Príncipe y mendigo (1909), de J. Searle Dawley -luego vendría la de Richard Fleischer en 1975 con Mark Lester y Lawrence Olivier-, sin olvidar las imágenes del escritor jugando a las cartas con sus hijas tomadas nada menos que por Thomas Alva Edison. De las personificaciones del propio autor en cine recordemos la de Fredric March en Las aventuras de Mark Twain (1944). Pero también lo han interpretado James Whitmore, Jack Albertson y Bing Crosby en televisión. De hecho, hay un proyecto con Val Kilmer en el papel de Twain. Y a pesar de que algunas de estas biografías cinematográficas no hayan sido muy fieles a su verdadero carácter y a sus sátiras sociales o políticas, en general el espíritu del escritor nos brinda un retrato tan apasionante como fue su propia vida.
Sin duda, entre las más famosas novelas de Mark Twain, Las aventuras de Tom Sawyer ha sido la más adaptada a la pantalla. Recordemos aquella de John Cromwell de 1930, con un inolvidable Jackie Coogan como protagonista; la de Norman Taurog, realizada en 1938. En 1973 Don Taylor volvía al tema con Tom Sawyer y más recientemente Peter Hawith unía a los dos famosos personajes de estos jugosos episodios en Tom and Huck (1995). Con el título de Huckleberry Finn (1931), Norman Taurog unía al propio Coogan en el papel de Tom con el de Huck encarnado por Junior Durkin. Porque la novela Las aventuras de Huckleberry Finn (1884), también tuvo su réplica cinematográfica en la película que Richard Thorpe realizó en 1939 conservando el mismo título del libro y con un intérprete irrepetible: Mickey Roonie. Conservarían también ese mismo título Michael Curtiz para su versión producida en 1960 y lo mismo haría J. Lee Thompson en 1974.
Otra de las famosas novelas de Mark Twain fue Un yanqui en la Corte del Rey Arturo (1989). Tuvo dos versiones en el cine: la de David Butler en 1931 y la de Tay Garnett de estilo musical en 1949, con Bing Crosby y Rhonda Fleming como protagonistas. No faltaría la perspectiva futurista con Un astronauta en la Corte del Rey Arturo realizada en 1979 por Russ Mayberry. Finalmente, pienso que quizás el cine le deba al genial escritor estadounidense una aproximación más fiel, más lúcida y menos especulativa.
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