donde habita el arte

La casa con el tiempo dentro

  • Casa Museo Zenobia Camprubí-Juan Ramón Jiménez. La vivienda familiar del Nobel en Moguer es el acceso al mundo particular del matrimonio que cambió la poesía del siglo XX

La casa con el tiempo dentro

La casa con el tiempo dentro

Todo parece en suspensión desde que se accede al interior. Hay que franquear para eso una cancela, con fecha 1885, que aventura que el tiempo allí es otro. Objetos y voces parecen flotar mientras se pasea entre habitaciones. El lugar invita a la calma, a detenerse a cada paso y a disfrutar del brillo que retiene de una época dorada, congelada para siempre entre esas paredes. Pero la Casa Museo Zenobia Camprubí-Juan Ramón Jiménez es muchísimo más que una recreación material del pasado. Es la referencia espacial para una experiencia que acerca como nada al universo personal del poeta más grande del siglo XX, genio literario universal.

Sólo en la biblioteca pueden pasar las horas sin que lo parezca, descubriendo al matrimonio entre anaqueles. En ella hay más de 3.200 volúmenes y 7.500 ejemplares de revistas de variada temática, más los 700 periódicos conservados en las dependencias, en la primera planta, del Centro de Estudios Juanrramonianos. Son tesoros acumulados por la pareja en su piso de Madrid, durante sus veinte años de vida común antes de su exilio por la Guerra Civil.

Emociona el relato de las guías, que se adentra en la historia de un amor verdadero

Juan Ramón quiso que todas las pertenencias que dejaron atrás entonces, pensando en un regreso muy cercano, fuesen a la Casa Museo que le propuso crear el Ayuntamiento de Moguer a primeros de los años 50, antes de que le concedieran el Nobel. Quiso el poeta que fuera aquella, y no la natal, la que acogiera su legado en España; una casa señorial del siglo XVIII de unos 600 metros cuadrados a la que vinculó su infancia y juventud, entre los 5 y los 30 años. Y quiso también (lo exigió) que aquel fuera un espacio de reconocimiento, por igual, a la piedra angular de su existencia, la razón de su éxito logrado, la persona más importante de su vida, su colega y esposa, Zenobia.

"Toda la belleza de la juventud y la madurez la hemos gastado en amarnos. No es belleza perdida sino amor encontrado, no derrochada belleza sino atesorado amor", escribía en Ideolojía, y publicaba el jueves la Fundación del Nobel a través de su perfil de Facebook.

Esta casa es realmente un monumento de amor, como el célebre epistolario de Zenobia y Juan Ramón. El tiempo y el espacio giran alrededor de ellos, y en el ambiente se presume una extraordinaria historia que les unió 40 años y que compite en grandeza con sus hitos literarios. Seguir el recorrido de la visita guiada es recorrer su línea vital común. Descubrir detalles que acercan el susurro del genio moguereño y el de una mujer excepcional, adelantada a su época y a la nuestra. Es emocionarse con un amor real, auténtico, que superaba la idealización de la ficción.

El relato minucioso que ofrecen las guías de la casa durante la visita conmueve y apasiona. Aunque igual es recomendable aislarse de acompañantes y sumergirse en la intimidad del lugar, exquisitamente restaurado y reabierto al público hace ahora diez años.

El aljibe del vestíbulo, el corral, la habitación principal en la primera planta, con sus alianzas y los complementos de Zenobia para la boda en Nueva York. La de invitados con su cama de soltera, las dos pequeñas salas con los despachos de Madrid y Maryland, el gran salón familiar repleto de fotografías y recuerdos del hogar pasado, la salita acogedora... Sólo el cuarto de baño no es original, recreación de la época. Y la cocina, vacía, se ha reconvertido en sala de exposiciones temporales junto a la llamada Sala Prólogo, que conserva, entre otros, el telegrama original de la Academia Sueca para comunicarle la concesión del Nobel.

Todos los cuartos tienen enseres del matrimonio, los cuadros del joven Juan Ramón pintor, incluida esa gran marina sobre la chimenea del salón superior; los bocetos de Vázquez Díaz, de Sorolla tras su visita a Moguer, y la nueva gran reproducción en blanco y negro que preside ahora la biblioteca de su retrato en la Hispanic Society of America...

La Fundación Zenobia Camprubí-Juan Ramón Jiménez se encarga de la gestión de la Casa Museo e impulsa además el Centro de Estudios Juanrramonianos, que pone a disposición de investigadores de todo el mundo y de cualquier interesado los documentos e información necesarios. Es también el que vela por difundir la obra del poeta moguereño y por llevarla mucho más lejos con ese virtual aliado que son las redes sociales, con una importantísima repercusión en los últimos meses.

Hay 63 capítulos en Platero y yo con referencias directas a la casa. Un adelanto para quien no la conoce. Una invitación para visitarla y sentir, más que ver.

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