Cultura

Una de cal y otra de arena

CONCIERTO. Obras de Allessandro Marcello, Mozart, Rossini y Morricone. Javier Sierra (oboe), Banda sinfónica municipal de Huelva e instrumentistas agregados. Dir.: Francisco Navarro. Palacio de congresos de Casa Colón de Huelva. Viernes, 7 de octubre de 2011.

Huelva es fiel con aquellas tradiciones encaminadas a la solidaridad. Después del verano bulle el entusiasmo ante la temporada 2011-2012: numeroso público acudía el viernes a la Casa Colón al concierto de apertura del Otoño cultural iberoamericano, que promueve la fundación Caja rural del sur. Se aprovechó, además, la coyuntura de que en este 2011 la Asociación de industrias químicas y básicas de Huelva cumple veinticinco años. Velada (con un ochenta por ciento del aforo) a beneficio de Médicos con Iberoamérica y Banco de alimentos de Huelva. Y para la ocasión se había pensado en la Banda sinfónica municipal, a la que se agregaron instrumentistas de otras orquestas andaluzas, bajo la dirección de Francisco Navarro Lara. Un programa marcadamente mozartiano (serenata K.V. 388 y sinfonía 40ª) que se completó con la obertura de La italiana en Argel de Rossini, el concierto para oboe en re menor de Marcello y uno de los temas de la banda sonora de la película La misión, de Morricone.

Francisco Navarro es un músico que sabe encontrar aquellas sutilezas que crean afición. Su estilo de dirigir abre nuevas dimensiones incluso al melómano más exigente; con la facilidad de comunicación que le caracteriza las obras de siempre suenan distintas en fraseos que se curvan mágicamente hallando una expresividad inusitada. Además, destaca en él una templanza gracias a la que sus interpretaciones rompen la barrera del tiempo; una estrategia formidable es alternar pianissimi con silencios.

El director cordobés firmó un Mozart antológico, que a partir de unos timbres muy coloridos diversificó los cambios y las texturas. Ejemplo de ello, el último movimiento de la Serenata K.V. 388 ( con su original propuesta del "tempo" hizo suspirar al grupo de cámara) y el cuerpo central del Andante de la sinfonía nº 40, donde evocó ese palpitar inconfundiblemente beethoveniano. Dirigiendo a Marcello lo escuchamos en su faceta más austera, donde cuidaba la corrección del discurso entre tutti y soli; durante el segundo movimiento la inspiración levantó vuelo en una cuerda que pudo recrearse incluso con la sensibilidad que evocaba. En cuanto a Rossini, una versión que arrancó con gusto exquisito que después se desdibujaría en unos violines faltos de consistencia y brillantez.

Javier Sierra fue el oboe solista en las composiciones de Marcello y Morricone. Aunque su manera de tocar es muy metódica, Sierra extrae del instrumento una sonoridad pequeña y tímida; podría haber dicho más desde el inicio del concierto de Marcello, donde el volumen solista no contaba con la presencia suficiente. Tanto es así que en el último movimiento sus intervenciones parecían una música desde la lejanía.

El programa de este concierto se dispuso de un modo muy extraño, al margen de las convenciones clásicas. En primer lugar, la formación sinfónica al pleno no saldría al escenario hasta la última obra; por otro lado, se eligió una obertura para la segunda parte y después se mezcló una banda sonora de película entre dos composiciones clásicas. Ciertamente, habría sido preferible ofrecer la obra de Morricone como propina-sorpresa a cargo del mismo oboísta. Pero lo más importante aquí es que desde el principio se llamen a las cosas por su nombre: Huelva no cuenta todavía con una orquesta sinfónica. Lo escuchado y visto el viernes 7 de octubre de 2011, como aquel 27 de febrero de 2007, es la Banda sinfónica municipal onubense con agregados de otras provincias. Huelva, capital y provincia, debería apostar firmemente en sus conservatorios y escuelas por la cuerda, familia instrumental indispensable para hacer realidad el sueño de tantos onubenses por tener una orquesta propia.

¿Llegará ese día en que no suene un solo teléfono móvil ni nadie se acomode a la mitad de una interpretación?

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