El arte del momento

Una de las obras expuestas de Beli Toscano.

17 de octubre 2012 - 05:00

Arturo Comas, Beli Toscano, Claudia Quade Frau y Mercedes Romero son los últimos autores que han pasado por el Centro de Arte Harina de otro Costal, en Trigueros. Se trata de cuatro actitudes impregnadas por el arte del momento. Pero ¿es momentáneo el arte del momento? No lo es, por mucho que los artistas se afanen en emplear técnicas efímeras, como es el caso que comentamos, exceptuando en esta ocasión algunos trabajos sobre papel fotográfico o con acrílicos. Escayola, soporte virtual, jabón, verduras frescas o papel celofán son utilizados para transmitir una serie de ideas críticas o ingeniosas, desposeyéndolas de solemnidades y situándolas en ese tramo de temporalidad con que la vida acota cada uno de nuestros días, de nuestros segundos. ¡Aunque construyas en piedra o con acero no habrás hecho nada eterno! Es lo que parece que nos dicen estos artistas y también lo pregona el leve soporte informático sobre el que hoy volcamos nuestro arte, nuestras emociones y nuestra economía. Pero decía antes que, a pesar de todo, este tipo de arte, pretendidamente o no, es bastante mas sólido de lo que aparenta, porque al ser hijo del arte del pasado y padre del que se haga en futuro, configura una larga línea continua jalonada de fuertes soldaduras, que son las distintas etapas y que será tan infinita o tan finita como los seamos los seres humanos.

Observando estas obras no es difícil colegir que, a pesar de su originalidad y de las vísceras que a veces deja el artista sobre ellas, la cosa viene de lejos. De aquellos papás que ahora son clásicos, pero que en su momento fueron digeridos con dificultad. Hoy, tras décadas de pedagogía artística y de vecindad con los desórdenes mentales y la psicología, el espectador se ha hecho tolerante y respetuoso con lo que no entiende. Aunque muchas veces el desconcierto o la inseguridad le hacen tragar puros infumables con el mayor estoicismo. Igual que ocurre con la política, ya que no en vano el arte es un reflejo de la vida.

En esta exposición las cosas están muy claras, aún con esa dosis de misterio tan necesario en la expresión del arte. Arturo Comas nos muestra un universo de seres anónimos o juguetizados donde su propia presencia física es la única vía de contacto con la realidad del espectador. El único que da la cara ante la monotonía de lo cotidiano, en la que se mueve jugando con su imagen como un elemento más.

Beli Toscano fantasea en torno al speculum, esa instrumento de exploración genital femenina que separa y dilata las paredes del sexo para su observación médica. Las proyecciones de Beli sobre esta herramienta y lo que un hipotético ojo ve a través de ella son imposibles de narrar. Hay ver la obra con su propio lenguaje para entender lo que es mirar y ser vistos a través de un espéculum.

Claudia Quade Frau presenta, aparte de un trabajo de videoarte, como el resto de los expositores, una serie de fotografías de corte surrealista. Entre ellas, una inmensa aguja que cose un pespunte en la carretera para marcar la línea discontinua. O unas gigantescas embarcaciones de papel que navegan por el Guadalquivir. También ha creado una instalación, El arte de la cocina. Una instantánea tediosa del vivir acompañados.

Mercedes Romero presenta vídeos, cerámica, y obra tridimensional. En casi todo está la presencia de su abuela, como un cordón umblical que llena de sentido la elección de materiales efímeros para esta realización. Es una obra que más allá de lo táctil y visual nos sumerge en el magma viscoso de los afectos y de la sangre como pertenencia e identidad.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

El extranjero | Crítica

Ozon no puede con Camus

Lo último