El apocalíptico viaje de OBK
El dúo catalán publica 'Ultimátum', un nuevo disco con el que alcanzan cotas de calidad realmente importantes
"Es vuestro mejor álbum en el peor momento". Con una frase tan significativa definió un directivo de su nueva compañía lo que supone Ultimátum para OBK. Un dúo de música electrónica que empezó su trayectoria hace la nada desdeñable cifra de 17 años y que, desde el principio, han contado con una legión de admiradores responsables de su longeva permanencia en activo. "Llevar todo esto sin parar en nuestra profesión es algo que no puede decir mucha gente, pero aún nos queda un futuro interesante", confiesa Jordi, vocalista de la formación y responsable de las melodías de sus grabaciones. "Es el público el que de veras nos ha sostenido", complementa Miguel, letrista del grupo. "La industria no nos ha apoyado lo que merecemos. Cuando llega la página de OBK, la pasan". Y remata su compañero. "Somos demasiado normales para este mercado. Suele apoyarse a personajes extravagantes o a frikis y nosotros no tenemos nada que ver con eso".
Se les nota dolidos aunque, razones, no les faltan. Las importantes ventas de todos sus títulos refrendan sus palabras y, su reciente cambio de discográfica, de EMI a Warner Music, más aún. "Si no entendieran que lo que hacemos es un buen producto, no lo apoyarían como lo están haciendo", aclara Jordi. Y es que, esta nueva apuesta, respetando el espíritu de OBK, abre nuevos senderos a próximos proyectos. ¿Algo catastrofistas en sus argumentos? Sin duda alguna. "En el dolor nos reconocemos más", continúa Miguel. "Algunos temas cuentan experiencias propias y otros narran la vida de gente cercana, pero todos nos tocan. Jordi compone las bases musicales y yo, posteriormente, construyo el argumento". Una forma de trabajar que utilizaron en éxitos como Historias de amor, El cielo no entiende o Yo no soy cool -con el que recibieron un Premio de la Música-, y que sigue valiéndoles como una de las claves de su triunfo.
Cumplidos los 40, algo que nadie diría por su juvenil apariencia, Jordi y Miguel confiesan que están casados y tienen dos hijos cada uno. "El espíritu es lo que te da la edad y, en este caso, cada actuación la vivimos como si fuera la primera. Sólo notamos que ha pasado el tiempo cuando estamos junto a otros grupos más jóvenes que nos tienen como referentes pero, a nivel personal, seguimos con la misma ilusión del principio", explica el solista bajo la atenta mirada de su compañero de viaje. Respecto a su familia, la mantienen alejada del "artisteo". "¡Estamos haciendo una excepción hablando tanto de nuestra vida privada!", advierten con sentido del humor y aclarando que, en este sentido, de momento no tienen intención de cambiar. "El día que no interesen nuestras canciones, OBK desaparecerá", pronostican. Y más aún. "Si nos hubiéramos decantado por otros caminos, como los concursos de televisión o las series, seríamos más populares. Hemos mantenido el equilibrio y, hasta cuando empezábamos en 1992 y nos llamaban de revistas, nos negamos a hacerlo". Miguel, más contundente que Jordi, sentencia. "Me veo de camarero antes que en La isla de los famosos".
Claro que, con las ideas tan claras, no resulta extraño que lleven a gala ser iconos del colectivo gay, al que se sienten agradecidos por su incondicional apoyo. "Siempre hemos hablado con claridad respecto a cómo somos y cómo sentimos. Ha gustado que jugáramos a la ambigüedad porque hemos tocado la cuestión de los sentimientos de una forma universal". Uno a otro van cediéndose la palabra en un discurso que fluye con sentido del humor pero bajo una clara base de respeto.
Con conciertos ya programados en Andalucía para esta misma semana en Málaga (jueves 27) y Granada (viernes 28), a los OBK les produce mucha satisfacción llegar donde han llegado y en tan óptimas condiciones. Incluso presumen de haber rodado gran parte de sus videoclips con Oscar Bayona, responsable de parte de la estética de estos luchadores que, no podía ser de otra forma, terminan este encuentro con un Ultimátum: seguir en la carretera mientras queden ilusiones… y el cuerpo aguante.
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