Cultura

¿Hay alguien ahí?

  • El malagueño Pablo Ríos ofrece en su ópera prima un compendio de nueve testimonios reales sobre encuentros con extraterrestres

Decía Jung que la energía psíquica ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Decía también que la suma de esta energía o libido en la psique del individuo es constante, esto es, que no aumenta ni disminuye, sino que se distribuye transfiriéndose de un lugar a otro de la personalidad. En el caso de que el transvase energético falle, qué se yo, por un defecto de serie, un trauma, una frustración sexual, una incapacidad de expresión o falta de comprensión del ambiente o de uno mismo, el sobrante fluye al inconsciente. E igual que se recalienta una batidora atascada, un inconsciente sobrecargado emite voces de alarma.

Va todo esto a cuento de Azul y pálido, la estupenda ópera prima del malagueño Pablo Ríos, un compendio de nueve testimonios reales sobre encuentros con extraterrestres, con sus nueve cosmogonías subyacentes, a cual más hermosa y delirante. Y es que, Jung dixit, del desequilibrio neurótico al genio creativo hay apenas un paso, y las distintas experiencias recogidas en la presente novela gráfica darían -y de hecho han dado- interesantes casos de estudio, así como excelentes argumentos de ficción. Desde la aparición de la Virgen de Fátima hasta el Expediente Ummo, pasando por los Hellel de Sixto Paz u Orthon el venusiano, Ríos ofrece con firmeza narrativa una suerte de docudrama en historieta, dando la palabra a un puñado de elegidos por la otredad cósmica para comunicar su evangelio. Voces de un inconsciente colectivo atascado y sobrecargado. Uno por uno, los abducidos se van colocando frente a la cámara para radiar la verdad oculta: que somos hijos de tal o cual bicho raro y que nos hallamos en la picota, permanentemente observados, analizados, juzgados, amén.

Al respecto de los confesantes escribe Gerardo Vilches en el texto de contracubierta que Ríos "les da voz sin juzgarlos", y esto no es completamente cierto, pues aquí y allí queda apuntada la sospecha del parné como motivación ulterior, y la puesta en escena acentúa también determinados histrionismos. Pero es cierto que el historietista evita la descalificación abierta, busca mantenerse al margen -más allá de lo dicho y del tono de lunática seriedad que impone la presencia de Carl Sagan al principio y al final del libro-, y en el proceso elimina del discurso los distintos contextos y los traumas sexuales de algunos de los abducidos. Estos traumas son verdaderas piedras de toque para el análisis psicoanalítico de los diversos sujetos, pero con ellos Azul y pálido habría sido un libro diferente, seguramente más obvio y menos colorido. Pues en última instancia el trabajo de Ríos no celebra la psicosis, sino la imaginación del ser humano, egocéntrico, antropomórfico y desamparado.

Está por ver que uno de la caterva de recerebrados haya logrado realmente el milagro de sintonizarse con alguna clase de verdad cósmica. Tendría cojones que un día de estos bajara Darkseid de los cielos con el secreto de la ecuación Anti-vida y nos dejara a todos sin el poco libre albedrío que aún nos queda.

Pablo Ríos. Entrecómics Cómics. 88 páginas. 12 euros.

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